sábado, 19 de mayo de 2012

¿El autor es la eutanasia o un provocador decepcionado?


¿El autor es la eutanasia o un provocador decepcionado?


Nota: El escritor, músico, publicista y buen amigo Eduardo Díaz Guerra ha escrito una reflexión epistolar, en la cual contradice los criterios externado por Carlos Castro sobre la eutanasia. Recuerdo a los lectores de La Pasión Cultural que el dramaturgo Iván García Guerra también escribió un artículo contradiciendo, desde otra óptica, al sociólogo Castro. Destaco el hecho que tres buenos escritores dominicanos ocupen su tiempo, que sabemos a ninguno sobra, para formular estas reflexiones. Celebramos que en medio de la vorágine electoral que sacude nuestra república haya gente que haga este tipo de ejercicio de la Razón.

Giovanotti:
Tú me metiste en esto. Coge ahí.
Todo el que pasó por la UASD (por el CU), en la década del 70 del siglo pasado, tuvo que enfrentarse a una dimensión completamente desconocida (y atractiva) del pensamiento: la dimensión del descreimiento.

Albaine, Peñaló y otros, son apellidos que en nuestra memoria están asociados a una manera radicalmente distinta de cómo enfrentar la relación con Dios que traíamos de nuestros hogares, y por ende, de abordar la vida. Profesores de las cátedras de Filosofía 011 y 012, se encargaron de descartar la posibilidad de que a cualquier estudiante le sedujera el ejemplo de Jesús, en vez del de Marx, o Lenin. De hecho, ser creyente en esos años implicaba someterse al público ridículo, al escarnio de quienes se sabían amos del “conocimiento”. Podría decirse, sin exagerar, que no tuvimos opción. El materialismo histórico campeaba por sus fueros. Si a esto sumamos un ejercicio, desde la jerarquía católica, de franca complicidad con el poder, no importando que quien gobernara se hiciera de la vista gorda ante los desmanes de La Banda Colorá y los numerosos crímenes cometidos por quienes mantenían el statu quo, era previsible que la fértil imaginación de quienes éramos jóvenes en aquel momento cediera ante las formulaciones de un mundo sin Dios.

40 años más tarde, algunas mentes siguen haciendo alarde de un “existencialismo” pobre, teorético, carente de rigor, aunque en la forma “deslumbren” con planteamientos como este, a favor de la eutanasia. Su consigna parecería ser “Provoca, que algo queda”.
Primero, la vejez no es un “momento”. La “conciencia” (¿?) existencial NO nos coloca entre la espada y la pared, porque tal expresión remite a que somos jóvenes y DE REPENTE, nos vemos en esta “situación” de la vejez. Por otro lado, vejez, muerte y sexo hace mucho tiempo que NO se evaden más que en culturas islamitas (¿en occidente, acaso no vivimos en la cultura del destape más destemplado?). Por el contrario, son cada vez más los títulos que se refieren a estos temas desde variados enfoques epistemológicos (¡me quedó bien la frasecita!). Basta hacer tres clicks en Google para asegurarnos de ello.

La vejez no se acepta como un ciclo del cuerpo y la mente que llegó a su ocaso” es una afirmación tan general que resulta difícil abordarla. ¿Quiénes no aceptan tal cosa? Para muchas culturas, desde los campos más lejanos de la civilización de cualquier pueblo latinoamericano hasta el Tíbet, un anciano ES un referente de sabiduría, de respeto, de consulta; en otras palabras, dicha consideración no pertenece a “tiempos remotos”.

Si el autor de “Yo soy la eutanasia” se hubiese detenido a pensar un poco, y menos a “provocar”, se habría dado cuenta de que resultaría un tiro fallido elaborar un discurso en base a generalidades, en tanto manera de argumentar hace tiempo superada. Su pensamiento, al parecer, ubica a la humanidad en su conjunto en un mundo y una realidad que sólo existen en su mente. ¿Dónde hay “una industria que rara vez integra al viejo (¡qué manera despectiva de tratar a quienes, supuestamente, defiende… mandándoles a morir!) como parte de una realidad”? Apenas a 45 minutos de aquí, en Puerto Rico, sin ir más lejos, los envejecientes forman parte de un amplio conjunto de personas que, aunque limitadas por su edad, aún realizan trabajos sociales, como guiar el tránsito para que pasen los menores que van a la escuela, o que sirven de guías a las personas para que hallen productos que necesitan en cualquier en cualquier mall. Sólo menciono a Cuba, a Uruguay, a Suiza, como lugares donde el anciano tiene la consideración y el respeto que le merecen su edad.



Detengámonos, por un momento, en este párrafo, que es de antología: 


El escenario de la sexualidad es más truculento, desde que encuentra fundamento en ese pacto que se denomina matrimonio, su función se limita a la procreación o el control, se establece de manera implícita una patología de la posesión. La esencia de los feminicidios y el maltrato femenino guarda relación con esos ritos donde el hombre y la mujer desde que se vinculan como pareja algo se pierde de la libertad individual”.

Wao! Para el autor, la función del matrimonio “se limita a la procreación o el control”. ¡Habrase visto! ¿Subyace aquí algún rasgo de gnosticismo? A riesgo de errar garrafalmente, cuando era jovencísimo se me enseñó que los gnósticos, entre otras cosas, sólo practicaban el coito para procrear… ¿No hay placer en el matrimonio? ¿Y en base a qué sesuda investigación osa el autor hacer un planteamiento así? Por demás, atribuir los feminicidios a “esos ritos” (creí que era UN rito, el del matrimonio)… le zumba la malanga a cualquier estudiado

Según este visionario, hombre y mujer no deberían, sencillamente, tener la menor relación, porque “desde que se vinculan como pareja algo se pierde de la libertad individual”. Al final, Gio, a esto es a lo que está referido el artículo de marras, ¿no?, a la libertad individual… ¡Dime que no me equivoco!

Otra frase de antología: “En la infancia, la conciencia de existir es alienada porque es dependiente”. Another wao! Estamos, sin duda alguna, a las puertas de un nuevo paradigma: la alienación es un proceso que puede darse sin que el sujeto tenga conciencia de que podría optar por otro tipo de existencia, de relaciones…
Echando mano, sin querer complicar más el asunto, de la Wikipedia (¡perdón por la insana falta de rigor científico!), hallamos que


La alienación, aparte de entenderse como una categoría relativa a disfunciones sociales del individuo, en filosofía caracteriza la transformación de fenómenos y relaciones, cualesquiera que sean, en algo distinto de lo que en realidad son. La alteración y deformación, en la conciencia de los individuos, de sus auténticas relaciones de vida.
¿Está claro? Un menor NO PUEDE calificarse de alienado por ser dependiente, por una razón elemental: no tiene opción. Un menor no tiene conciencia de sí por la inmadurez que le es connatural. La alienación implica un acto, consciente o inconsciente, de pérdida… ¡Lo extraordinario es que el autor se canta y se llora, cuando dice que en la infancia “no existe la conciencia social de individuo!”. ¿Y entonces?


Hay, cómo no, en el texto, jueguitos de palabras que hasta bonitos se leen: que dizque la juventud es “un paraíso diabólico abundante en hormonas” y “Ser existencial (¡¿?!) en la juventud es un estado químico real”. (¡¿?!)

Pero pasemos al meollo del asunto: la eutanasia. Dice Castro: “En la vejez, el cuerpo falla en su producción química real (¿?), se pierde vitalidad y el sentido de estar vivo. Es un asunto natural, orgánico. En la naturaleza, los animales cuando llegan a ese estado se retiran para morir solos”.

¿Quién estableció, autor, que esta vida es imposible de “soportar” sin el “mito” de creer?  Es, una vez más, la aplicación del errado criterio de generalizar, para dar la impresión de que todos somos seres atormentados, que vamos en tránsito cargados de pesados fardos existenciales que habrán de llevarnos a una vejez sin opción de final que no sea “viajando en una nota de opio para salir de este mundo…”. Mierda, qué fuerte.


El peligro de estarse manejando con códigos mezclados de lecturas dispersas es que podemos desembarcar en un puerto donde nada tenga sentido. ¿Y qué, si hay gente que acepta buenamente su vejez rodeada de la paz y el cuidado de sus seres queridos? ¿Y qué, si hay gente que vivió su vida joven y su “tercera edad” con la certeza de que aún envejeciente (si está sana) puede ser útil a quienes son sus familiares y amigos?


Giovanotti: al autor le convendría leer un best seller titulado La Biblia (una de Estudio de la Vida Plena, preferiblemente, basada en la versión Reina Valera 1960), para que se diera cuenta de con cuántas personas francamente ancianas trató Dios, dándoles responsabilidades inconcebibles hoy día: Moisés, Abraham, Job, por sólo mencionar tres de los más destacados protagonistas de una etapa de la humanidad anterior a la de Jesús.

Hay gente, querido Gio, descrita hace miles de años en la Biblia, que no tiene idea de lo que escribe. Confiada en su propia “capacidad”, elabora, formula y propone “saltos” a la humanidad que no son más que un pobre reflejo de su vacío existencial. Proverbios no les vendría nada mal.
Por ejemplo, el capítulo 16, en cuyo versículo 31 se lee: “Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia”, o el 20:29, que dice: “La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez”.

¿Mesetá captando, Maistro? Vivir la vida desde la fe nos da, a los cristianos, una perspectiva que ni remotamente puede estar asociada a una visión catastrofista y enfermiza de la sociedad, de la vida, ni mucho menos, de ese estadio natural que es la vejez. Nacer, existir, reproducirnos y morir es la concatenación armónica de una serie de ciclos que están “anotados” en nuestro destino. El momento y las circunstancias de nuestra muerte sólo Dios los conoce.

La eutanasia es un fútil intento de, ya que no se puede crear vida (y por ello, imposible compararse con Dios) acabarla, aludiendo a pretendidos “logros” del pensamiento humano; pensamiento que pretende ser el reflejo de una posición “humanista”, pero que no es más que el resultado del (repito) vacío de esa dimensión, consustancial a nuestro ser, que nos negó el CU de la UASD, ay Filosofía de mis culpas: la dimensión espiritual.

El ser humano es lo que se procura a sí mismo de joven, luego de que en su infancia le han sido inculcados determinados valores. En estos tiempos de tanta información disponible, si no se cultivan alma y espíritu (del mismo modo en que si no se ejercita el cuerpo, tendremos uno fofo, enfermizo u obeso), todo cuanto el ser humano haga tendrá un sello de esterilidad; no puede dar frutos un árbol sembrado sobre piedra (lo dice el libro que más sabe).

¿Cómo puede denominarse “un gran logro para la humanidad” el exterminar a los ancianos, aplicándoles la eutanasia? El planteamiento en sí es perverso, en el sentido de que se pretende dar “paz” a los ancianos provocándoles la muerte… Ese acto es reducir al hombre, por su avanzada edad, a una cosa, prescindible, inútil, descartable. ¡Quien critica a la sociedad de consumo, pretende convertir al ser humano en una especie de vaso plástico, que luego de usarse, se tira al cesto de basura (a la muerte).

Qué pena que, pudiendo hacerse tantas cosas positivas con la vida, la actitud que se adopte sea la de la “decepción consciente”. Nunca como ahora debe escucharse la voz de Jorge Drexler, cuando plantea que una vida vale más que un sol, y que “… toda vida es sagrada…”. Y luego de eso, irse a dormir meditando en el alcance de esta frase: “El principio de la sabiduría es el temor de Dios; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”. Dixi.