La iluminación teatral
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Keraunoscopeion del teatro griego |
Los primeros indicios
del aprovechamiento de la luz en el teatro llegan de Grecia. Al construir sus
anfiteatros los griegos procuraban que el sol quedase en las espaldas de los espectadores
y frente a los actores. Sobre un trasto (keraunoscopeion) color negro pintaban rayos para que, al moverlos, produjeron destellos “mágicos” que anunciaban las
llegadas de dioses. También utilizaban espejos cóncavos para producir incendios
sobre el escenario.
Casi todo el teatro de la
Edad Media giraba en torno a temas sacros. Como se realizaba en templos las
luces de los cirios eran las que iluminaban. Se utilizaba la descomposición de
la luz a través de vitrales para producir efectos visuales.
Serían los artistas de
Renacimiento los primeros en lograr las primeras transformaciones de la luz en
escenarios.
En 1501, Italia, ocurre
el primer gran evento teatral con absoluto despliegue de recursos de iluminación.
Mantigua, en Mantova, da un uso a las luces descrito como espectacular y
riquísimo. Esto, por la cantidad y forma de los candelabros utilizados.
Pero la
primera representación iluminada con luz artificial fue “La Calandria”, del
cardenal Bibiena, espectáculo montado por Baldasarre Peruzzi en 1515 para el
papa León X.
Bastiano da Sangallo creó dos
dispositivos para “Comodo” (Florencia en 1539): una linterna de madera para
usar en arco y un sol de un brazo de altura con cristal lleno de agua, detrás
del cual había dos fuegos. Esto acentuaba la perspectiva y el sol se movía
desde el amanecer hasta el atardecer mediante un dispositivo.
Sin embargo, el mayor desarrollo de la
iluminaria ocurre en 1580, en el teatro Olímpico de Vicenza: utilizaron velas y
lámparas de aceite en el interior de los pasillos escenográficos.
Leonardo Da Vinci crea las primeras luces
de colores: esferas de vidrio llenas de agua coloreada y con un cilindro en el
interior, dentro del cual colocaba candela. También se habla de reflectores
para producir una luz fuerte y concentrada: una pieza pulida que reflejaba la
luz de una antorcha como esplendor de sol. Igual producía efectos de relámpagos
tirando polvo de barniz sobre la llama de una vela dentro de una caja detrás
del decorado.
Durante el Barroco la iluminación da
un salto espectacular. Para la representación de “Psyché”, en 1703, se
utilizaron 11 arañas de 12 velas cada una, además de 600 velas en el escenario.
Más tarde sustituyeron las esferas llenas de agua y se experimentó con
cristales, espejos y vidrios para producir sobre los actores reflejos de
colores.
En 1782 Argand inventó la lámpara que
lleva su nombre, funcionaba con petróleo o aceite. Esta lámpara proveía mayor
luminosidad y, además, tenía una llama estable. Quinquet inventó también una
lámpara que era una variante de la otra. En los teatros estas lámparas se
instalaban en varas con un tul delante para producir luz de color. Lavoisier es
quien sugiere el montaje de varios quinquets en una vara horizontal suspendida
detrás de la escenografía.
En 1817 los teatros Lyceum y Drury
Lane, Inglaterra, incorporan la iluminación escénica a gas.
En 1863 aparece una variante francesa
con los mecheros invertidos y aire comprimido para mantener la llama hacia abajo
y hacerla más luminosa. La ventaja estaba en la seguridad que ofrecía, ya que
si una ampolla se rompía el aire comprimido apagaba la llama. El color se
obtenía con vidrios de colores. En 1867 J. H. Chute experimenta un sistema para
el color: cilindros de vidrio coloreado que descienden sobre los mecheros,
cambiando el color en un instante.
La revolución en la iluminación
escénica se debió a la luz eléctrica. En 1849 se realizó un efecto luminoso con
luz eléctrica: un amanecer producido por una lámpara de arco dentro de un
reflector parabólico durante la representación de “El Profeta”, de Meyerbeer,
en la Ópera de París. No obstante, este recurso fue utilizado sólo como un
golpe de efecto ya que la iluminación eléctrica llegaría 30 años después.
El escenógrafo suizo Adolphe Appia fue
el primero, 1895, que tuvo consciencia del carácter plástico de la luz en
escenario. Su objetivo era solucionar el problema de la contradicción visual
que se producía al articular un elemento escenográfico pintado en dos
dimensiones y el actor tridimensional.
Entre 1954 y 1957 se dio el gran
desarrollo de la electrónica y surgieron los tiratrones, que luego serían
reemplazadas por los tiristores, corazón del regulador electrónico moderno: el
dimmer
Con la llega de las computadoras en
teatro comienzan a utilizarse las consolas de memoria: 1974. Hoy contamos con memorias
hasta para los llamados focos robots.
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Carlota Carretero (La Magdalena), luces de Bienvenido Miranda. Giovanny Cruz (El Vestidor), luces de Lillyanna Díaz. |
Un buen iluminador debe entender que
es parte de un complejo equipo técnico. Las luces están para coayudar al actor,
jamás para competir con éste. El espectáculo no lo constituye el foco. Los
teatreros decimos que iluminar una obra no es igual que hacerlo a un árbol de
navidad. Un buen iluminador acude a docenas de ensayos, estudia el texto desde
diferentes puntos, la sicología de los personajes, la época de las obras y la
sicología de los colores.
Hay una vieja disputa entre directores
teatrales y diseñadores de luces: ¿Cuál de los dos es el creador? El director
indica; pero el luminotécnico, a partir de sus premisas, es el verdadero
creador de la iluminación. ¡Fin del asunto!
Fuera luz y… ¡Telón!