Todo listo en el Festival de Cannes
Por Giovanny Cruz Durán
En la mañana, como cabría esperarse, los
preparativos finales del Festival de Cine de Cannes han comenzado en ese punto
de tensión, que es como un ritual en eventos de esta magnitud.
He ido caminando hasta la zona, colindante
al mar, en la cual ocurre el Festival. En el camino me encuentro festivaleros,
delatados como yo por los gafetes de identificación que penden de sus cuellos y
las coloridas mochilas que nos dieran los organizadores, casi corriendo hacia
el cine Lumiere. Sin saber por qué yo también “casi” corría hacia el lugar. Al
llegar comprendo cuál es el motivo de la prisa: están dando por concluidos los
trabajos de la alfombra roja del más importante cine del Festival. No puedo
evitar el arrobamiento. También yo he caído bajo el influjo de la magia que ya
vive Cannes.
Luego he ido a la impresionante sala de
la Marché de las películas. Allí exhibirán varias películas dominicanas. Unas
seis. He conversado con varios de nuestros
productores de cine que ya están en Cannes. Algunos han hecho contactos previos
con productores y realizadores internacionales. Intentarán, y no tengo dudas de
que habrá buenos logros en ese sentido, vender proyectos y guiones.
Finalmente, voy a la zona en la cual se encuentran los cientos de pabellones
de cines de los distintos países participantes. Por supuesto que busco el
nuestro. Ciertamente las películas constituyen el gran relumbrón del Festival
de Cannes; pero es en los pabellones de los distintos países del mundo en los
cuales el Festival se vuelve super trascendente. Es ahí donde todo este muy
bien organizado esfuerzo se torna vital para el cine universal. Es ahí donde los sueños se
convierte en realizaciones, es ahí donde el talento encuentra la brecha de la
oportunidad, es ahí donde los países convocados hacen la mejor inversión
publicitaria.
Distraído, asombrado como es habitual en
un cibaeño en tierras lejanas, he equivocado el camino hacia el muy digno pabellón
dominicano. He llegado al final de los pabellones y el nuestro no aparece frente
a mis ojos.
Me siento turbado y preocupado. Me dirijo
hacia uno de los uniformados empleados que hay a cada paso, con intención de
preguntarle sobre el lugar que busco. Pero me doy cuenta que por todas partes hay
casetas con mapas gigantes de cada lugar que corresponde al evento. Busco en el
mapa nuestro pabellón. Es el 115. Raudo salgo para allá. Me encuentro en el camino
los pabellones de países con industrias cinematográficas muy poderosas (Estados
Unidos, Italia, Francia, México, Canadá y cien más). ¡Finalmente veo el
nuestro! No voy a negar la emoción. Es la primera vez que asisto a este
Festival. Ver nuestro pabellón de cine, que nada tiene que envidiar al de nadie,
me ha sacudido. Entro. Inmediatamente veo personas procurando informaciones
dentro del pabellón. Marc Mejía y dos hermosas asistentes de la DGcine, con la
eficiencia que anteriores eventos les han proporcionado, diligentemente brindan
las informaciones requeridas.
Las paredes de nuestro pabellón conforman
un mapa de la actualidad del Cine Dominicano. Junto a los murales con carteles de
las películas hay fotos gigantes de lugares turísticos que podrían ser de
interés para el cine internacional. Casas, playas, mares, ríos, costumbres, monumentos
y personas forman un extraordinario documento gráfico que ofrecemos a los concurrentes.
También se otorga, gratuitamente a todos los interesados, una memoria digital
con todo lo que es nuestra envidiable Ley de Cine, el quehacer de nuestros
cineastas y los lugares turísticos del país.
Qué forma más extraordinaria y oportuna
de ofertar lo mejor que tenemos.
Finalmente, al caer el día, arrancó el
Festival. No fue el impresionante baile de tango lo que ha llamado la atención.
No. No fueron las grandes figuras del cine del planeta allí presentes quienes lo
hicieron. Fue el mismo presidente del Festival, Pedro Almodóvar, con su declaración
en el discurso inaugural sobre que no premiaría una película que no sea llevada
a la gran pantalla. ¿Escuchaste Netflix?
Mientras esperamos la bulla que vendrá,
por ahora sólo atinaré a decir… ¡Corten… se imprime!