viernes, 3 de agosto de 2012

Una carta inconclusa a Rafael Villalona


Una carta inconclusa a Rafael Villalona
Por Giovanny Cruz Durán.

No serán suficiente unas cuantas lágrimas para despedirte, amigo, cómplice y compinche. No lo serán. No serán suficiente conversaciones de cafetines para ensalzar tu paso por este universo que siempre luce absurdo ante la muerte de los que nunca deben irse... como tú. No habrá nostalgia tan grande para apenas esbozarte. No te haremos “perfecto” en la bohemia recordando tus puestas en escena. No permitiré que el llanto te acompañe en tu último viaje y luego sea la excusa para olvidarte. ¡No lo permitiré!

En cada región de este país dejaste tus palabras, tus enseñanzas y tus principios. En cada escenario, formal o no, dejaste lo mejor de nuestro Arte. En las paredes de todos nuestros teatros, hasta en aquellos a los que nunca fuiste, vivirás como duende teatral... para siempre. 

Con tu partida uno comprende que la Vida se ensaña solamente con los vivos. Porque... ¿con quién hablaré ahora de nuestras quimeras escénicas? ¿con quién criticaré ahora las incongruencias de nuestros políticos? ¿quién me conminará ahora a sublevarme en contra de lo establecido y a fundar junto a él una nueva República cultural? ¿quién me conminará ahora a reciclar constantemente al Teatro dominicano? ¿quién será ahora el primero en leer mis piezas teatrales y comentarlas? ¿quién será la obligada referencia ahora de la maestría teatral? ¿quién será el entrañable contertulio de nuestras intensas e interminables noches de bohemia cultural? ¡Nadie llenará esos espacios! ¡La gente como tu, Rafael, es sencillamente irremplazable, única e irrepetible.

¿Paz? La burocracia de la muerte me exige usar esa fórmula. Pero no lo haré contigo. Igual que me niego a recurrir a otros recursos de los cuales ambos siempre desconfiamos. 

Sin querer, el egoísmo me ha estado impulsando a ello, he estado formulando un recuento de todo lo que nos aportaste en la forma de vida por nosotros conocida. ¡Fue tanto! Tanto que nunca alcanzará el mundo, y me incluyo en ese grupo, de justipreciar el tamaño de esos aportes.

Es justo que te deje descansar y permita que empieces a preparar los escenarios en el lugar que escogerás como morada. Recuerda que un día de estos iré a visitarte. Avisa que lo haré. Como otras tantas veces comparte tus escenarios con tus amigos y colegas... y tu sapiencia. 

Aún no he hablado con Iván García de esta noticia. Puedes imaginar cómo lo tomará. Tony Raful no ha vuelto a decir una palabra desde que supo que te fuiste. Onorio Montás, que se refería a ti como “Michy”, se ha negado creer en mis palabras. He visto una mirada asesina en Indira Mejía desde que supo del caso. Mario Lebrón soltó una lágrima y tres no usuales palabrotas. Garcia Cartagena solo atinó a construir una pregunta y ni una respuesta. 

El movimiento teatral dominicano está anonadado. Con casi todos nuestros amigos y colegas había celebrado que tus células cancerígenas, prácticamente, estaban desaparecidas. Por eso no comprenden, ahora, por qué la cura te causó letales complicaciones en tus pulmones y en los riñones.

Recuerdo que al regresar de mi último viaje a Puerto Rico conversamos y me dijiste lo bien que te sentías y que planificabas reintegrarte conmigo a nuestras tertulias y bohemia. Me pediste que te diera unos días para curarte de un gripe que te afectaba. Sin embargo, era algo más que eso. Era otro enemigo que se te alojó, como un ángel infernal, en tu cuerpo. Uno que se agazapó en tu organismo como un enemigo irresponsable y traidor. 

Bueno... te fuiste, amigo, y estás camino a trascender. Dime algo, Rafael, ¿es oscuro el camino? ¿hay destellos en la zona por la que transitas?

Acabo de concluir una nueva pieza teatral ¿dónde te la envío para que la leas? ¿Pasarías tú mismo a recogerla? Tengo otros asuntos que contarte. Se trata de cosas absolutamente sentimentales... ocurre... ocurre, amigo mío... hace unos días... ¡Maldición! ¡Te dije siempre: no te mueras nunca!