jueves, 29 de septiembre de 2011

Sólo para amigos... y enemigos también.


Sólo para amigos... y enemigos también.


 Luego de esta gramática visual no haremos ningún comentario.

martes, 27 de septiembre de 2011

¡Se montó la Carretero, compai!

Como de costumbre cuando estoy a punto de presentar una realización teatral, llegué temprano al Teatro Nacional. Convoqué a los técnicos para revisar algunos aspectos de mi interés. Efectué algunos ajustes a la silla de ruedas que utilizamos en la obra. Roberto, uno de los iluminadores, recordó que había hecho las luces de "Quíntuples" cuando la presentamos en Nuevo Teatro. Otro me pidió contarle cómo resolvieron a Argentina el asunto de las luces intermitentes. Gina Marte, la encargada de la Sala Ravelo entra a comunicarme que ya el sonidista está llegando. Salgo del Teatro a buscar un letrero que usaremos en la puesta en escena. Mi hija Fiora, la productora actual de "Quíntuples" (también lo fue en el Teatro Liberarte en Baires), me llama para preguntarme sobre la cantidad de programas que deben imprimirse. Regreso al Teatro con un almuerzo que he comprado en el camino. Almuerzo en el camerino.

Repaso tres de mis personajes. Recorto un poco la barba de uno de ellos y coloco los gemelos en la camisa de dos. 

La Carretero me llama por el celular para preguntarme que dónde me encuentro. Ella está en el pasillo de los camerinos y quiere entrar al suyo. Le paso la llave y acordamos ensayar en media hora. Por supuesto que se queja del olor a mocato de la sala y los sonidos que emiten los músicos sinfónicos que están ensayando. También asegura, como toda gran actriz, que tiene un dolor en un pierna y cierta disfonía.

Entramos al escenario. La noto un tanto emocionada. "Quíntuples" es para ella una obra muy especial, aparte de lo que le exige como actriz. Me pregunta si podríamos poner la silla de Bianca en  un lugar diferente. Para variar. No espera mi confirmación para realizar el cambio. Le comento que deberé al día siguiente variar la dirección, entonces, del foco de luz especial. Le enseño las luces intermitentes que utiliza otro de sus personajes (Dafne). Se sonríe y sale a medio maquillarse. Me siento en la sala. Ella entra a interpretar su primera caracterización. El dolor, la disfonía, las tensiones y las aprehensiones han desaparecido. La veo y en un momento pienso: Carajo... ¡Se montó la Carretero!

Eso hizo. Y no se montó en uno sino en cuatro personajes. He visto actuar a Carlota Carretero miles de veces. La he visto realizar los personajes de "Quíntuples" cientos de veces. Y aún no pude evitar mi grato asombro. Aún estoy obligado a decir: Nadie ha llegado hasta ahí... todavía. En verdad no parece humana.

Ojalá que cuando abramos el telón yo logre estar a su altura.

http://www.facebook.com/v/2026213776067


¡Qué hermosa -llena de calidad humana y de justicia en la valoración de la mejor actriz dominicana- es esta breve crónica-reflexión tuya, apreciado GiovannyTiene la Carretero merecidas tus palabras, las que suscribo imbuido por la admiración y el respeto que ella siempre me ha inspirado. Esa admiración y ese respeto también los tienes ganados tú, estimado amigo.  Un abrazo Miguel Collado

martes, 20 de septiembre de 2011

Una opinión interesada de «Master Class»

No hay nada que me interese en esta vida más que el Teatro. Podrían hacerme prisionero y fuera feliz en la mazmorra si me dejasen «teatralizar».

Cuando llego a un país soy extranjero hasta que piso un escenario.

El Teatro es mi gran patria. Resulto ser más teatrero que dominicano.

Todos los actores, directores, dramaturgos  y técnicos teatrales del mundo son mis verdaderos conciudadanos.


Por supuesto, entonces, que esta crónica crítica de «Master Class» está parcializada.

El autor:




He dicho hasta la saciedad que el primer acto teatral es puramente escritural. Desde las palabras escritas del dramaturgo vamos a partir para construir el evento escénico. Por eso hago mía la máxima que nos plantea que ningún texto es un pretexto. ¡Imposible! El texto es la gran justificación. Lo que nos convoca. El de McNally, en este caso, es completo. Nada le falta ni le sobra. Es creativo y elegante. Moderno y atrevido. Sin concesiones. Cada personaje, cada canción, cada música, cada palabra, cada acción dramática, cada uno de sus graciosisímos chistes; ha sido colocado en la pieza para que desde sus propias individualidades se encuentren en el punto escénico donde puedan convertirse en una unidad. Y como un regalo adicional Terrence McNally nos permite la gran lección artística que él y «su» María Callas nos ofrecen en la obra. ¡Tamaño aporte para el presente y la posteridad del Arte en el país!

El director:

El primer acto responsable de un director consiste en la selección de la pieza que planifca poner en escena.  El segundo es la elección de su elenco y el tercero es crear las coordenadas sobre las cuales construirá esa avenida en la cual transitarán los personajes, sus acciones, las líneas internas y externas,  la trama, el objetivo, el súperobjetivo y los símbolos identificados en la pieza teatral.
Es esto un director teatral profesional no puede equivocarse. No tiene derecho. Carlos Espinal cumplió con todo estos preceptos como cualquier habitante del Olimpo. Acertadísima cada dirección que hizo a los actores. Brillante en su dirección de luces y escenografía. Exigente hasta los últimos segundos con el vestuario. Del mito llegó al rito y de éste al hito teatral. Delicado en los detalles. Intransigente en la defensa de las sabias palabras escritas por el dramaturgo. Muy justo cuando cuando tuvo que hacer la transición del texto escrito al representado. Su dirección de «Master Class» es antológica. Nadie podría hacerlo mejor de ahí.

Luces y Escenografía:

Vestir bien no es necesariamente vestir caro. Es vestir apropiada y oportunamente. Lillyanna Diaz sabe que no necesita montar un show para mostrar su maestría diseñando luces teatrales. Sabe que todo lo que se pone sobre el escenario está ahí para servir a los intérpretes. Las luces de la pieza que ocupa mi atención fueron las extraordinariamente precisadas.
Fidel López, y ya lo pronostiqué en una entrega anterior, logra una de las mejores escenografías que se han visto en la Sala Ravelo. Es una escenografía realista, y confieso que éstas no son generalmente las que más aplaudo, pero Fidel logró una atmósfera perfecta, delicada, justa y elegante. Logra que la gente sienta que está dentro de un hermoso salón de clases, digno de una clase maestra de la Callas. Los tonos que logra darle a las paredes ayudan a proyectar la soberbia actuación de Cecilia García y las de los otros mortales del montaje. Los que amamos el Arte debemos estar agradecidos por esta escenografía de Fidel López, porque con su ayuda se cumplió el rito teatral

Sofía de Palma:


Antonia Chabebe y Carolina Camacho interpretan a Sofía de Palma. Espinal sabía que dentro del canto ambas estarían como pez en el agua. En los aspectos actorales era donde habría dificultades. Y las hubo. No puedo negarlo. Durante el proceso de construcción del personaje Carlos tuvo que emplearse a fondo con estas dos jóvenes líricas. Pero los esfuerzas de ellas dos y del director fueron recompensados por las actuaciones convencidas de las jóvenes cantantes. Me parece que Antonia Chabebe todavía necesita desarrollar más su madurez estética. La Camacho estaba en el punto exacto requerido.

Tony Candolino:

Para Pedro Pablo Reyes y Nelson Veras tengo solamente ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo a ambos! Fresco, indolente, creído y engreído era el personaje que entre ambos realizaron. Ellos lograron transmitir a los espectadores esas características de Tony Candolino. Y aportaron esa necesaria y refrescante interpretación que Carlos y McNally para ellos diseñaron. Las voces de estos dos tenores son espléndidas. Buenas también fueron sus caracterizaciones. Particularmente este director teatral y dramaturgo vio un poco más de fuerza escénica a Pedro Pablo. La conexión de ambos tenores con los espectadores fue muy grande y mejores aún los resultados.

Dolly García:

La he visto cantando y actuando. Hasta la había dirigido en una ocasión. Pero lo que hizo esta García en el escenario esta vez fue memorable y majestuoso. Consagratorio. El estilo bufo que logró fue agradecido por los espectadores que colmaron todo los días las representaciones de «Master Class». La disciplina y entrega de Dolly dan sus frutos cuando ella corona su participación con la maestría exhibida, tanto en la actuación como en el canto. Logra un transición interesante y difícil. Resulta que le imprime a su canto un exacto punto cómico. Empero, cuando se enfrenta a la Diva el dramatismo de Dolly está bordado.

Many, el pianista:

Dante Cucurullo es un monje del Arte. Un consagrado. Un maestro. Un celebrado. Se sabía que sería perfecta la ejecución que realizaría de la música de acompañamiento que la pieza necesitaba. Así fue. Igual que los aportes diariamente dado a los cantantes. Y hasta la misma asesoría conceptual que llevó a la producción. La incógnita con Dante estaba en la actuación. Los códigos secretos del arte teatral son complejos y patean. He visto cientos de artistas de otras disciplina fracasar cuando interpretan un personaje. En este caso Cucurullo sale airoso. Este hombre de Teatro se inclina reverente ante el Dante-actor. Fue construyendo su personaje paso a paso. Logra una actuación que sobresale por la calidad y por no caer en la tentación de «robarse el show”. Su Many es discreto, tímido. No obstante, Dante lo colma de detalles, acciones y emociones que hacen a su personaje perfectamente creíble.

María Cecilia Callas García:

Así mismito. Faltando días para estrenar no era posible descubrir diferencias entre Cecilia y su personaje. Quienes vieron la obra pueden jurar que vieron en ella todo el tiempo a María Callas. Cecilia se colocó, una semana antes de estrenar, justo en el peligroso umbral del subconsciente del que tanto hablo. ¡Allí mismo se sitúo! Entonces, como enloquecida y febril, después de trabajar la memoria emcional, comenzó a invocar con pasión su personaje. Magia absoluta. Eso había en la genial interpretación de la García. Durante todo el proceso respetó con devoción a la Callas, a McNally y a Carlos Espinal. Pero cuando logró colocarse en el umbral del cual les hablo, rompió con todos ellos. Se desprendió de la técnica de actuación para que saliera toda la emoción contenida durante meses y la honesta verdad de su personaje. En Teatro esto es lo correcto. Una buena actriz tiene que llegar a un punto en el cual ya el personaje no está frente a él. Un punto en el cual el texto desaparece y las palabras son las de ella. Y así fue. Hay un punto terrible en el cual Cecilia reniega de Cecilia y de la Callas. En ese punto se desplaza el consciente, aunque no lo enviamos a vivir demasiado lejos, dejamos que el subconsciente forme con el levemente distanciado Yo, un nuevo individuo. De locura ¿verdad? Pues Cecilia García logra eso cada noche. Se desgarraba, se destruía así misma en cada entrega. La lloraba, la padecía, la angustiaba. Sin embargo, en esas condiciones, se iba a su apartamento sólo a renovar las emociones consumidas; porque como Prometeo tenía que regresar al día siguiente a volver a subir la piedra por la cuesta. Y así... indefectiblemente.

A pocas actuaciones le doy la categoría de proteica. Ustedes lo saben. La de Cecilia en «Master Class» es una de esas.

De mi participación en la obra... no tengo nada que decir.

¡Telón!


Giovanny Cruz Durán

viernes, 16 de septiembre de 2011

La crítica de Mónica Volonteri


Master Class o lecciones sobre la importancia de estar vivos
Por Mónica Volonteri

Cecilia García en "Master Class"
Porque, indudablemente, para cantar hace falta mucho más que una bonita voz y para vivir mucho más que un cuerpo libre de grasas y un alma libre de pecados, de lo que se desprende que, para cantar y para vivir, hace falta estar vivo. Esto parece una especie de jueguito lógico existencial y, en realidad, no deja de serlo, porque, ¿qué otra cosa es escribir sobre una pieza de teatro, si no es jugar? Jugar con las mismas palabras que jugaron con los pensamientos del autor, con los sentimientos y el cuerpo de los actores y actrices, con la razón del productor y la angustia del director. No obstante, estar vivos no es un juego, ni es tan sencillo como parece, si acordamos que, para estarlo, no es suficiente tener un cuerpo y un alma, ambos en cualquiera de los estados imaginables.



También, puedo decir que para hacer un comentario con pretensiones críticas de una pieza de teatro no es suficiente con ver el espectáculo, sentarse a escribir y decir grandilocuencias semánticas contextualizadas en clave de Patris Pavis o Peter Brook o quien suene mejor. No, hace falta sobre todo y ante todo estar viva. Creo que de eso se trata la puesta en escena de Carlos Espinal y la actuación de Cecilia Gracia, de hacernos constatar de manera certera que estamos vivos mientras hacemos de cuenta que somos otros como lo hacía María Callas, aunque ella tenía un detalle que le complicaba las cosas aún más: estar viva mientras se hace de cuenta que se es otra, cantando. 

 

Dolly García y Cecilia García en "Master Class"
Honestamente, lo que más me complació de la obra no fue el texto, no fue la propuesta del montaje, no fueron las actuaciones, no fueron las voces entrenadas y acertadas de los tres jóvenes, no fueron los diaporamas, no fueron las luces, no fue nada de eso. Fue simplemente el hecho de sentirme otra, de no ser ni tan siquiera espectadora, pero tampoco identificarme con el personaje, no, para nada. Fue una especie de no ser nadie, de no ser yo pero tampoco otra y, paradójicamente, sentir fluir la potencia de la vida. Ni tan siquiera mi potente aparataje ideológico pudo sacarme de ese ensueño, era como cuando uno va a Disney con los muchachos y entra en la magia, en el embrujo. Claro está que Disney no tiene nada que ver con la propuesta de Master Class de Carlos Espinal, simplemente comparo el estado, la sensación de salirse de uno mismo, sin ser necesariamente otro.



Cuando a mí me pasan estas cosas, además de disfrutarlas y agradecer, comienzo a preguntarme por qué pasó lo que pasó, qué elementos se conjugaron, si el texto, las actuaciones, las luces, en fin el tinglado del teatro. Sin duda vuelvo a ser yo, y mi parte racional debe trabajar para dar cuenta de ese efecto de ficción que produjo ese efecto en la percepción. Lo primero que hago es comprobar las percepciones del público, nunca lo hago con preguntas directas, más bien observo y escucho.

Un momento dramático de Cecilia García en "Master Class"
En el caso particular del montaje que nos ocupa, reconozco una especie de fuerza vital que irrumpe en los escenarios de Europa a principios del siglo XX y se materializa en el método de Stanislavski. Todos los montajes, tanto de teatro como de ópera, comenzaban a sentirse falsos. Los cantantes se paraban en el escenario disfrazados y cantaban magníficamente bien, pero no construían el personaje a partir de las emociones, no le daban vida. En el teatro pasaba lo mismo con la declamación: un buen actor era el que decía bien un texto pero nunca veíamos al personaje. En síntesis, no había vida, ni tan siquiera esa vida de ficción que sintetiza tan bien Pessoa al decir que “el poeta es un fingidor, finge tan completamente que llega a fingir que es dolor el dolor que de verdad siente”. No se trataba de que el actor o cantante de ópera se convirtieran en los personajes, sino de que le pusieran sentimientos, aunque viniesen de otro lado, de un recuerdo de infancia o de un fracaso amoroso. A esto, Stanislavski lo llamó memoria emotiva. 
 
Terrance McNally
Es, sin duda, María Callas una de las que sintió esta necesidad de darles vida a sus personajes, de incorporar ese pathos que trasmitiera la corriente vital, el origen de esa tragedia que fue perdiendo el espíritu de la música a medida que dejaba el rito y se encerraba en los castillos, en los teatros… Es por esta razón que el texto de Terrance McNally se centra en la clase de interpretación y no en la de canto. Ese acierto del dramaturgo trasciende a lo biográfico, vale decir, a contarnos sus últimos días en Nueva York. Es más bien una pathobiografía, la historia de las pasiones de una intérprete que fue dándoles cuerpo con grasa y alma con pecados a los personajes de las óperas a través del uso de su voz. No resulta extraño que perdiera su voz, como tampoco es extraño que la gente vaya envejeciendo a medida que vive. Cuando hay vida en cualquiera de sus formas, hay pasión, hay desgaste. 
 
Carlos Espinal
Sin embargo, esto no sería suficiente si el director, en este caso Carlos Espinal, no se dejase contagiar por el espíritu de las pasiones de la vida y, sin duda, Carlos lo estuvo. Cada una de las acciones dramáticas que se sucedieron en el escenario estaban vivas, eran genuinamente actuadas o colocadas con la carga de emociones suficiente como para quedar vivas. Desde las luces, la escenografía, los colores, el vestuario, todo funcionaba en clave de vida, mucho más allá de una mera convención de verosimilitud.



Entonces, cuando leí en los medios que Cecilia García era María Callas en el escenario, me sonreí, porque, de verdad, yo no conocí a María Callas en su vida privada, no la vi dando clases, y tampoco creo que sea necesario. La maestría de la actriz es hacernos creer que vemos a María Callas, aunque nunca la hayamos visto ni en fotos. Nadie decía que María Callas era Norma, nadie conocía a Norma. Norma cobraba vida por el pathos que le imprimía la intérprete. Así sucede con María Callas, ella nace, se convierte en un ser vivo gracias a la generosidad de Cecilia García, quien pone todos sus instrumentos más íntimos: cuerpo, voz, espíritu y pathos para darle vida a la idea, a la palabra, al recuerdo. La actriz se convierte en un demiurgo que opera el milagro de transmutar la energía de las pasiones de la vida que surge en la necesidad de María Callas de estar viva sobre el escenario.

Dante Cucurullo, Carolina Camacho, Cecilia García y Giovanny Cruz

Esto que acabo de describir sucede pocas veces, pero, cuando sucede, las lecciones trascienden a una clase, a una puesta en escena o a una película. Las lecciones producen un efecto catártico tan inmenso que el espectador deja de ser el espectador para ser contagiado por el espíritu de las pasiones de la vida y comprende la importancia de estar vivo. Luego, una vez fuera del embrujo, recurrimos a Bretch, tomamos distancia y comprendemos que este montaje puede estar la altura de Broadway, sin duda por su factura, profesionalidad y cuidado de los detalles. Pero también comprendemos que no cualquier espectáculo de Broadway puede estar a la altura de nuestra Master Class. Solo nosotros sabemos la importancia de estar vivos, resistiendo, haciendo arte y haciendo crítica, a pesar de todo lo que ya sabemos.

jueves, 15 de septiembre de 2011

De las alas de Hermes a las páginas de Alfaguara


Entre las alas de Hermes y las páginas de Alfaguara

Casandra le pidió a Apolo que le otorgara el don de saber el porvenir y profetizar. A cambio del don recibido prometió al dios casarse con él. Cuando el don le fue concedido no cumplió su palabra. Entonces Apolo, disgustado, dispuso que solamente pudiese leer en el futuro grandes catástrofes y que nadie creyera en sus profecías.

Apolo y Casandra
Efectivamente, profetizó, sin que nadie le creyera, las consecuencias que vendrían a Troya con el viaje de su hermano Paris a Grecia. También profetizó la tragedia que se escondía en el famoso caballo de Troya. El rey Agamenón, enamorado de su gran belleza, se hizo acompañar por Casandra en su viaje de regreso. Dos veces Casandra le comunicó que una gran desgracia se cernía sobre éste. Agamenón no hizo caso de las predicciones de la joven, las últimas que haría. Cuando el rey llegó a Argólide, justo cuando pisaba la alfombra morada, fue apuñalado por Clitennestra, su esposa, y por Egisto, el amante de ésta.

En cambio Hermes era el dios mensajero, el que anunciaba las noticias, el protector de los caminos y guía del viajero. Hijo de Zeus y de Maya. Con el caparazón de una tortuga inventó la lira y se la cambió a su hermano Apolo (a quien con astucia habíale robado su ganado) por el bastón de la concordia. Protector del comercio y de lo que se pacta en tratos, pasa por ser el inventor de las pesas y medidas usadas en las transacciones comerciales. 
Hermes Trimegisto
Hermes Trismegisto (Hermes tres veces grande), es la representación de la sincrética combinación del dios Hermes y el dios egipcio Thoth. Los griegos reconocieron la congruencia de los dos dioses. Posteriormente los dos eran adorados como uno en lo que fue el templo de Thoth en Khemnu, que los griegos llamaban Hermópolis. Ambos, Thoth y Hermes, eran dioses de escritura y de magia en sus respectivas culturas. Así, el dios griego de la comunicación interpretativa, se combinó con el dios egipcio de la sabiduría como un patrón de astrología y la alquimia.
Resulta, pues, que de un tiempo para acá no hay Casandras en mi vida y yo mismo suelo creer siempre que he sido tocado por este especial Hermes-Thoth. (¿Acaso soy un tanto pretencioso?).

Mi lectura formales se inciaron en la mágica y nostágica Nagua. Por supuestos que los primeros libros devorados fueron sobre mitología griega. Y desde entonces pretendí ser uno de sus dioses... o semidioses.

Asociado hoy con el alado mensajero del Olimpo, les anuncio una gran noticia. Por lo menos para mi, familiares y amigos verdaderos.

Hace apenas unos meses asistí, bajo un torrencial aguacero, a la puesta en circulación en la Fundación Corripio de un ensayo del celebrado intelectual y buen amigo León David.

Días atrás el gran poeta y ensayista histórico Tony Raful había reunido un pequeño grupo de allegados para leer unas notas que había escrito sobre un conjunto de cuentos que recientemente había yo escrito (Los cuentos del Otro).

Al concluir el acto de puesta en circulación nos encontramos en la zona del brindis de rigor con Ruth Herrera, ejecutiva en el país del Grupo Santillana. El poeta Raful sugirió que le hablara a Ruth de mi libro de cuentos. Me negué en un principio por temor a importunar. Sé que cientos de escritores, que se creen Tostoi o Camus, suelen asaltar a los editores intentando que les publiquen sus “geniales” creaciones literarias. Así las cosas no deseaba dar la nota discordante de la noche. Pero Raful me convenció y me lancé, entre pena y vergüenza. La joven editora sonrió con indulgencia y ciertamente no puso la cara de fastidio que esperaba. Eso sí, me advirtió que leer la obra era un trabajo de un equipo y que el proceso podía tardar de tres a seis meses.

Entregué al día siguiente, vía Internet, los cuentos de marras. Recibí días después confirmación de la recepción y me dispuse a esperar los seis tortuosos meses pronosticados. Sin embargo, poco tiempo después Ruth Herrera me escribió para decirme que en Alfaguara estaban muy entusiasmados con los cuentos hasta ese momento leídos. Comentó sobre el apasionante mundo mágico que había construido en Los cuentos del Otro. Aunque  no habían concluido con el proceso de lectura, las noticias lucían muy prometedoras. Volví a la angustiante espera. ¡Ni modo! Me esfuerzo mucho en lo que hago porque temo al fracaso más que a las mordidas de los perros. Empero, la alentadora nota recbida abría un abanico de sueños.

Siempre  digo a los amigos que soy, realmente, un narrador enganchado a dramaturgo. Mi formación literaria está en la novela y el cuento. El ochenta por ciento de mis lecturas son narraciones. Mis primeras lecturas importantes eran novelas. Luego siguieron los cuentos y la poesía. De la poesía, tal y como hizo Arión (el primero en escribir, titular y declamar un ditirambo: punto inicial del teatro en Grecia.), llegué a la dramaturgia. Como me volví actor y director teatral profesional, me especialicé en la escritura teatral. Con ella he obtenido varios distinciones.

Los embajadores Calventi, Carlota y el suscrito rn Argentina
Hace casi cuatro años, prácticamente obligado por mi hija Fiora (que concluía sus estudios de Cine) fui a presentar «Quíntuples» en Argentina con la gran Carlota Carretero.

Entrando ya la noche de un jueves en Baires, decidí aventurarme solo a la bohemia. Tomé un taxi conducido por un argentino que hablaba hasta por los codos. Cuando esto me sucede finjo prestar atención a las palabras, pero me introduzco en un universo en el cual solamente caben mis pensamientos.

En eso estaba cuando un autobús  rebasó el taxi en el cual estaba. Noté que en la parte trasera del autobús habían escrito una interesante leyenda: La historia no se repite. Continúa.

Eso me hizo recordar las palabras de un amigo en Nagua (Rafael Marte). Él solía decir que los dominicanos creíamos que el tiempo era circular. Por eso, si dejábamos de hacer algo un día, podíamos retomarlo al día o al año siguiente. Un error. Como ocurre con la Historia, el tiempo perdido no regresa.
Una de las 17 ilustraciones del libro
Pedí al parlanchín taxista que se devolviera y regresé a la habitación del hotel. Allí me puse a escribir enfebrecido los cuentos años atrás proyectados.

Cuando regresé al país seguí haciéndolo con más pasión y dedicación que en Argentina. Me compañera emocional de entonces llegó a preocuparse cuando notó que algunas veces pasaba varios días escribiendo, prácticamente sin parar.

Ocho meses pasé construyendo los relatos de que hablo. Luego, seis meses más corrigiéndolos. Los dejé descansar unos dos meses y volví a corregirlos. Entonces recordé las palabras de escritor mexicano Alfonso Reyes de que no podemos pasarnos la vida entera corrigiendo lo que escribimos. Hay que salir de esas palabras amontonadas y publicarlas.

Para no alargar el asunto les diré que fui citado, hace una semana, a conversar en la sede en el país del Grupo Santillana. Un tanto ansioso llegué quince minuto antes de lo pautado. Llegar antes es tan descortés como hacerlo después. Pero la Herrera, se apiadó de mi y pasó por alto ese desliz. Me comunicó, finalmente, que Alfaguara publicaría mis relatos, en los cuales reivento a Nagua, en corto tiempo (el 14 de noviembre). Cada cuento llevará una ilustración realizada por el pintor Leo Rodríguez.

Las inmutables leyes del marketing me impiden ofrecer más detalles de los asuntos acordados. No obstante, les aseguro que estoy muy entusiasmado. Por supuesto que he evitado, como aquella ilusa joven de un legendario cuento de Juan Bosch, adelantarme y "comprar" un auto de lujo europeo, una masión en Venecia, una finca en Jarabacoa y otras cuatro esposas. Lo único con lo que sueño es con los títulos de mis futuras creaciones literarias.

Hermes y Afrodita
Definitivamente hay dioses, «misterios» o duendes soplándome en la cara. ¡Anjá!

¡Vade retro, Casandra! En cualquiera de su moderna forma.

¡Dejen pasar a Hermes, carajo! Y si se hace acompañar por Afrodia, «surgida de la espuma», sería genial.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Patrimonios culturales y desagravios


Patrimonios culturales y desagravios
La Pasión Cultural
Carlos Andujar


Nota: El 18 de mayo del  2001 La Cofradía de los Congos del Espíritu Santo de Villa Mella fue declarada por la UNESCO "Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad". Precisamente quienes postularon dicha Cofradía antes la UNESCO fue un equipo del Museo del Hombre Dominicano, integrado por Carlos Andujar, José G. Guerrero, Juan Rodríguez, Carlos Hernández y Edys Sánchez. Dagoberto Tejeda aportó al equipo una biografía anexa de la Cofradía en cuestión. Los Guloyas de San Pedro de Macoris obtienen el mismo reconocimiento en el año 2005. Carlos Andujar es absolutamente coherente cuando escribe este artículo-protesta, sobre las dos instituciones nuestra que han recibido tan importante reconocimiento. Leamos, pues, los planteamiento de Andujar.


Nuestro país consta en estos momentos con dos patrimonios inmateriales: El complejo sociocultural de la Cofradía de los Congos del Espíritu Santo de Villa Mella y el Teatro Popular Danzante de los Gulotas de San Pedro de Macorís, además de la ciudad colonial de Santo Domingo, patrimonio monumental e histórico, entre otras potenciales manifestaciones culturales de gran significación social y cultural entre quienes convierten su practica en un motivo de vida, un referente identitario y recurso de la memoria social del grupo y por qué no, de la sociedad en su conjunto.







Desagravio al patrimonio viene del hecho que como país no hemos dimensionado la significación que tienen estos reconocimientos. Para muchos de nosotros es una manifestación de grupos afroamericanos sin ningún valor, para otros, es la expresión de grupos socialmente marginados, y por el contrario, otros consideran que en el país existen mas expresiones culturales de mayor impacto y para colmo, las instituciones oficiales no han prestado la debida atención material, institucional, de colaboración y divulgación a estos patrimonios, de tal manera que se siente por momento que el país no ha valorado la importancia de estas declaraciones de la UNESCO.





En estos momentos debió haber programas de visitas organizadas desde la escuela nacional, estudios concretos auspiciados por los profesores universitarios para sus estudiantes de manera continua, promociones turísticas destacando estos premios de la UNESCO. Pero igualmente el diseño de políticas estatales desde el Ministerio de Cultura, en procura de no solo difundir y proteger estos patrimonios, sino ayudar a sus principales portadores para que permitan traducir estos reconocimientos en una mejor calidad de vida de muchos de sus representantes, así como hacer una inversión en infraestructura que potencie el orgullo de pertenencia de sus miembros y la nación toda se empodere de estas manifestaciones de la cultura popular hoy parte del listado de patrimonios culturales universales.





Sin una coalición institucional que comprometa al Ministerio de Turismo, al de Cultura, Obras Públicas, Educación, el Gobierno Municipal y el sector privado, es poco lo que se puede lograr y mostrar como impacto social de estos patrimonios tanto hacia dentro del país, o como producto cultural turísticamente vendible, sin que ello distorsione su naturaleza.





Sin embargo, mas preocupante podría ser el estado actual en que estos patrimonios se desenvuelven no solo frente a las precariedades materiales, sino a programas de fortalecimiento, consolidación y protección de su acervo cultural y la necesaria obligatoriedad de articular las comunidades concernientes y las nuevas generaciones, con la necesidad de valorar el sentido emblemático, identitario y de soporte de la memoria social de los grupos concernientes. Tal vez en esta reflexión, lo más preocupante es el estado actual en que estos patrimonios se reproducen y sobreviven a las adversidades.





Ciertamente que antes de estos reconocimientos, ni les impactaba la propagada, ni el dinero, ni la publicidad, ni lo comercial, todo ello es válido, no obstante, la estrategia es salvar la tradición de la inercia y la desintegración, a contrapelo de las fuerzas centrífugas que les pueden influir hoy, en un escenario y en una realidad social distintas, para profundizar en los programas de colaboración, apoyo institucional y reconocimiento oficial de estos patrimonios.





Contribuir con su fortalecimiento, institucionalización, protección, colaboración, recursos, reconocimiento y respeto como patrimonio universal que son y además, como expresión de hechos culturales de significación para sus portadores y participantes, hace que se vean como un compromiso de los sectores, instituciones públicas y privadas, gobiernos municipales y gestores culturales, valorando que estas manifestaciones culturales son importantes, mas que por el reconocimiento internacional, por su significación y validación social entre la gente que los hace suyo como parte de su identidad y de su cotidianidad.-

lunes, 12 de septiembre de 2011

Tony Raful: "María o Cecilia, ¡que fascinación!"

Ventana nueva


María o Cecilia, ¡que fascinación!
Tony Raful

(A Dante, a Giovanny, a los otros… )
María Callas dentro de ella; la diva más alta de la ópera contemporánea dentro de ella,  la voluntad y  el aturdimiento, la bizarría y la endeble criatura del amor, los sonidos y la maestra, el tributo y la soledad interior, el rumoroso río de los aplausos y el desgarramiento, el pulso del alba en su voz y el desamor, la exquisita tentación de ser ella misma y el declive infinito  de su voz, ella en ella, el tamaño universal de un sueño y el  hemisferio lastimero del entorno,  la luz baja de un cuerpo que solamente es tonada o cantinela,  frecuencia altísima que asume el tiempo ensortijado de un cartel luminoso en la retentiva. 


¿Quién duda de que María Callas anduvo bajo el espacio restringido de la Sala Ravelo, compartiendo confesiones y escozores, imponente y regia, rediviva la diva en ella? Nada faltó en el personaje. En algún momento pareció que la actriz había abandonado toda su personalidad, todo su aserrín y barro de escena, para ser absolutamente ella, María Callas.

No hubiese podido María representarse con tanta autenticidad como la lograda por ella. Es que había que haber estado ahí, bajo el embrujo de esta mujer que es María y solamente María mientras dura la obra. 


¿Cómo lo logró? ¿Cómo pudo en su quejumbre crispar el rostro, nublar sus ojos de rabia y dolor? ¿Cómo pudo vivir tan intensamente el personaje hasta el grado de que  al verla fuera de escena pensamos  estar viendo nuevamente a María Callas? 


Después de la tramoya y la luminotecnia, después del garbo y el ditirambo, en el pequeño bar del Teatro, al verla, veía a María Callas; todavía el personaje estaba  en pie, todavía seguía levitando sobre la textura, piel en flor, gesto y tormento. Supuse que se iría, los personajes cuando son asumidos y vividos se quedan un tiempo fuera de escena, superviven, rasguñan, gatean, levitan como arañas sobre un madero de tejas y  clorofila en el jardín.

María, eres tú o no eres, parecí  indagar sobre aquel lóbulo de luz en sus ojos. No eres María, fuiste María, te quedaste María para toda la noche, para mí, anfitrión de  sueños nuevos con savia antigua, con voz de alondra recuperada, con ámbito de nostalgia y maravilla de pasión y angustia. El soliloquio  expone los sonidos guturales en parlamentos de su tragedia  y su ocaso; habla Aris y habla ella y habla Meneghini en  su puerto aherrojado. 


¿Cómo vivir el desaire, la mudanza del amor, el amor que transmigra de una diva a un ícono? ¿Cómo entender los súbitos espasmos, la truculencia del amor, los giros inesperados,  las faltas, los reparos a la voz, al ensueño, a la magnificencia menguada, dónde se anida la pompa, lo excelso, sustraídos de repente, por otra magia circense, que venía con todo el luto del mundo en otro teatro absurdo de disparos y magnicidio? 



Para ti, María, la obra "Tosca" de Puccini en la Ópera de Atenas, La Scala de Milán y el esplendor de "Aída", para ti la ópera de Bellini, "Norma", para ti  el Covent Garden de Londres, para ti el bel canto, para ti "La Gioconda de Ponchielli" en Verona, para los escenarios más deslumbrantes, para ti las clases maestras en el Juilliard  Schooll de Nueva York, para ti esta formidable pieza teatral “Master Class” de Terrance McNally, recreada en su salón de clases desde donde el personaje vuela, recrea y corrige,  desde el principio hasta la decadencia, ímpetus y teatralidades de una artista al borde del abismo sentimental y humano de su propia vida.

¿Quién, pero quién duda ahora, que todo es actuación, teatro, personaje, mimetismo, candilejas o coliseo, María Callas o Cecilia García? María, fetiche distante, Cecilia, amiga colindante, querida, las dos en una, una en la otra, viviendo simultánea la vida que ya vivió, la vida que vivimos esa noche en la Sala Ravelo y que yo, decidor de versos y auroras, sigo viviendo, fascinado por la plasticidad impresionante de esa dama altísima del arte que es Cecilia García.

La Pasión Cultural


domingo, 11 de septiembre de 2011

Róbandole palabras a José Rafael Sosa

El Teatro, canto a la vida

Despoedida
Al final de Master Class... los aplausos

El teatro tiene el encanto de ser la vida misma .
El teatro es la vida y más que la vidad.
Su pasión embarga y extasía la vida de sus ejecutantes y la percepción vital de quienes lo disfrutamos.
Y cuando el teatro se hace desde dentro, con los recursos adecuados y con ese marcado deseo de vivir dejando huellas y perfumes, entonces ya no hay nada que negociar.

El teatro permite conocer tiempos y vidas que, de otro modo, se nos pasarían ignorados por la parte más desconocida de la parte baja de la mesa o por la zona terminal de cada escenario.

Las reflexiones vienen a cuento tras ver, nueva vez, Master Class.

abrazo

Pocas veces un montaje teatral había impactado tanto desde su primera función como lo ha hecho Master Class, original de Terrance McNally, con la dirección de Carlos Espinal y la participación de una serie de valores histriónicos y del “bel canto”.

Cualquiera se imagina que el plato de miel es la capacidad como cantante de Cecilia García, quien lo que menos hace es cantar. No. Ella saca a borbotones los oscuros episodios de sus traumas, de los prejuicios de que fue vìctimas y muestra las deidades malditas de las cartas marcadas que le tocó jugar en un poker sin sentido ni justicia alguno.

El montaje es sobrio, exhuberante en su impronta artística que envuelve al público en el complejo “y complejos” del obtuvo ego de la gran diva greco-norteamericana.

Cecilia García, con la dirección de Carlos Espinal, recrea la vida y los fantasmas verborreícos que atormentaron a la María Callas en toda su vida. Se siente el señorío de una soberana actuación de fuste, de sensaciones intensas y de notable expresión de un desdoblamiento que conduce a los pasillos interminables de los conflictos irresueltos que toman como marco de expresión, las clases magistrales que ofrece a sus “víctimas”.

Meterse en la piel de la diva de divas del canto lírico mundial, la exigente, auto-ególatra y perfectísima soprano María Callas, posiblemente haya constituido para la García una de las empresas más formidables y desafiantes de su carrera.

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Desde que García llega a escenario e inicia sus primeras líneas, todo el público cae a los pies y el influjo de una dama autoritaria, de expresivo acento italiano, opresiva en el plano psicológico y que se tiene a ella misma como único centro posible de toda historia y toda fantasía.

Carlos Espinal, director, hizo una selección de talentos tan acertada que lo que ha logrado es un episodio teatral cuidado en los exigentes detalles de una producción profesional tomada desde cualquier punto de vista, pero en la cual se destacan los talentos que acompañan a García.

En particular nos impresionaron

  • Dolly García (haciendo lo más difícil para una cantante lírica: hacer comedia con el canto)

  • Carolina Camacho (un rostro al que hay que poner atención en lo adelante por su facilidad actuación-cantante);

  • un perfectísimo Pedro Pablo Reyes.

  • (no vimos a Antonio Chabebe , Nelson Beras ni a Gabriel Antonio Paulino)


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Nos fue amigable la intervención como actor del maestro Dante Cucurullo. Giovanni Cruz, (a quien juzgamos sin mucha justicia inicialmente), al verlo de nuevo, haciendo exactamente lo mismo, nos hace cambiar de criterio. Está justo en el punto de mira de una actuación secundaria que no persigue robar vista y aporta lo indecible con su expresión facial, sus parlamentos breves y sus traslados cruzando de un punto a otro, dejando la sensación de furia contenida por las “vainas” de la Doña.
Carlos Espinal, venido desde Estados Unidos para hacer este proyecto, del cual sale con airoso y con orgullo. La actuación de Carolina Camacho, soprano de grandes dotes y de firme futuro a juzgar por sus datos, sorprende al público cuando al fin le permite actuar la abrumadora avalancha de palabras y venenos de la Callas sobre esta estudiante de canto.

En resumen, Master Class tiene la calidad como para ser consagrada como una de las mejores experiencias para el público en el presente año. Ojalá el criterio de nuestros cronistas, al frente de los cuales se encuentra Máximo Jiménez, (quien conoce a fondo los fundamentos del teatro) tengan visión y perspectiva frente a esta propuesta.