martes, 28 de octubre de 2014

Tony nos ha reivindicado

Un día, poeta, ¡habrá duelo nacional!

Hay un enojo colectivo en la comunidad cultural con la actitud oficial asumida tras la muerte del prohombre cultural, que en vida se llamó Mariano Lebrón Saviñón. No negaremos, para enaltecer a don Mariano, la trascendencia de otros. No. Lo que si debemos estar claro es de que ningún mérito alcanzado en la inmediatez de una pasarela, se asemeja siquiera al más sencillo aporte de las conquistas culturales de Lebrón Saviñón; a quien no pocos equiparamos con el mismo Pedro Henríquez Ureña. Tony Raful ha publicado hoy en el Listín Diario, un artículo excepcional que pido a todos mis amigos a leer y, si así tienen a gusto, compartir: 

http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2014/10/28/343121/Un-dia-poeta-habra-duelo-nacionalTony Raful
A Mariano Lebrón Saviñón
Desde el Cantar de los Cantares a los versos de Mariano Lebrón Saviñón, desde la espátula de un “rocío de miel” hasta el uso diestro del lenguaje, la incisiva y voraz consumación del verso puro, desde la pertinaz versión de los conciertos coreados en Atenas hasta la iluminación interior de lo inefable, desde la bitácora de las goletas que anclaron  en las costas lapislázulis del mar de los sargazos, hasta lo más hondo de una finitud de materia y llanto, bordeando la frágil compostura de una retentiva de llovizna y pájaros. 
Ha muerto el poeta Mariano Lebrón Saviñón, y ¿por qué no se han detenido los horarios mendicantes, el tiempo de las oficinas y los burócratas, el asedio de la codicia y la siesta de los hartazgos? ¿Por qué no hay un decreto llenando de gris cortés, de ofrenda nerviosa y limpia las mañanas de sol, los escapularios de las poblaciones? ¿Por qué no se han enterado que ha muerto un poeta y que, cuando muere un poeta, el mundo se constriñe por segundos, se le muere una lengua vital, un fuego manso que mece en endecasílabos y sonetos, el aliento constante de un conglomerado de palabras y amores?  
¿Por qué no han suspendido las ceremonias del hastío, el trajinar, la vocinglería, los rituales obsoletos del poder? ¿Por qué no han decretado la suspensión de todo festejo que interrumpa el vuelo de su alma antiquísima  al reino absoluto de los cielos? Mariano, poeta exquisito, educador, médico, ícono de la Academia Dominicana de la Lengua, fundador de la “Poesía Sorprendida”, Duartiano, amigo, padre, vivió en una humildad escogida, sin atisbos prepotentes, con una vocación de servicio que  conmueve. 
En su boca el lenguaje era preciso en la riqueza idiomática y en el tratamiento conceptual. Su obra, la historia de la cultura dominicana en varios tomos, es un recipiente de ideas y formulaciones que constituyen la base histórica de una interpretación de la formación cultural dominicana y sus valores primigenios. “Los Triálogos: poesía a tres voces”, escrita junto a los poetas Domingo Moreno Jiménes (creador del movimiento literario, El Postumismo) y Alberto Baeza Flores (chileno y universal), en 1943, constituye uno de los legados más hermosos  intensos de la poesía dominicana, con un flujo amoroso, con acentos filosóficos y una hondura humana trascendente. 
Su texto, “Arrebatada muerte”, es un derroche de sensibilidad y alta calidad estética, precedido de una cita del gran Garcilaso de la Vega, que dice: “Tengo una parte aquí de tus cabellos”: “Rosa en botón en llama de la aurora/ todo vino de ti, el mar, la risa/ la caricia del sol  que se acalora/ la tempestad, enfado de la brisa/ y el mejor ruiseñor de mis cantares/ Tú mi rosa mejor, mi alba, mi sonrisa/ el más alto llorar de mis llorares/mi purísima luz enceguecida/ los náufragos encantos por mis mares/ se fueron por tus márgenes dormidas/ Rosa en mi soledad, recuerdo mío/ola del hondo mar que no se olvida/ Mi mejor soledad muerta de frío/Olvidarme en tu fe, llorar tu viento/ mi soledad de luz, tu inquieto hastío/Fue malherir mi ardido pensamiento/dejarme como ciervo en el olvido/ desesperado en tu dolor mi acento/ fue como nube en el dolor dormido/ como locas campanas derramadas/ como libres claveles desprendidos/ tú, mi rosa mejor, mi camarada/el único habitante de mis hastío/ que al hacerte ademán de la alborada/ al llegar a mi mundo muerto y frío/ tu aletear de palomas en arrullo/ te llamé soledad, recuerdo mío/ Hoy se mira mi amor en tu murmullo”. 
Ha muerto el poeta Mariano Lebrón Saviñón, quizá ya estaba fuera del mundo que abandona, para tan alta vibración y presencia de los sentidos y el amor, la vida era memoria y olvido. Para nosotros hay un vacío de musas, el sueño alterado de las saudades. Un día tocarán los altos campanarios y se dictarán días de duelo oficial porque ha muerto un poeta, y alguien tomará de sus manos a una muchacha en una escuela, y leerá sus versos, para que Mariano trepide en la remembranza de su gran poesía y de su grandiosa y querida existencia en la tierra.