EL RETRATO DE OSCAR WILDE Y GIAMILKA ROMÁN
Por Giovanny Cruz Durán.
El pasado viernes fui al estreno (algo que pocas veces hago) de la realización teatral “El retrato de Dorian Gray”; adaptación realizada por Manuel Chapuseaux de la novela de Oscar Wilde que lleva el mismo título.
Es una producción de la actriz Giamilka Román, quien también estelariza la realización escénica. En escenario se hace acompañar de Jovany Pepín, José Roberto Díaz y Cindy Galán. Los artistas Génesis Brito y Raymal García son citados en el programa como Figuras 1 y 2, bajo creación coreográfica de María Emilia García.
¿Era el irlandés Oscar Wilde un buen escritor? Lo era, pero no exactamente genial, verdad que debe ser dicha. En su época se le tildó como un “dandi del libro”, siempre bien vestido, mejor plantado y que gustaba escandalizar en aquella sociedad de finales del siglo IXX. No obstante, la visión que tenían sobre Wilde (que incluía burlas en pasquines) cambia cuando en 1890 publica la novela, partiendo de un cuento suyo, en la revista norteamericana Lippincott's Monthly Magazine. Esa publicación constituyó un tremendo escándalo, por supuesto; pero consolidó a Wilde como buen escritor.
La trama era ligera; empero, el tratamiento es de corte filosófico. Aunque fue su única novela resultó de una narrativa extraordinaria; que ha mantenido obsesionada a la Román durante más de veinte años. Me consta.
Su trama en términos generales:
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Jovanny Pepín, José Roberto Díaz y Giamilka Román. |
Oscar Wilde, que sí era un consolidado dramaturgo, mantiene el buen humor en los diálogos de su gran novela, lo que hacía entretenida y fácil su lectura.
“El retrato de Dorian Gray” se ha adaptado varias veces para teatro y cine. En el teatro las obras narrativas difícilmente conservan el ritmo interior de la obra original. En cambio, en el cine el asunto es mucho más efectivo. En el caso de la novela que provoca nuestra atención, en la pantalla cinematográfica podemos apreciar mejor que en el teatro la evolución del personaje Dorian. Provoca mi alarma interior que siendo Wilde buen dramaturgo, nunca adaptara él mismo su novela para el teatro.
En esta adaptación dominicana se mantiene el buen humor de la novela; pero, quizás buscando apego a la narración, hay demasiadas palabras y mucho menos acciones.
Los personajes Lord Henry y Basil lucen mejor elaborados que el central, Dorian, de la obra en cuestión; que resulta en esta versión un tanto lineal. Probablemente el tema de los parlamentos de los personajes y el tratamiento psicológico de Dorian hubiesen sido mejor manejados si hubieran encargado la adaptación a un dramaturgo de oficio (Frank y Reinaldo Disla, Carlos Castro, Radhames Polanco, Haffe Serrule, Richardson Díaz, Elisabeth Ovalle; entre otros).
Empero, Giamilka Román suple todo esto con su soberbia caracterización. El trabajo corporal suyo es estupendo. Evita el clisé de muchas actrices cuando interpretan personajes masculinos: rudeza y brusquedad exagerada. Giamilka nos muestra el Dorian hombre que, por creído de su belleza, mantendrá siempre algún tipo de afeminamiento. La Román cuidó siempre la postura, la forma de sentarse, la manera de mirar, los ademanes, el ritmo y los tonos de sus parlamentos. Sólo en unos escasos minutos finales pierde un poco la voz del personaje. Su caracterización es proteica y, para este muy veterano hombre de teatro, entra a la historia teatral como icónica. Bien manejo de su línea interior.
En la escena final (bien llevada por su director), esta actriz logra un momento soberbio. Su cuerpo logra transformaciones memorables y ella se adapta con genialidad a las transiciones requeridas.
Jovany Pepín (a quien Giamilka asigna un montón de roles dentro de la producción), nos presenta un personaje creíble. Orgánico como un actor experimentado. Creo que en Pepín tenemos una gran promesa teatral. Deseo ser cauteloso con mis alabanzas. Esto, porque en teatro sabemos que alguien puede lograr unas buenas primeras actuaciones; pero mantener luego el ritmo del éxito actoral cuesta mucho. Jovany Pepín tiene una buena voz. Su cuerpo recibe órdenes del actor y responde. Se mueve con soltura en el escenario y no tiene miedo de romper clisés teatrales.
José Roberto Díaz tiene el personaje mejor elaborado por el adaptador. Lleva el buen humor de la realización. Lo que hace que se conecte bien con los espectadores. Su actuación es correcta. Su voz es correcta. Sus movimientos corresponden a los patrones convencionales establecidos. Y esos han sido los eternos problemas de este caballeroso y educado actor, que siempre ha tenido las herramientas e inteligencia para ser uno de los grandes; pero a mí me resulta demasiado formal. Le han dicho que el actor debe verse en el escenario y no hay manera que no pose frontalmente sus personajes. Las voces en teatro no pueden ser tan “locutoriles”. Los personajes en teatro y cine tienen “arrugas”. Sin embargo, él maneja bien la psicología del personaje.
Cindy Galán es una gran actriz. Su personaje es muy breve. Pero nos demuestra el viejo dicho de que teatro no hay personajes cortos sino actores limitados. En el poco tiempo que está sobre el escenario logra una estupenda actuación. Maestría actoral.
Luces, escenografía, vestuario y coreografía:
Las luces de Lillyanna Díaz se convierten, prácticamente, en otro personaje de la obra. Son hermosas. Llenas de poesía visual. Sus claroscuros me fascinaron. Acentúan la escenografía y aportan atmósfera para los personajes. Los resaltan. Sin tener que convertir el escenario en un estadio de deporte, nos permite ver siempre a los actores moviéndose en las escenas. Mis aplausos.
La escenografía de Giamilka (que al parecer lo hace todo dentro de la obra) es hermosa, justa y diferente. No me hizo algo más. Los cuadros movibles constituyeron una nota ingeniosa. Sin aparatosidades logran recrear varios ambientes necesarios. En teatro esa siempre será una preocupación. En esta escenografía se procura romper con la limitación del espacio. Se logra.
El vestuario (asignado a Minerva Hernández y Lía Catedral) es otro logro de la producción. Los colores de los trajes son los correctos. Los cambios son los necesarios. El vestuario, sin ser muy creativo, contribuye a la atmósfera escénica. Fue factor importante para la caracterización física de Dorian Gray.
Los movimientos coreográficos creados por María Emilia García fueron excelentes. Mis aplausos. No estoy del todo seguro que entendí la necesidad de ponerlos, pero me resultó agradable el recurso utilizado por el director.
La dirección:
La dirección de Manuel Chapuseaux está, en este caso, directamente relacionada con la adaptación. Correcta, pero convencional. Se trata de una puesta en escena profesional no exactamente muy creativa. El concepto plástico, sin embargo, imprime belleza. Chapuseaux, que se ha convertido en una fábrica direccional, optó en este caso por el esteticismo. Y en términos generales funciona, aunque no me “asesina”.
“El retrato de Dorian Gray” es una producción profesional de bastante belleza. Ver a la Román en escena es encantador. El público (colmando la sala) reacciona muy bien a las diferentes escenas. Todavía responde mejor al buen final de la obra. Y eso siempre importa más que cualquier opinión de críticos y criticones. Como quedan varias funciones todavía, recomiendo ir a ver esta realización teatral antes que la concluyan con el siempre riguroso…
¡Telón!
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