martes, 27 de marzo de 2012

¿Por qué hacemos Teatro?

Hace dos años el Ministerio de Cultura nos comisionó para escribir la Proclama Nacional de Teatro. Lo hicimos. Creo que es un buen momento para retomar aquellos conceptos.


En el Día Internacional del Teatro cabe la reflexión que determina la pregunta esencial que nos formulamos siempre los verdaderos artistas de la escena: ¿Por qué hacemos teatro?

Se comenzó a representar en el planeta cuando el proyecto humano, que existió antes del pitecantropus erectus, descubre en la planicie algo que trae con un rito a la caverna; con el rito de la Vida y la Muerte: perennes tema y debate de la escena. La escena efímera de un Arte que el esteta francés Jean Doat bien define como “Síntesis de artes que exige un Arte de la síntesis”. Y en conclusión eso resultamos ser: una conjunción de las verdades de todas las artes convocadas.

Mientras, Edgar Alan Poe lo conceptualiza como “Organización del caos”, tratando de explicar su cercanía genética con las divinidades. Divinidades que tomaron prestado, se me antoja, nuestro principio de Acción para desde allí construir el Verbo.

Este arte que se organiza cuando se hace cómplice del Mito, cuando crece en la noche hacia lo apolíneo y lo dionisíaco; es decir... hacia el sueño y embriaguez de que nos habla Nitsche.

¡Si... de ahí venimos! Del precepto figurativo de uno y la transformación obligada del otro. Dionisio y Apolo, Apolo y Dionisio equilibrando el nacimiento, el porvenir y la permanencia eterna de nosotros. Porque si de algo está el terrenal Universo convencido es que el teatro jamás perecerá... persecula seculorum.

Esto sabe y acepta el severo Jehová que lo rescata del lugar donde habitaba: justo en el centro de su energía sin principio ni fin. Lo supo el Yucahú Bagua Maórocoti de los taínos cuando creó los areítos, esos magníficos y comprometidos cantos teatrales entre la tierra y el cielo. Lo supo el nórdico Odín cuando un día se auto asignó como características la vida, la muerte, la magia y la poesía. ¿No eligió sus postulados, en aquel día, pensando en el arte que con tanta pasión hoy practicamos? Todo dios, se me ocurre, es fundamentalmente un hombre de teatro. Y viceversa. Por eso rituales y creación nos son afines.

¡Si... esos somos esencialmente! Transformaciones del rito, continente para el grito, mito que se agiganta en la poesía, la palabra lúdica hecha carne, el movimiento que nos legó la metafísica del Cosmos, la luz conformada por las llamas, el primer asombro del hombre en la caverna, la reflexión inicial ante la muerte; una idea articulada y que, mediante juegos, palabras, gestos y maquillaje; trataba de encontrar la magia que aseguraba la vida primitiva y daba oportunidad de trascender a las aspiraciones que llegaron con lo Humano.

La gente de teatro nacemos de esa soñada redención que bautizamos como Katarsis. Nacemos en las fiestas de la carne y del espíritu; con su música, flores, frutas, vino, caracoles y guirnaldas. La transformación lograda entonces resultó tan proteica que requerimos de mascaras, túnicas y coturnos para que esta fuera aún más absoluta.

Cuando el Ser comenzó a hacer la Historia no encontró otra mejor manera de narrarla que con el Teatro. Pero cuando la Historia se tornó un gran campo de batalla la revolución se convirtió en el Drama.

Eso lo entendió perfectamente el local Juan Pablo Duarte cuando empezó la fundamental revolución dominicana desde escenarios y libretos. Nunca nuestros artistas de la escena han rehuido de los compromisos demandados por la Historia, dentro y fuera de nuestros escenarios. En las protestas anticoloniales, con Llerena sacando la cabeza, dijimos... ¡Presente! En las luchas contra de la tiranía dijimos... ¡Presente! Cuando se defendió el honor mancillado en Ciudad Nueva dijimos... ¡Presente! Cuando se quiso retroceder en las conquistas también dijimos.... ¡Presente! Y lo seguiremos diciendo cuántas veces la Patria lo reclame.

Hoy estamos comprometidos a construir el nuevo Lenguaje, una expresión fundamental que nos caracterice, ser parte del proceso cultural de estos tiempos. Únicas formas de asegurar la pervivencia, a la cual nos comprometieron los ancestros desde el génesis particular; no obstante Plantón nos expulsara después de su República.

Sin embargo, aún no contesto la pregunta. Y  lo he hecho adrede, porque la respuesta entraña dolor y sacrificio peligrosos. Aunque dolor y sacrificio son parte de la materia que nos formó, desde la que partimos. ¿No es Sísifo, acaso, quien mejor nos ha explicado? Su condena a transportar constantemente la pesada piedra ha signado de por vida a todos los hacedores universales de teatro.

¡Pero la pregunta! ¡No puedo seguir evadiendo su respuesta! ¿Por qué hacemos teatro?... Simplemente para expresarnos. Y si no lo hacemos... ¡nos morimos!