martes, 14 de octubre de 2014

"En el despacho..." que entró Osiris Madera


NUEVOS APLAUSOS PARA GIOVANNY CRUZ
Por Osiris Madera


Confieso que llevaba cierta aprehensión cuando me senté a esperar la escenificación de “El Despacho Presidencial” y procedía de que se trataría de un diálogo entre dos hombres, cosa de varones y como tú conoces, mi narrativa es un homenaje a la condición femenina, con tres mujeres protagonistas de mis cinco novelas publicadas.
Esto así porque entiendo la condición humana completada por el componente femenino endulzador y hermoseador de la masculinidad.
El espíritu femenino, generador inevitable, aporta una fortaleza y una perspectiva de compromiso con el porvenir enriquecedor de lo humano.
Por eso no te niego, me agradó la presencia femenina aún fuese sólo en voz, casi virtual, aunque sólo en la condición de hembra en celo, función también esencial de aquel género.
Había notado mientras esperaba en mi butaca el inicio de la función en mensajes como un busto de Duarte y un cuadro con el Escudo Nacional, el interés del Director por sembrar en la mente del auditorio que el Despacho Presidencial donde transcurriría la obra se correspondía con el no lejano del Palacio Nacional, pero viendo discurrir el acto comprobé que sin esos mensajes sugerentes en realidad podría discurrir en cualquier otra Casa Presidencial, pues dibuja condiciones vivenciables por cualquier persona en la condición de un Presidente que ve llegar el fin de mandato constatando el rechazo de sus conciudadanos por sus malos procederes ya no reparables.
Hay la depresión por la culpa, por la sucia conciencia, hay un prurito de intima vergüenza. Quizás por eso la actuación de hombre agotado que irradiaba el personaje encarnado por Lebrón, en ningún momento logró exhibir el brillo, el aura típica de una persona imbuida del máximo poder.
Imponente la escenificación de Teo.
Un rasgo del personaje suyo me recordó un tiempo atrás cuando me preguntaba cómo sería mi relación con los lectores, si debía suponerlos, desconocedores de algunas cosas o hechos que tendría yo entonces la obligación de explicar de alguna manera deteniendo el ritmo narratorio, o por el contrario suponer un lector omnisapiente con lo cual podía desprenderme de él casi simulando ignorarlo.
Yo escogí la última posición  y sigo hoy creyendo al lector, al público, omnisapiente.  Si no le es puede serlo corrigiendo él privadamente su déficit de información.  El secretario eligió suponer al espectador necesitado de información y lo vemos por eso en varias ocasiones inflar su discurso de contenidos didácticos, entumeciendo la fluidez narrativa.  
En el Despacho Presidencial, Giovanny vuelve a hurgar en las pasiones humanas con el desenfado que ya va constituyendo su estilo, mostrándonos una trama de pasiones, ambiciones y traiciones capaces de hacernos reír y a veces cortándonos de salto en salto con el afilado aguijón de la ironía.
¡Nuevos aplausos para usted, maestro del Teatro Dominicano!