sábado, 21 de marzo de 2015

¿Estado sobreprotector?

¿Estado sobreprotector?



Se ha debatido por años la filosofía del Estado sobre los estamentos de Cultura. Creo que existe un consenso sobre la participación de este en los diferentes procesos culturales. Siempre: estimulador y facilitador de los verdaderos actores culturales. Nunca: competidor o interventor de los citados procesos. ¿Claro esto?

El Estado protege la Cultura de un país. No la produce. ¿De acuerdo?

Las distintas administraciones culturales (cuyos locales, gastos corrientes, sueldos de funcionarios, nóminas de empleados, gastos de representaciones, y otros, son pagados por el Estado que los ciudadanos sostenemos) tienen que servir a los agentes culturales. Esto es simple. ¿Verdad?

Es necesario que los ciudadanos vean muy claramente las señales que envía un gobierno sobre su accionar. ¿Cierto?

Para que los simples ciudadanos (¿o mortales?) entiendan y asimilen las señales que hacen los dirigentes desde la cueva, estas deben tener ciertas condiciones: coherencia, diafanidad, integridad y justicia. ¿O no?

Uno de los tantos logros que aplaudo de esta gestión tiene que ver con la salud. Ocurre que eliminaron una distorsión que existía en los hospitales y que, vergonzosamente, llamaban... “cuota de recuperación”. De esta manera lograron una notable coherencia estatal. ¿Me siguen?

Uno de los errores que se suele cometer aquí, es ver a ciertas instituciones culturales como oficinas recaudadoras. No los son. Para los artistas y demás agentes culturales las instituciones que nos son afines deberían ser facilitadoras. Sin embargo, la relación que históricamente tenemos con ciertas intuiciones es de onerosidad. ¿Preocupados?

No planteo que el Ministerio de Cultura asuma el rol de “Estado protector”. ¡No! Pero no es aceptable que el Ministerio se auto designe como “Estado alquilador”. Su verdadero sentido está como facilitador o motor cultural. ¿También lo ven ustedes de esta manera?

Es indudable que uno de los pilares responsable del giro supremo que ha dado el negocio del Cine en nuestro país, está directamente relacionado con la renuncia que hace el Estado a ciertas recaudaciones que le correspondía efectuar. En ese sentido, el Estado dominicano se constituye en el principal patrocinador de nuestro Cine. Cuando ese mismo Estado renuncia a la afrenta llamada “cuota de recuperación ” en los hospitales, está interviniendo directamente en la salud de la gente y en su misma economía. ¿No les parece, entonces, una gran incoherencia que esto no ocurra de similar manera en otros sectores del Arte y la Cultura?


Lo que pretendo es que los asalariados estatales, en los locales oficiales, entendamos que determinadas renuncia a determinadas... —¿cuotas de recuperación?— constituyen inversiones positivas en el quehacer cultural del país. No creo que sea necesario citar los beneficios generales que esto conllevaría ¿O sí?

Recuerdo que Milagros Ortiz Bosch (siendo Ministra de Educación) dijo en un congreso: “Primero la Cultura y luego la Educación.” ¿Entendieron?

Les recuerdo que el Ministerio de Educación paga a los maestros de escuelas públicas, cubre los gastos generales, ayuda con los libros, en algunos casos otorga desayuno y construye los locales. Y no le cobran a los estudiantes por el servicio. Desde luego que entienden esto como una gran inversión nacional y no como un gasto. No planteo que el Estado regale todo a los artistas y demás actores culturales. Por supuesto que no. Pero si deseo que estos no sean obligados a tener relaciones leoninas con el supra Estado. ¿Lo asumen?

Desde mi óptica, creo que es hora de que hagamos reflexiones profundas en los distintos estamentos culturales sobre políticas culturales. Creo que no debemos en esos estamentos colocarnos frente a los gestores, sino a su lado. Hace muchos años aprendí que los electrones están dentro de los llamados cables del tendido eléctrico. El trabajo de los generadores de corriente estriba en hacer que esos electrones fluyan en una dirección y se conviertan en electricidad. Los ciudadanos funcionarios o empleados públicos debemos actuar de manera semejante a los generadores... y hasta con mayor discreción... y sin interrupciones. ¿Lo haremos?