jueves, 20 de mayo de 2010

Carta secreta a Villalona


Querido Rafael Villalona:

De amigo a amigo.
De actor a actor.
De director a director.
De un obsesionado con la cultura a otro por igual.

Como otras tantas veces te haré caso: participaré en Tu Festival Nacional Teatro. Lo digo tuyo porque si alguien se ha ganado con su dedicación y entrega, durante toda una vida, de ser dueño de este evento eres tú.

¿Acaso no eres el primer individuo que habló y postuló aquí por “el héroe escénico nacional”? ¿Acaso no fuiste tú quien vino a hablarnos por primera vez de Stanislavski, signando así una escuela actoral ligada desde entonces a la mejor práctica teatral dominicana?

Aquello que nos aferramos al “Método” nunca encontraremos otra forma plausible de hacer teatro. Estoy en ese sentido tan radicalizado que ni la vida misma la puedo explicar que no sea tamizándola con las premisas stanislavskianas. He llegado tan lejos en esa radicalización que clasifico a los teatreros en dos grupos: los que creemos y practicamos con el “Método” ...y los demás (Uso las comillas con el vocablo porque, como muy bien sabes, el propio Stanislavski nunca quiso que vieran su “Método” como una receta o una norma inviolable). Similar clasificación a la que hago entre actores he hecho con los usuarios de ordenadores personales. Estamos los que usamos Mac... y el resto (¡Cuánto daño ha hecho a esta humanidad el Bill ese de Microsof¡ ¿Verdad?).

Esta manera pasional que tengo de asumir la vida y el arte, tu esposa y gran actriz Delta Soto la explicó muy bien a un actor que la cuestionó en algún momento: ¿Y podríamos ser artistas sin ella?

Ya era hora, admirado amigo, de que se admitiera (no sé si a regañadientes) que el moderno teatro dominicano se inició a partir de tus postulados. Incluso las mismas escuelas estilística que parecían rivalizar con tu estilo, conceptualizaron “a partir de...(las serias, como la de Iván García, nunca polemizaron contigo realmente. Y no ha habido francamente muchas a las cuales dar esta categoría. Buenos grupos sí; pero ¿escuelas? No, señor.)

¿Acaso la auténtica disciplina teatral no se construye aquí con lo que muchos llaman todavía “tus fuñendas”?

¿Acaso la búsqueda de lo Verdadero dentro del teatro no se inicia cuando regresaste de Rusia? ¿Coincidencia? ¡Ja! ¡Coincidencia un pepino!

¿Habrá algún descerebrado, o mezquino, que se atreva a negar que puestas en escenas como “Casa de muñecas (¡Carajo, la del portazo más determinante en la historia universal teatral!), “La Boda”, “Proceso por la sombra de un burro”, “Los ojos grises del ahorcado”, “Pirámides 178”, “Pluff el fantasmita”, “La guerrita de Rocendo”; entre muchos otros montajes tuyos, fueron en su momento indiscutibles lecciones teatrales. A ellas, aquellos con vocación de esponjas, fuimos a absorber.

Hay una puesta en escena que no mencioné adrede, aunque la recordé perfectamente. Es que todavía siento un poco de envidia. Por eso me resisto a citarla. ¡Caramba... yo debí haber hecho ese montaje del cual no hablo!

Iván García salió primero con su “Interioridades.” ¡Consagración! ¡Consagración! ¡Consagración! 

María Castillo salió con su “Banco de parque”. ¡Consagración! ¡Consagración! ¡Consagración!

Carlota Carretero y yo respondimos con “Quíntuples" ¡Súperconsagración! ¡Súperconsagración! ¡Súperconsagración! (Nunca reniego del Ego)

La Carretero y yo creímos entonces ser los herederos de los habitantes del Olimpo

Empero —¡maldición!— viniste a dañar la vaina, a enredar la patineta haciendo el montaje ese del cual ni quiero decir su nombre... “La noche de —¡qué vaina!— de los asesinos” ¡De unos malditos asesinos que se robaron la escena dominicana!

Mi ego no aguanta tanto. Solamente mi amor por ti hace que se equilibre esta envidia que me corroe desde que fui a ver aquel montaje en la Sala Ravelo. Algo que, a pesar de quererte, nunca te voy a perdonar. Aquello era como “coger piedra pa loj maj chiquito”.

Pero ¿acaso no fuiste también el ideólogo, creador, motor y director del TPC? La historia de nuestro teatro no puede escribirse sin las hazañas de aquel grupo en Santiago de los 30 Caballeros, que desgraciadamente no sobrevivió a tu ausencia.

Si fuera un auténtico historiador seguramente hablaría sobre docenas de montajes tuyos y del sacrificio que fue construir y mantener por largo tiempo a “Nuevo Teatro”. Ahogado, tú y yo sabemos que no inocentemente, desapareció de nuestro mapa teatral.

Tampoco puedo olvidar las jornadas ideológicas que hemos librado juntos, ni los cientos de diálogos en los que hemos despachado grandes folías de literatura y en los que hemos reconstruido la Historia Universal de Teatro; igual como hemos reformulados sus propósitos, su pedagogía y sus conceptos.

Esta historia de admiración y correspondencia me ha llevado a reconsiderar mi negativa de participar en el Festival Nacional de Teatro. No puedo desatender tu solicitud. No tendría los timbales para hacerlo. Reconozco que he recibido atendibles explicaciones de los organizadores. Aún tengo mis reservas, claro. ¿Y cuándo no? Creo, aún, que hay aspectos a mejorar; empero se está trabajando con buenas intenciones. Además, no deseo ser la roca en el camino del Festival... de Festival... Rafael Villalona Marina.

Estate seguro que detrás de la cortina roja de Bellas Artes, los días 10, 11, 12 y 13 de junio, a las 7 de la noche, estaré gritándo y estimulando a Johnnie Mercedes, Yorlla Lina Castillo, Clara Lozano y Raeldo López; actores y actrices de mi “Un café frío en la calle El Conde”. 

Te juro que los estoy haciendo sudar y sufrir como es de rigor. Igual que tú no cedo una pulgada en la disciplina teatral. No me importa un carajo que digan por ahí que soy un tirano. (Por cierto; en estos momentos estoy en la fase en la que pedimos al elenco el reconcimiento definitivo de la verdad escénica. Deberías pasar por los ensayos a darme una manito.)
Oye esto Rafael: ¡Aquí hay directores que permiten ensayar con libretos en las manos, chequear celulares en la sala de ensayos, fumar y chismear mientras trabajan! Algunos no parten del análisis para construir los personajes, no utilizan las cinco preguntas elementales del personaje. (Entre tú y yo: Raeldo está empantanado tratando de encontrar la mejor respuesta para el ¿Cómo estoy?)

Hay directores por ahí que no transitan por la Linea Ininterrumpida, no saben que las acciones tienen que ser lógicas, coherentes y reales. También los hay que ejercitan más el cuerpo que el intelecto, los que no saben cómo invocar las emociones, los que no saben hacer que sus actores se coloquen, para interpretar los personajes, en el umbral del subconsciente, los que no conocen esa magnífica palanca emocional llamada “Si Mágico”, los que no categorizan el texto en hechos importantes, los que no buscan las condiciones dadas, los que no entienden el asunto este de las Lineas Externas e Internas del personaje. Los hay, Villalona, que ni saben lo que es el Gestus Social que nos aportó Brecht una noche, cuando tú y yo nos bebimos con él cuatro botellas de un barato vino chileno. (Siempre te he querido hacer una pregunta: ¿Le pegamos cuernos a Stanislavski cuando en nuestros respectivos montajes de "El Tranvía llamado deseo" y "El Sucesor" aplicamos los preceptos de la "Distanciación" brechtiana? Si puedes... sácame de esa duda. No me siento cómodo ya siendo infiel)

Pero escucha esto que me asombró y preocupó en demasía: ¡Hay directores que no fastidian a los actores cuando llegan tarde! También hay algunos a quienes nunca les ha interesado encontrar un lenguaje escénico nacional como tanto nos aconsejó buscar Gordon Gray cuando lo obligamos a comerse con nosotros aquel mangú mocano. 

No obstante, el peor teatrero de todos, el que más daño está haciendo, es uno que anda por ahí... sin ninguna quimera. 

¿Cómo, coño, pueden dirigir de esta manera?

Presentar mi estreno mundial en tu Festival es la mejor manera de no traicionarte y mi particular homenaje a ti, amigo por el cual tengo tanto respeto.

Un abrazo fraterno.

Giovanny Cruz Durán