Aparecido en El Nuevo Diario:
“El Diablo ya no vive aquí”: Chispeante comedia de enredos matrimoniales que arranca muchas carcajadas
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Por Napoleón Veras | ||||||||||||||||||||||
María Cristina, (Lumy Lizardo) y
Mario Ernesto, (Frank Ceara), conforman un matrimonio que agoniza de
forma irreversible, con la consabida carga de insultos, recriminaciones y
hasta burlas recíprocas, dentro del ambiente sobrecargado de una
habitación matrimonial, repleta de maletas y cajas de ropa y zapatos.
Ella
es una vendedora de planes de resort, super activa y extrovertida, que
habla hasta por los codos, y él, un cantante lírico que ha vivido
“recostado” de su mujer, viviendo una vida fácil, sin otro esfuerzo que
el de entonar algunas canciones y arias operáticas, cuando lo llaman.
La
obra nos muestra a una mujer que da riendas sueltas a su amargura y
decepción, contenidas por largos años, ante un hombre que recibe, casi
con estoicismo y hasta sonrisas que se convierten en muecas, las
andanadas verbales, de una mujer frustrada, que le dice, “hasta del mal
que va a morir”, reiterando su disposición a “irme de esta maldita
casa”. Pero el final de la historia, nos guardará sorpresas.
Se
trata de un montaje bien llevado, interesante, ameno y con buen ritmo,
que arranca muchas carcajadas, fruto de la dramaturgia y dirección de
Giovanny Cruz, quién se anota un nuevo acierto con esta obra, en que los
insultos, “directas e indirectas”, y sabrosas descargas, están a la
orden del día, perdón, de la noche.
Lumy
Lizardo luce brillante y desenfadada, en su papel de María Cristina, una
mujer que tiene una “lengua de máuser”, que se convierte en
“ametralladora verbal”, en contra de su marido.
La
Lizardo muestra gracia y dominio en su papel, contagiando a todos con
su chispa y encanto. Es sin dudas, la gran estrella de la obra.
De
su lado Frank Ceara cumple su papel con corrección, pero en bajo
perfil, aunque en verdad, quizás pudo sacarle más provecho a su
personaje.
No dejen de ver, “El Diablo ya no
vive aquí”, de Giovanny Cruz, con la producción general de Juancito
Rodríguez y gozarán con las ocurrencias de Lumy, Frank y Giovanny. La
obra vuelve a la Sala Ravelo, el próximo fin de semana.
Autor: Napoleon Beras
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martes, 13 de mayo de 2014
Chispeante comedia de enredos
¡Sorpresa!
¡ S O R P R E S A!
Por Iván García Guerra
Sí, eso fue lo que sentí primordialmente cuando fui a ver y escuchar “El diablo ya no vive aquí”; algo así como confusión. No parece esta obra escrita por mi colega Giovanni Cruz Durán. Todo lo que he conocido de su caudal dramatúrgico es sesudo y hasta sombrío por momentos, además de cargado con una certera crítica social, y lo de ahora es diametralmente opuesto a lo anterior.
Me reí, disfruté y, sí, reconocí el experto dominio del diálogo de este veterano teatrista; pero el acento, aunque corresponde a cierta faceta de su personalidad, hasta el momento había quedado fuera de su producción.
Aciertos indudables son la brillantez del desarrollo textual dentro de un esquema monotemático y el mantenimiento del interés en dos personajes que en todo momento son fieles a sus características fundamentales. De momento parece haber una “peripeteia” (peripecia o punto de cambio) en el personaje del marido, pero es solo un recurso que acelera la llegada al final.
Y, lo más importante, el público acepta el tratamiento y responde jocosamente y aplaude sinceramente al final.
La escenografía del maestro Fidel López es formidable y la iluminación de Lillyanna Díaz muy apropiada al set y al sabor de la comedia. El apoyo promocional, asombroso, coloca al productor Juancito Rodríguez en un lugar que se me antoja privilegiado.
Lumy Lizardo, con una impecable acción física, me mantuvo en vilo, pensando que se iba a equivocar o a faltarle el tiempo con todas las acciones que desarrollaba fluidamente. Se las arregló para que la esposa cayera simpática a pesar de la agresiva, incisiva y procaz cháchara. Frank Ceara, aunque con menos oportunidad de lucimiento por las características pasivas de su personaje, le fue fiel a la ironía del esposo con una profesional organicidad.
Y sin quizás, lo más importante es que la obra ofrece al gran público la oportunidad de pasar un momento agradable e hilarante, sin que asome un solo problema de la prosaica vida diaria de cada cual.
Es recomendable, entonces, para todos los que aspiren a pasar un despreocupado momento, si no les importa escuchar algunas frases subidas de tono.
Por Iván García Guerra
Sí, eso fue lo que sentí primordialmente cuando fui a ver y escuchar “El diablo ya no vive aquí”; algo así como confusión. No parece esta obra escrita por mi colega Giovanni Cruz Durán. Todo lo que he conocido de su caudal dramatúrgico es sesudo y hasta sombrío por momentos, además de cargado con una certera crítica social, y lo de ahora es diametralmente opuesto a lo anterior.
Me reí, disfruté y, sí, reconocí el experto dominio del diálogo de este veterano teatrista; pero el acento, aunque corresponde a cierta faceta de su personalidad, hasta el momento había quedado fuera de su producción.
Aciertos indudables son la brillantez del desarrollo textual dentro de un esquema monotemático y el mantenimiento del interés en dos personajes que en todo momento son fieles a sus características fundamentales. De momento parece haber una “peripeteia” (peripecia o punto de cambio) en el personaje del marido, pero es solo un recurso que acelera la llegada al final.
Y, lo más importante, el público acepta el tratamiento y responde jocosamente y aplaude sinceramente al final.
La escenografía del maestro Fidel López es formidable y la iluminación de Lillyanna Díaz muy apropiada al set y al sabor de la comedia. El apoyo promocional, asombroso, coloca al productor Juancito Rodríguez en un lugar que se me antoja privilegiado.
Lumy Lizardo, con una impecable acción física, me mantuvo en vilo, pensando que se iba a equivocar o a faltarle el tiempo con todas las acciones que desarrollaba fluidamente. Se las arregló para que la esposa cayera simpática a pesar de la agresiva, incisiva y procaz cháchara. Frank Ceara, aunque con menos oportunidad de lucimiento por las características pasivas de su personaje, le fue fiel a la ironía del esposo con una profesional organicidad.
Y sin quizás, lo más importante es que la obra ofrece al gran público la oportunidad de pasar un momento agradable e hilarante, sin que asome un solo problema de la prosaica vida diaria de cada cual.
Es recomendable, entonces, para todos los que aspiren a pasar un despreocupado momento, si no les importa escuchar algunas frases subidas de tono.
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