miércoles, 29 de julio de 2009

Tatuaje

Ahora se ha puesto de moda tatuarse o pintarse el cuerpo. Seguramente muchos piensan que se trata de una expresión comprometida de nuestros tiempos.
No es así.
He encontrado en Wikipedia y en Tattoo Odin, datos interesantes que me permito compartir con los lectores.
Los egipcios practicaban la técnica del tatuaje hace 3000 años. Ya en la XI dinastía se practicaba ese arte. Una de las más famosas momias tatuadas fue Amunet, una sacerdotisa de la diosa Hathor, en Tebas.
Las evidencias sugieren que en el antiguo Egipto esta práctica pictórica fue restringido a las sacerdotisas.
Pero el tatuaje es más antiguo aún.
En un glaciar situado en la frontera entre Austria e Italia apareció congelado un cazador neolítico de hace 5300 años, con la espalda y rodillas tatuadas.
Empero, todo indica que la práctica de pintarse el cuerpo fue cayendo en desuso. Sin embargo, fue re-introducido en la sociedad occidental por los expedicionarios ingleses dirigidos por el Capitán Cook en su vuelva de Tahití en 1771.
Borneo es uno de los pocos lugares donde se practica actualmente la forma tradicional del tatuaje tribal.
El tatuaje de la Polinesia fue el más artístico en el mundo antiguo, estaba caracterizado por diseños geométricos elaborados, que eran embellecidos y renovados durante toda la vida del individuo hasta que cubrían su cuerpo entero.
El tatuaje se usaba también como castigo, y los individuos acusados de sacrilegio debían ser tatuados. Debido a esto, los médicos griegos y romanos empezaron a practicar la remoción de tatuajes.
En Norte América, se asoció el tatuaje con prácticas religiosas y mágicas, era un rito simbólico y una marca única que permitiría que el alma superara los obstáculos en su camino a la muerte.
Alrededor del 1000 A.C el tatuaje logró regresar por medio de las rutas comerciales a la India, China y Japón. A pesar de un glorioso inicio en Japón, el tatuaje estaba reservado para aquellos que habían cometido crímenes serios, y los individuos tatuados eran aislados por sus familias.
Hoy los cuerpos tatuados se han convertido en una moda (¿o plaga?) universal y se asocia a todo tipo de conceptos.
Obligado estoy de advertir que muchos médicos recomiendan tener cuidado al poner tatuajes en el cuerpo, porque las agujas con que los hacen pueden resultar altamente contaminadoras.
Le mostraré, finalmente, una galería, que encontré en Portalmix, de cuerpos desnudos “vestidos” con impresionantes tatuajes de verdaderos maestros en ese arte.
(No apto para mojigatos. Pincha la foto para agrandar.)
Las fotos: Demi Moore, Elle MacPhertson, Joyce Detroch, Shara Mils, Lisa McCune, Victoria Sil, Rebecc Romijn, Camila Wisofeld, Alessia Merz, Mujer con números, Seis portadas de Pink Floyd, Tres cuerpos, Un dolar, Sarah Ohare Xuxa, Justicia para todos, Tatuaje tribal, La misma vaca, Piernas, Ombligo bebedor ,Naomi Campbe, Inseparables, Cuerpo-rostro, Mujer fumando.
(Pincha las fotos para agrandar.)




























































martes, 28 de julio de 2009

Neuronas: disco duro cerebral

El complejo y enigmático cerebro humano está permitiendo, en los últimos treinta años, que el hombre obtenga informaciones, cada vez más precisas, aunque no en demasía, sobre su comportamiento, morfología y procesos funcionales.
Nadie desmiente ya el descubrimiento de Ramón y Cajal sobre el rol de nuestras 100 mil millones de neuronas.
Son espectaculares los avances que se han realizado para entender el complejo proceso de cómo la palabra oída llega a zonas específicas del cerebro, que la procesa en una millonésima de segundo para convertirla en palabra hablada.
El papel que hacen las neuronas, células altamente especializadas del cerebro que se aíslan en el Cortex y con cuya totalidad contamos prácticamente desde nuestros primeros segundos de vida, todavía parece ciencia ficción.
Erróneamente creíamos que para recordar algo, o a alguien, cientos de neuronas, mediante la sinapsis, reunían datas, audio e imágenes de lo que pretendíamos recordar.
Sin embargo, hoy se sabe que una sola neurona, actuando como un especializado disco duro, puede almacenar una sorprendente cantidad de informaciones.
Quizás esto explique la rara y bien ponderada capacidad de los actores para memorizar largos y disímiles textos teatrales.
Los científicos han descubierto que las células cerebrales que recopilan informaciones para ponerlas a disposición de la Memoria no son, necesariamente, millones como se creía. Sólo unas cuantas necesitamos para realizar esa función.
Desde estas premisas parto para declarar que es posible clausurar determinas secuencias neuronales y seguir funcionando otras actividades cerebrales.
Por lo tanto, podemos olvidar, selectivamente, algunos aspectos de nuestras vidas sin que esto afecte la mayoría de nuestras actividades vivenciales.
Casi podríamos plantear la posibilidad de realizar una especia de una huelga neuronal. Lo que podríamos llamar “Huelga de neuronas caídas”.
Todos conocemos individuos que han olvidado el ejercicio del pensamiento. Apenas viven “celularmente” (Que trabajo me dio escribirle el subfijo “mente" cuando tengo que hablar, precisamente, de los no mentes).
Pues esos individuos se alimentan, beben, comen mangú y mucho chicharrón de Villa Mella, o de donde sea; eso, para estos y estas, no tiene la mayor importancia; se tragan las mentiras de los presidentes y hasta creen que en verdad tienen libertad de expresión o de pensamiento.
¡Ingenuos! ¿O desmentalizados?
Esos son los que suelen preguntar: ¿El arte, la literatura y la cultura para que sirven?
Lo curioso es que aunque desprecian la cultura sus animaladas son parte de ellas.
Pero recuerde el lector que no solamente conforman este grupo los comechicharrones de aquí. ¡No!
Hay, también, políticos, comunicadores, religiosos, militares, funcionarios y hasta grandes empresarios que integran este… no precisamente formidable conglomerado.
¿Se me escapó alguien?
¡Claro! La matatana de "El Graduado", la que despidió a Iván García: Clarisa Paulino.
Pero que no cunda el pánico, que no sufra nadie, porque aunque un día una de mis neuronas borre su recuerdo no olvidaré del todo lo que hizo, porque como escribio el genial Albert Camus: “El corazón tiene su memoria.”
¡Qué vaina, eh!

G.C.

lunes, 27 de julio de 2009

"Cuca"; de Augusto Feria.

CUCA

A: Ángel Haché, entrañablemente
Por: Augusto Feria


El teléfono de disco color marfil, sonó tres veces aquella tarde, Tatí levantó el auricular con un "¡aaaló!" sin emoción, para escuchar la conocida voz de Manola, su cuñada que le decía:

- ¡Cuca acaba de fallecer!

Lanzó un quejido rápido, pero contenido, atinando a decir nada más… ¡voy para allá!

Antes de partir acertó a llamar a Martín, su único hijo, a quien le repitió la misma oración, con su mejor pose de La Dolorosa. Tomó su sempiterna cartera repleta de artilugios y caminó Las Mercedes hacia el este hasta la esquina de los bancos, donde doblaría hacia el norte, camino de su casa, frente a frente a la del Patricio, como indicaba Manola.

La casa solariega parecía un perenne recuerdo del Siglo XIX: Muebles vetustos, el reloj de péndulo, la vitrina de libros antiguos, de entre los que llamaban la atención los tres tomos de la primera edición de la Historia de Santo Domingo de Antonio del Monte y Tejada, también sobre la mesa redonda con mantel de fino encaje, Iris, la pata disecada como premio-recuerdo de sus doce años de vida. A su lado el teléfono, más allá el refrigerador con el motor en la cabeza, mejor conocidos en el ámbito familiar como el segundo y primer misterio que para completar la trilogía, el Espíritu Santo vendría a ser la electricidad, los únicos elementos del Siglo XX en el lugar, hasta ese año 1977; luego del patio interior, la habitación matrimonial del segundo piso con su palangana de porcelana, donde se encontraba Papín entre penumbras. Se abrazaron en silencio, quedando allí con el tiempo suspendido, como todo lo que les rodeaba.

Con el ímpetu de sus treinta y dos años, abrió Martín la puerta de la calle, con su propia llave. Manola, con cara de circunstancias se acercó a recibirlo, rompiendo el silencio con su típico ¡hay San José!, esta vez con voz trémula, ronca, profunda, como del más allá, Señalando hacia atrás, le dijo:

- Allá están.

Cuca salía poco, estaba gorda, sumamente gorda por su vida limitada a aquellas viejas cuatro paredes, abandonada, descuidada su apariencia, sus uñas largas, su mirada triste. Había fallecido sin enfermedad alguna, de repente; Papín decía que la mató el corazón.

Martín se acercó a su padre que entre dientes le dijo:

- ¡Ya está preparada! Y haciendo un gesto con la cabeza murmuró. ¡Bajemos!

Y así descendieron hacia el cobertizo a la vera del gallinero, único lugar vivo de la casa.

Su mortaja era de tela amarrada con cuerdas toda de henequén, intentaron tomarla con las manos, pero pesaba mucho, Martín pensó que podían vencer la dificultad, introduciendo dos palos de escobas que allí había entre las sogas, a modo de varales para la litera fúnebre, y poder sacarla hacia el automóvil. A duras penas - era muy pesada - caminaron con su carga de muerte hacia el comedor. Tatí y Manola, en una esquina observaban el sombrío cortejo, apretadas una a la otra. Por desgracia frente a ellas sucedió el accidente, uno de los palos se rompió bajo peso tan descomunal, cayendo el cuerpo sobre los mosaicos con un golpe seco y lúgubre; la escena se paralizó de inmediato… momento expectante que… sólo el sonido y el tufo de ése, su último pedo, la volvió a reanimar como cohete disparado al cielo. Corriendo, los sollozos aumentaron a nivel de histeria, una resuelta Tatí consolaba y soportaba con ternura a Manola, que no podía contenerse a punto de desfallecer. Sus amargos rostros veían todo negro; en ellos se dibujaban sus sentimientos más desesperados. Apresurados, con la premura de desaparecer el tremendo espectáculo frente a las más queridas mujeres de la familia, levantaron en vilo a la difunta con uñas, lágrimas, palos, dientes, cabuya y sudor, para colocarla con rapidez en el Peugeut 204, aparcado en la calle.

Terminado el trabajo, se acicalaron con parsimonia Tatí y Papín; Martín preguntó, mientras aún resoplaba y se secaba el sudor:

- ¿Manola no va? Papín contestó con parquedad:

- No, ella no soporta estas cosas.

Así se inició el cortejo fúnebre, despacio, como lo ameritaba la ocasión; tomaron la Arzobispo Meriño hacia el malecón y luego hacia el oeste para los lados de Metaldon; sería su última morada. La característica del trayecto fue aquel silencio descomunal, a veinte kilómetros por hora; treinta y tres minutos tardó - la edad de Cristo, diría Manola santiguándose - únicamente las respiraciones pausadas de los protagonistas se sentía. Mientras también, lentamente caía la noche.

Al llegar al lugar se escucharon nada más palabras breves, sotto voce. Mereció igual prodigio, sacar el cuerpo del baúl para lanzarlo al mar. Después de aquello Papín permaneció en silencio, oteando el horizonte, el pie derecho sobre una roca, la brisa le arremolinaba el pelo, parecía la viva estampa de Napoleón, su personaje inolvidable, como nos lo presentan en las viñetas, escudriñando el campo de batalla de Waterloo… Sólo se le escuchó decir:

- ¡Carajo! Que poco vale la vida.

Martín recordaba con nostalgia los recuerdos gratos de sus días de niñez, sus retozos con Cuca, cuando la atropelló el automóvil, aquella tarde en que se perdió, la vez que le entablilló la pata…. Pensó que faltaba el epitafio: Aquí yace Cuca Andújar, perra fiel hasta la muerte.


Santo Domingo R. D.
20 de febrero 2008
885 palabras

domingo, 26 de julio de 2009

Encuentro en La Boca con el tango

En un reciente viaje teatral que hice a la Argentina… ella misma, la de la calle Corriente con sus cientos de teatros, la de Borges, Cortázar y el Che Guevara. La que siempre está como posando para la historia o alguna foto. La del tango.
Exigí a mi hija Fiora, quien organizó la presentación de Quíntuples (de Luis Rafel Sánchez.) en Buenos Aires, que luego de concluir las presentaciones, como ya sería libre, me condujera a la pequeña capital del tango: La Boca.
Salimos hacia ella en un taxi normal, pero con un condutor algo más que loco.
La Boca esta allí, en su sitio acostumbrado, en la misma embocadura del río La Plata. Nos golpeó de una vez en plena cara.
Fiora informa: ¡Ahí está la calle Caminito!
Caminito que el tiempo ha borrado,
que juntos un día nos viste pasar
he venido por última vez,
he venido a contarte mi mal.
La Boca es un barrio porteño fundado por negros, indios, italianos, franceses y alemanes. Sus casas son de múltiples colores.
Era un barrio pobre. Como la gente no tenía dinero para comprar pintura, la robaba de los barcos. Las casas eran, entonces, pintadas de una amalgama cromática dictada por la oportunidad.
En un bar un viejo canta tangos.
Caminito que entonces estabas
bordado de trébol y juncos en flor,

una sombra ya pronto serás,

una sombra lo mismo que yo.

Pedimos una botella de vino y disfrutamos. Pienso en Tony Raful, Luis González Fabra y Víctor Pinales. No están aquí. ¡Qué desdichados son!
Otros ancianos, presentes en espíritus, nos cuentan sus historias.
-Entre los años 1850 y 1890 se desarrollan los primeros elementos estructurales del tango. El nombre proviene del vocablo tang, que en una de las lenguas habladas en el África significa palpar o acercarse. En América la palabra signaba la fiesta de gente de color, 25% de la población de Baires lo era para le época que surje el tango.
El baile del tango tiene un contacto directo con la “habanera” cubana.
-Las parejas de movían al ritmo del candombe, una forma de danza en la que la pareja no se enlazaba y bailaba de manera más marcada por el ritmo que por la melodía-.
Rolando y Lorena (dos famosísimos bailadores de tango) se han parado a bailar. La atención prestada es ceremoniosa.
El macho mira a la hembra y la domina; sin embargo, esta se aleja. Rápidamente Rolando la atrae hacia sí. Lorena desliza una pierna para inmediatamente recogerla. Pegándole la cara se recuesta sobre Rolando que la “arrastra” por el salón.
Celebro la ejecución de los llamados pasos básico y el ocho.
Aquí surgió el tango arrabalero.
-Hombres y mujeres con los cuerpos fuertemente abrazados.
Condenado por la iglesia y prohibido por la policía por incitar al escándalo, el tango fue asociado con la lujuria y la diversión insana. Su prohibición obligó a bailarlo en sitios ocultos hasta principio del siglo XIX; -por eso su ambiente de nostálgica pasión-, afirman los ancianos contadores de leyendas.
Rolando y Lorena parecen desafiarse. Ella arquea el cuerpo y da la espalda. Él la coloca sobre una de sus piernas. Ella sensualmente se desliza.
¡Magnifico nos parece el gancho realizado, aunque mejores la sacada y la barrida.
El tango es un sentimiento triste que se baila.
Desde que se fue triste vivo yo.
Caminito amigo, yo también me voy.
Desde que se fue nunca más volvió,

Seguiré sus pasos. Caminito, adiós
-Amparados en la oscuridad de la noche, guapos y arrabaleros deslizaban sus sentimientos en lo profundo de un verso o bailaban abrazados a su ardiente compañera… o compañero-.
Era común el tango bailado entre hombres.
Precisamente en otro bar de Baires vimos dos parejas de hombres bailar un tango de salón. ¡Impresiónate aquel tango estilizado!
-Paralelo al baile surge la expresión oral de los malevos, de los chulos y los pendencieros: el lunfardo-.
Algunos investigadores aseguran que se trataba del habla de los porteños. Empero, Borges sospechaba que la “lengua” lunfarda nunca existió y que solamente eran vocablos creados para cantar el tango.
Caminito que todas las tardes
feliz recorría cantando mi amor,

no le digas, si vuelve a pasar,
que mi llanto tu suelo regó.
-En 1910 algunos jóvenes que venían a bailarlo a escondidas aquí en La Boca lo introducen en París. Rápidamente se popularizó en el mundo entero. Aunque se resistió durante un tiempo Buenos Aires cayó, finalmente, rendida ante la danza inevitable. Pero fue preciso esperar 20 años más para que entrara en las casas definitivamente-.
-Lorena me pide que baile con ella. No puedo negarme. ¡Aquí estoy justo dentro de la historia!-
La Boca y el tango ahora son patrimonios culturales.
Te encuentras con ancianos como estos y te topas con toda las leyendas y sus nostalgias. Los ve y te introduces irremediablemente en el pasado.
Suena un bandoneón y ocurre la magia. Regresan Peñaloza, Filiberto, Gardel, Troilo, Manzi, Corsini, Magaldi y todas sus historias.
Caminito cubierto de cardos,
la mano del tiempo tu huella borró.
Yo a tu lado quisiera caer,

y que el tiempo nos lleve a los dos.

¡Otra botella de vino!
Mis hijas, Fiora y Renata, no aceptan. Dicen que debemos interrumpir la bohemia porque siempre es un poco peligroso la parranda tarde en La Boca..
Iré al hotel, pero me escaparé. Todavía tengo que averiguar por qué Malena de Toledo dejó de cantar cuando le escribieron “su” tango.
Malena canta el tango con voz quebrada,
Malena tiene pena de bandoneón.
¡Bravo por el tango, su lunfardo y Baires! ¡Que no se mueran nunca!

G.C.

lunes, 20 de julio de 2009

La magia en la escena caribeña

El caribe no es precisamente una región homogénea. En las islas y archipiélagos que lo integran hay disímiles acentos y tonos culturales. Por eso hablar de un teatro caribeño entraña riesgo. Pero el riesgo es, según plantea Luis Rafael Sánchez en su obra QUÍNTUPLES, una de las características del teatro nuestro.
Compartir con el lector pretendo algunas singularidades de nuestro teatro que en mis años de hacerlo he observado.
Nuestro teatro es rico en imágenes, colores y quimeras:
Cuando los primeros conquistadores descubrieron a los indígenas que ya habían descubierto el caribe, trajeron un idioma, una preocupación, un estilo y otra historia; es decir: una cultura. Esta terminó mezclándose con las de las islas.
La cultura indígena finalmente resultó más fuerte que los mismos habitantes de la región del caribe. Más de 500 vocablos, costumbres, sistemas agrícolas, etcétera han sobrevivido al exterminio que los guerreros españoles efectuaron en la isla de Santo Domingo.
Cuando los negros africanos fueron obligados a venir a la región trajeron también una cultura que se fue entrelazando con las existentes.
El resultado final fue una rica, variante y especial cultura en nuestras islas.
El teatro se inició por esos tiempos. Las primeras líneas escritas y representadas en la época de la colonia fueron autos sacramentales. Nacieron de la confrontación. Lo que determina que se cumpla uno de los ritos y requisitos del teatro universal.
Hablo, por supuesto, del entremés de Cristóbal de Llerena. En dicho entremés su autor y director cuestiona a las autoridades coloniales. Estos, en represalia, lo expulsaron del país. Convirtiéndose Llerena en el primer teatrero perseguido en la isla.
Con el devenir, las particularidades de la cultura fueron determinando el compromiso teatral. Este se mantuvo durante mucho tiempo muy ligado al estilo español. Pero paulatinamente fue buscando un tono, un sello y una forma nacional.
Ricard Salvat, prestigioso hombre de teatro español, nos comentaba que el futuro del teatro universal podría estar en Hispanoamérica. Muchas de las características ritualísticas de nuestro teatro lo asemejan al de los orígenes, ha dicho y escrito Ricard Salvat.
Nosotros no hemos desarrollado aún una técnica escénica, no un estilo terminado. Apenas tenemos una forma de expresarnos sobre el escenario. Pero lo hacemos de una manera total y definitiva. Es un acto de fe y entrega.
Preciso señalar unos comportamientos, unas expresiones, una actitud y algunos símbolos que he advertido en la escena nacional.
El color:
Tiene mucho importancia el color en nuestro teatro. Hay una sorprendente magia detrás de este.
El amarillo: Expresa todo un comportamiento, una energía una voluntad. Toda la simbología de nuestro teatro es enmarcada dentro de este poderoso color. Hay también dentro de él una añoranza, un pasado.
En nuestra magia popular este color corresponde a Anaísa, la reina de las metresas nacionales
El rojo: Expresa sobre el escenario la fuerza de nuestras pasiones. No es por pura casualidad que está en nuestro más importante símbolo patrio. Aprovecho este espacio para recordar que aquel que eligió ese color como parte de nuestra identidad, Juan Pablo Duarte, empezó su lucha independentista precisamente desde los escenarios. Convirtiéndola en única en todo el mundo.
Candelo es para la religiosidad popular el barón rojo del panteón vudú.
El verde: Sin dudas es el que mejor nos representa. Es donde ponemos toda la fantasía y nuestros mejores sueños.
En el panteón vudú han asignado el color verde a Belié Belcán Toné, astuto guerrero popular.
El azul: El color de los guerreros. Con él manifestamos una intransigencia. Es el estandarte de la intrepidez dominicana.
Quizás por eso se le asignó ese color a Ogún Balenyó, el gran guerrero (especie de Ministro de Armas) para nuestro magos populares.
El blanco es el hilo conductual. Lo usamos como líneas. Une las razas, nuestras emociones, nuestras pasiones, las diferentes culturas que conformó la mezcla.
La pura Metresilí es la dueña del blanco en la magia popular.
El dolor: Puse en mi obra Amanda, en boca de Candelo que “no es el amor... es el dolor lo que purifica al hombre”. Algunos expertos en la cultura griega afirman que entre los propósitos del teatro griego estaba la catarsis.
Se me antoja que el dolor que se manifiesta en la escena dominicana está ahí para purgarnos.
Observo ese mismo comportamiento en todos los rituales de nuestra magia organizada.
No he podido determinar el origen de nuestras supuestas culpas, apenas he llegado a identificar la intensidad del dolor... y a padecerlo.
El amor: Dentro de este Segundo Festival Iberoamericano de Teatro, pudimos apreciar varias realizaciones españolas. Vimos sus características. Establecimos las diferencias. Se advierte en los europeos peninsulares un aceptable nivel técnico; pero debilidades en sus pasiones sobre el escenario.
En el teatro dominicano esto es precisamente lo que sobra. El amor que exponemos en la escena es absoluto y grandilocuente. Su energía suple con frecuencia las debilidades de la reflexión.
Es el amor, sólo este, lo que ha hecho sobrevivir y crecer nuestro teatro; despreciado y temido por la gran mayoría de nuestros gobernantes.
La magia: Una parte de la actividad teatral dominicana ha vivido dándole la espalda a toda la magia que existe dentro de nosotros. Ese teatro tiene su importancia, pero no nos permitirá construir un lenguaje propio, una estética teatral nacional.
Un teatro no es nacional porque lo escriba un nativo de un país.
Lo es cuando sus símbolos, su lenguaje, sus modos, sus usos, sus temas y sucesos realmente contienen la cultura del país.
Es en ese sentido que, particularmente, hemos estado hurgando en los misterios de nuestra magia, para desde ella construir obras como Amanda, Virginia-Sombra, La Virgen de los Narcisos, Sobre Locos y Duende, Barrio 7 tumbas; entre otras.
Todo el dolor, el amor y el color que ya he citado están contenidos dentro de los rituales sincréticos dominicanos.
Sus gestualidad es especial. Sus saludos se parecen, más de lo imaginable, a la manera de comportarnos ordinariamente. Los “pases” y “transes” nos permiten una riquísima experiencia que transformamos ahora en verdades escénicas. El canto agudo de los atabaleros está hasta en la musicalidad de nuestros “buenas noches”. Las pasiones de nuestros luases le dan a nuestra cultura una sintonía especial.
No podemos vivir de espaldas a esa realidad cultural.
No olvido, desde luego, que hablamos en español, que nuestra educación escolar es española, que la mayor parte de nuestra formación es española.
Pero hay una cultura indígena que no pereció con el exterminio de los primeros habitantes de la isla. Hay una cultura negra que llegó con los esclavos africanos y que decidió quedarse para siempre.
Las tres tendencias culturales, cada una con su acento se fueron, como ya he dicho entrelazando.
El resultado es una palabra sonora, un canto hondo, una gestualidad particular, una gramática visual, una reflexión, un grito. Todo esto para transformarse en un sincero rito.
Alguien decía que el sancocho era la mejor representación de nuestra cultura. En él hay un poquito de muchas cosas: yuca, plátano, ñame, yautía, verdura, varias carnes, tambores, redoblantes, cencerros y el agua como diluyente. Todos estos alimentos y elementos tiene o debe tener nuestro teatro.
El camino, parece ser, lo está indicando desde hace tiempo nuestra antropología.
Espectadores y artistas coinciden en que debemos escuchar sobre el escenario a nosotros mismos y a las voces de muertos que aún no se han marchado.
Cuando el aire penetra por los cacaotales produce un sonido muy especial. Cuando dos o más personas majan arroz o café en un mismo pilón y al mismo tiempo hay un sonido y un riesgo fascinantes, cuando la palabra se vuelve canto en el tono alto de los atabaleros nos expresamos todos, cuando Candelo, Anaísa, Belié Belcan Toné, el guerrero Ogún Balenyó, Gran Buá y Tinyó Alaué, se “desmontan” en semana santa porque es el tiempo de Jesús Cristo (el de Nazaret o el de Bayaguana, no importa.) descubrimos que la mezcla es feliz y coexiste.
En todo esto, entiendo, está el color, el sabor y el contenido de nuestro teatro.
Finalmente esto procuro: Un Teatro Mágico Dominicano.
Hay una cultura oficial que ha pretendido negar la importancia del sincretismo mágico-religioso aquí. Se ha llegado tan lejos en ese sentido que se asegura que el vudú, por ejemplo, pertenece exclusivamente a Haití.
Nada más carente de lógica. No podemos soslayar el hecho de que los esclavos africanos que trajeron los españoles vivieron primero aquí antes de construir la nación haitiana.
Fue aquí donde se les prohibió por primera vez adorar a sus deidades nativas. Fue primero aquí donde ellos engañaron a los españoles haciéndoles creer que adoraban a santos católicos, cuando realmente lo hacían a sus dioses africanos.
Anaísa es una deidad nuestra. Está ahí vestida de amarillo, con leyendas de todos los colores ayudando a nuestros actores y actrices.
Belié Belcán se viste con sus mejores galas verdes cuando se le ilumina en los escenarios dominicanos.
Los guedeses y el Barón Samedí ya debutaron en “La Saga del Baron”.
Candelo es figura obligada de la escena antropológica dominicana. A todos nos arropa con la severidad de sus gestos y su inconfundible bata roja.
Ogún Balenyó, vestido de azul, cabalga solitario sobre las tablas de nuestros escenarios.
Hasta el gran Toró, con su bata marrón, pide sangre sobre el escenario.
La india Mencia se ha convertido en metresa y ya susurra a los dramaturgos sus historias.
Metresilí Dantó ya esta lista para darle toda su elegancia al teatro nuestro.
Todo el contenido de la magia se manifiesta hoy, se abre paso en la escena dominicana. Demanda que se corran las cortinas que le han impuesto.
Detrás de los luases y metresas que he citado, y de los que no, hay anécdotas fantásticas, hay actitudes fascinantes, existe la autenticidad de un rito, la pasión de unas geniales leyendas y una mitología única que sobre los escenarios sería cautivante.
Detrás de toda esa magia nuestra, existe la gran posibilidades de un lenguaje teatral propio, que ni el racismo debe impedir.
¡Telón!

El cine nuestro de cada día

El cine que actualmente estamos haciendo los dominicanos realmente no anda por buen camino. Las deficiencias argumentales, técnicas y actorales han llegado a un punto que prácticamente constituyen un escándalo. Y en algunos caso hasta una vergüenza nacional.
Sé que esta opinión mía va a irritar a muchos “cineastas” criollos. Unos, los más condescendientes, pondrán un truño y dejarán de hablarme, otros pedirán que mi cabeza se exhiba en una pica del Parque Independencia, algunos querrán que Leonel Fernández me declare sociópata nacional.
Soy mocado y miedo no tengo. Además, algunas cosas deben ser dichas ya, aunque se molesten los “dueños de la industria” y sus asalariados.
Nuestro cine de ficción, según constatamos en una pagina de Internet de la Dirección de Nacional Cine, comienza a realizarse en el 1922 (La leyenda de la Virgen de la Altagracia) con gran aceptación de público indican las crónicas de la época. Luego continúa con una comedia realizada en 1924 (Las emboscadas de Cupido). Se trataba de una ingeniosa y divertida película.
La tiranía trujillista cercenó el joven proyecto cinematográfico, que reaparece en 1963 con “La Silla”, de franklin Domínguez.
La historia habla de notables documentales realizados y hasta adaptaciones de singulares obras de nuestra literatura (Viacrusis, basado en un cuento del profesor Juan Bosch)
Estas realizaciones, indudablemente, trazaron un camino alentador, que se agiganta en el 1988 con la filmación de “Un Pasaje de Ida”, de Agliberto Meléndez.
Hasta ahí los trabajos en el celuloide marchaban bien. Ciertamente las películas realizadas hasta entonces tenían deficiencias imposible de negar. Pero sus guiones eran serios, el trabajo actoral de primera, la dirección rigurosa y la edición pretenciosa. Ante lo acontecido en la pantalla grande se pensaba que el futuro era promisorio.
No ha sido así. Aunque tenemos gente con buena formación cinematográfica en nuestras producciones de cine las fallas son alarmantes.
Aquí tenemos actores y actrices que no son segundos de nadie en ninguna parte del mundo; empero, la mayoría los “directores” y “productores” de películas dominicanos utilizan mucho personal de poco talento. Los guiones carecen de ingenio y las historias que presentan son verdaderas tonterías. El mal gusto campea por doquier. Las intenciones artísticas son virtualmente descartadas.
El panorama que presento es muy sombrío. No lo niego. Bueno, eso es lo que se ve en la pantalla grande del llamado “naciente cine dominicano”, que por serlo, según se nos reclama, hay que perdonarle su dislates.
Los espectadores dominicanos, en términos generales, han acudido a apoyar nuestras realizaciones fílmicas; pero ya han comenzado a fruncir el seño. Cada día uno ve menos público viendo nuestras películas. Algo que muchos veíamos venir. La mala calidad acaba ahuyentando a todos. Hemos sido compresivos; pero no más.
El “naciente” cine mexicano de hace más de cien años, es mucho mejor que todo lo que se está haciendo aquí en estos momentos. Su historia, su incidencia y repercusiones internacionales así lo demuestran.
Al parecer nosotros saltamos grandes capítulos de la historia del cine de otros países que nos hubiesen servido de experiencia.
Tampoco acepto el pueril argumento de las limitaciones económicas. Países con mucho menos recursos que nosotros hacen cine de mayor calidad que el de aquí. Películas que nos llegan de muy bajo presupuesto tienen facturas artísticas elevadas. Para hacer arte lo que hace falta es ser muy artista y menos negociante.
Por ahora dejo las cosas aquí. Esta es mi sencilla opinión. Pretendo, solamente, llamar la atención sobre el acontecimiento cinematográfico nacional y preocupar a los que aún tienen sensibilidad, porque quiero creer que aún no todo se ha perdido. “La Victoria” y “Pasaporte Rojo” nos demuestran que quedan esperanzas.
Entonces ¿quién le pone el cascabel al gato? Yo dije lo que tenía que decir, pero… ¡Oigan la bulla!