lunes, 14 de abril de 2014

El monoteísmo no es judío, es egipcio


¿El origen es Yahvé, el dios de los volcanes; 
o Atón, el dios del sol?

Privara un pueblo del hombre que celebra como el más grande de sus hijos no es empresa que se acometerá de buen grado o con ligereza, tanto más cuanto uno mismo forma parte de ese pueblo. Ningún escrúpulo, sin embargo, podrá inducirnos a eludir la verdad en favor de pretendidos intereses nacionales, y, por otra parte, cabe esperar que el examen de los hechos desnudos de un problema redundará en beneficio de su comprensión. (S.F. ¿?)

¡Ya empecé a meterme a reocupar a unos cuantos y a interesar a otros!


El hombre Moisés, que para el pueblo judío fue libertador, legislador y fundador de su religión, pertenece a épocas tan remotas que no es posible rehusar la cuestión previa de si fue un personaje histórico o una creación de la leyenda. Si realmente vivió, debe haber sido en el siglo XIII, o quizá aun en el XIV antes de nuestra era; no tenemos de él otra noticia sino la consignada en los libros sacros y en las tradiciones escritas de los judíos.
Aunque esta circunstancia resta certeza definitiva a cualquier decisión al respecto, la gran mayoría de los historiadores se pronunciaron en el sentido de que Moisés vivió realmente y de que el Éxodo de Egipto, vinculado a su persona, tuvo lugar en efecto. Con toda razón se sostiene que la historia ulterior del pueblo de Israel sería incomprensible si no se aceptara esta premisa. Por otra parte, la ciencia de nuestros días se ha tornado más cautelosa y procede mucho más respetuosamente con las tradiciones que en los primeros tiempos de la crítica histórica. (S.F. ¿?)

Los dos bloques de párrafos arriba citados aparecen en un libro de tres de ensayos escrito por Sigmund Freud, producto de acuciosas y largas investigaciones: “Moisés y la religión monoteísta”.

Cuando Freud escribió dichos ensayos, en el 1934, era un objetivo de criminales hitlerianos y un protegido por la iglesia católica. Sabiendo el gran psicoanalista y pensador que al catolicismo no le agradaría los planteamientos que hacía del tema que no ocupa,decidió no publicar el libro en esas circunstancias y esperar por un mejor momento. Empero, murió en el 1939, un par de semana más tarde de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, sin haber publicado su verdad histórica completa. Algunos apuntes aparecieron como ensayos en la revista Imago en 1938. Pero el libro completo, sobre todo un tercer y comprometido ensayo, se publica después de su muerte. Esta fue su última obra importante publicada.


El primer cuestionamiento polémico de Freud es sobre el nombre de Moisés:

Lo primero que atrae nuestro interés en la persona de Moisés es precisamente su nombre, que en hebreo reza Mosche. Bien podemos preguntarnos: ¿De dónde procede este nombre; qué significa? Como se sabe, ya el relato del Éxodo, en su segundo capítulo, nos ofrece una respuesta. Nárrase allí que la princesa egipcia, cuando rescató al niño de las aguas del Nilo, le dio aquel nombre con el siguiente fundamento etimológico: «Pues yo lo saqué de las aguas.» Mas esta explicación es a todas luces insuficiente. Un autor de Jüdisches Lexikon opina así: «La interpretación bíblica del nombre -el que fue sacado de las aguas- es mera etimología popular, y ya la forma hebrea activa (Mosche podría significar, a lo sumo: el que saca de las aguas) está en pleno desacuerdo con ella.» Podemos apoyar esta refutación con dos nuevos argumentos: ante todo, sería absurdo atribuir a una princesa egipcia una derivación del nombre sobre la base de la etimología hebrea; por otra parte, las aguas de las que se sacó al niño no fueron, con toda probabilidad, las del Nilo. 


Freud explica convincentemente las implicaciones egipcias de dicho nombre:

En cambio, desde hace mucho tiempo y por diversos conductos se ha expresado la presunción de que el nombre Moisés procedería del léxico egipcio. En lugar de mencionar a todos los autores que se han manifestado en este sentido, citaré la traducción del pasaje correspondiente de un nuevo libro de J. H. Breasted , autor a cuya History of Egypt (1906) se concede la mayor autoridad: «Es notable que su nombre, Moisés, sea egipcio. No es sino el término egipcio«mose» (que significa «niño») y representa una abreviación de nombres más complejos, como, por ejemplo, «Amen-mose», es decir,«niño de Amon», o «Ptah-mose», «niño de Ptah», nombres que a su vez son abreviaciones de apelativos más largos: «Amon (ha dado un) niño», o «Ptah (ha dado un) niño». El nombre abreviado «Niño» se convirtió pronto en un sustituto cómodo para el complicado nombre completo, de modo que la forma nominal Mose se encuentra con cierta frecuencia en los monumentos egipcios. El padre de Moisés seguramente había dado a su hijo un nombre compuesto con Ptah o Librodot Moisés y la religión monoteísta. 

No tengan miedo y sigan leyendo, ¿o no es cierto eso de que la verdad nos hará libres? Recuerden las expresiones críticas de la Poncia en el inicio del tercer acto de Bernarda Alba: “Cuando una no puede con el mar lo más fácil es volver las espaldas para no verlo”. 

Volvamos al mar... (perdón) a Freud:

Amón, y en el curso de la vida diaria el patronímico divino cayó gradualmente en olvido, hasta que el niño fue llamado simplemente Mose. (La «s» final de Moisés procede de la traducción griega delAntiguo Testamento. Tampoco ella pertenece a la lengua hebrea, dond eel nombre se escribe Mosheh.)». He citado textualmente este pasaje, pero no estoy dispuesto a asumir la responsabilidad por todas sus partes. Además, me asombra un tanto que Breasted haya omitido en su enumeración precisamente los nombres teofóricos similares que se encuentran en la lista de los reyes egipcios, como, por ejemplo, Ah-mose, Thut-mose (Totmés) y Ra-mose (Ramsés).

Pero donde Freud se torna más severo es cuando plantea que Moises era un egipcio en todo el concepto. Dato imprescindible para sustentar la tesis más adelante planteada.

...cabría esperar que alguno de los muchos autores que reconocieron el origen egipcio del nombre de Moisés también llegase a la conclusión -o por lo menos planteara la posibilidad- de que el propio portador de un nombre egipcio fuese a su vez egipcio.


Dos leyendas, primordialmente, adornan la vida de Moisés. En la primera el héroe judío procede de una familia judía y criado por un princesa egipcia como su propio hijo. En la segunda leyenda todo comienza cuando el faraón es advertido, en sueños proféticos, que sería asesinado por su hijo y por eso ordena matarlo antes que ocurra el parricidio. 

Freud rebate:

Pero la menor reflexión demuestra que jamás pudo existir semejante leyenda mosaica original, concordante con las demás de su especie.En efecto, la leyenda sólo pudo haber sido de origen egipcio, o bien judío. El primer caso queda excluido de antemano, pues los egipcios no tenían motivo alguno para ensalzar a Moisés, que no era un héroe para ellos. Por consiguiente, la leyenda debe haber surgido en el pueblo judío, es decir, se la habría vinculado en su versión conocida a la persona del caudillo. Mas para tal fin era completamente inapropiada, pues ¿de qué podía servirle a un pueblo una leyenda que convirtiera a su gran hombre en un extranjero?

Sigmund Freud aporta cientos de datos y reflexiones para demostrar la condición egipcia de Moisés. Pero ¿por qué es relevante para el investigador este dato? Es que resulta difícil aceptar a un Moisés,al que algunas de las leyendas judías asignan paralelismo entre lo que sabemos de los primeros tiempos de Jesús, de repente, salido de un  pueblo que menospreciaba a los judíos asimile la religión de estos y no haya sido exactamente lo contrario. En uno de los paralelismo citados encontramos el afán de vincularlo: Cristo salvado de Herodes; por ejemplo. Desgraciadamente el espacio me impide ampliar en zonas interesantes, aunque distrayentes del objetivo principal del trabajo. 

Pues... volvamos a Freud:


Moisés no sólo fue el conductor político de los judíos radicados en Egipto, sino también su legislador y educador, y que les impuso el culto de una nueva religión, llamada aún hoy mosaica en mérito a su creador. Pero ¿acaso un solo hombre puede llegar tan fácilmente a crear una nueva religión? Además, si alguien pretende influir sobre la religión de otro, ¿por ventura no es lo más natural que comience por convertirlo a su propia religión? El pueblo judío de Egipto seguramente poseía alguna forma de religión y si Moisés, que le dio una nueva, era egipcio, no podemos dejar de presumir que esa otra nueva religión debía ser la egipcia.

Pero ¿cuál religión egipcia?

Lo que plantea aquí Freud es, igual que otros grandes pensadores e investigadores del planeta,  que Moisés retoma la religión monoteísta de Atón. La misma estuvo vigente en Egipto durante el reinado de Amenhotep (Más tarde auto nombrado Ikhnaton o Akenatón) un faraón poeta, que compuso uno de los himnos de Atón que conocemos. Esa religión monoteísta y rígida de Amenhotep planteaba la existencia de un Dios único; pero compresible y amoroso. Sin embargo, sólo 17 años gobernó este faraón.

Con su desaparición no sólo desaparece su memoria, sino la religión que revolucionaria y radicalmente impusiera en Egipto. Debemos señalar que no fue exactamente Akenatón el creador del culto y la religión de Atón. Enpero, Freud nos dice...

Su acción fue mucho más profunda; le agregó algo nuevo, que convirtió la doctrina del dios universal en un monoteísmo: el elemento de la exclusividad. En uno de sus himnos lo dice explícitamente: «¡Oh,Tú, Dios único! ¡No hay otro Dios sino Tú!».

Desde allí persiguió con furor a los sacerdotes que enfrenaban “su”religión atoniana. Hasta ordenó borrar cualquier inscripción donde el nombre “

A su muerte, el pueblo y los sacerdotes descontentos (cuyo principal defecto era la exclusión de lo mítico, lo mágico y taumatúrgico) destruyeron todo vestigio de sus aportes, entre estos, la religión de Atón.

Para muchos pensadores modernos no hay dudas de que la religión que retoma Mosheh, e implanta entre los judíos, es la religión de Atón. Freud, entre otras consideraciones,  argumenta con la misma profesión de fe de los judíos:


Shema Jisroel Adonai Elohenu Adonai Ejod. Si el parentesco fonético entre el nombre egipcio Atón (o Atum), la palabra hebrea Adonai y el nombre del dios sirio Adonis, no es tan sólo casual, sino producto de un arcaico vínculo lingüístico y semántico, entonces se podría traducir así aquella fórmula judía: «Oye, Israel, nuestro dios Aton (Adonai) es un dios único.» 

Desde luego que Freud admite analogías y discrepancias entre las religiones:


Ambas son formas de un monoteísmo estricto, y de antemano tenderemos a reducir todas sus analogías a este carácter básico. En algunos sentidos, el monoteísmo judío adopta una posición aún más rígida que el egipcio; por ejemplo, cuando prohibe toda forma de representación plástica. Además del nombre del dios, la diferencia esencial consiste en que la religión judía abandona completamente la adoración del sol, en la que aún se había basado el culto egipcio. Al compararla con la religión popular egipcia tuvimos la impresión de que, junto a una oposición de principios, la discrepancia entre ambas religiones traduce cierta contradicción intencional. Tal impresión se justifica si en este cotejo sustituimos la religión judía por la de Atón, que, como sabemos, fue creada por Ikhnaton en deliberado antagonismo con la religión popular.
Con razón nos asombramos por qué la religión judía nada quiera saber del más allá y de la vida ultra terrena, pues semejante doctrina sería perfectamente compatible con el más estricto monoteísmo. Pero este asombro desaparece si retrocedemos de la religión judía a la de Aton, aceptando que aquel rechazo ha sido tomado de ésta, pues para Ikhnaton representaba un arma necesaria al combatir la religión popular, cuyo dios de los muertos, Osiris, desempeñaba un papel quizá más importante que cualquier otro dios del mundo de los vivos.

Interesante ¿verdad? Algunos se entusiasmarán en demasía. ¡Tranquilos! Otros comenzarán a planificar mi asesinato. ¿Tranquilos? Y algunos rasgarán sus vestiduras. ¡Tranquilos! ¡Tranquilos porque me interrumpiré!  Pero no lo haré por las seguras amenazas que se estarán gestando. ¡No! Lo haré porque me han tirado el... ¡Telón!