miércoles, 1 de octubre de 2014

¡Mañana soltaré las fieras!

¡Mañana soltaré mis fieras!

A un día del estreno puedes imaginar las tensiones que hay entre los actores y actrices. Suelo decir que hasta que no nos enfrentamos al lobo nunca se sabe donde será la mordida. Meses de estudios, ensayos, planificaciones y sueños; pero siempre (siempre) nos preguntamos... ¿habré conducido la tropa correctamente? ¿la tropa peleará bien todas sus guerras? o ¿pude llevar mi personaje hasta el "umbral del subconsciente"? ¿logré ese especial estadio al que llamamos "el toque asesino del actor? 



Ahí mismo uno comienza a plantearse todas las cosas que no hizo en el proceso y las que aún debería hacer.



¡Definitivamente el mito de Sísifo es el que mejor explica a la gente de Teatro! 

No obstante, este miedo alojado en el pecho, este frío en el estómago y estas dudas en el alma constituyen nuestro respeto a los espectadores. El día que un artista no los tenga, debería irse a su casa. Esto, porque sus intereses ya no están en el Arte. 



El Arte es quimera, ensoñación y dilema que han comenzado como una duda para transformar, luego, nuestros laberintos interiores en una verdad estética, en un rito, en un grito. ¡Si, eso es!



El público, desde el escenario, se ve como una gran boca de lobo abierta dispuesta a tragarnos por completo. Pero te recuerdo, esa es nuestra esperanza, que la madre lobo, toma a sus hijos en la boca y lo traslada con extrema dulzura. Entonces, como suelen decir los artistas italianos... in bocca el lupo (en la boca del lobo).


¡Mañana soltaré mis fieras!