miércoles, 26 de mayo de 2010

La Escenografía Teatral



Nota: La Facultad de Bellas Artes de Universidad de Granada ha realizado una exposicion temporal titulada Ciencia Escenográfica. Dicho proyecto realizado por Antonio Ruiz contó con dibujos de "Espacio Escénico" bajo la tutela de Nicola Comunale Rizzo.
La Pasión Cultural publicará en varias entregas, como un aporte a la celebración del Festival Nacional de Teatro y empezando con las escenografías griega y romana, el trabajo documental del proyecto del cual hemos hablado.  Aunque parece un tema muy especializado, entendemos que despertará en el interés de casi todos los pasionarios. Para los hacedores de teatro, creemos, podría ser un trabajo coleccionable; por lo que les recomendamos imprimirlo. Veamos, pues, estas interesantes premisas escenográficas.
El Teatro Griego

Origen y un poco de historia.

El origen del teatro en Grecia se debe al culto a Dionisos, dios de la naturaleza y amante de las musas y de las artes. En principio, los actores disponían de medios muy limitados, tan sólo una tarima. Esquilo introdujo una especie de tienda, "la escena", para que el actor pudiera "entrar" y "salir"; por lo regular, esta tienda tenía tres puertas ante las que se colocaba el tablado del comediante; delante de la escena danzaba "el coro" en un espacio llamado orkestra y a su alrededor se colocaba el público en un semicírculo cuyos extremos terminaban junto a la tarima del actor; este semicírculo era el proscenion. Rodeando la orkestra, pronto se construyeron tribunas de madera en forma de gradas.

 


Así nació la estructura básica [Im. 2] del teatro griego, de un modo natural derivado de las necesidades de la representación, disposición conocida con el nombre de theatron o cavea. Para dar cabida al gran número de actores que había en escena, se amplió el primitivo tablado, que resultaba demasiado estrecho, zona denominada logeion (identificado con 1 en Im. 2) Para facilitar el cambio de trajes, cada vez más frecuentes, así como las entradas y salidas de los personajes, originalmente bastaba una sencilla tienda de campaña, que luego se convirtió en una barraca de tablas, la skene, contra la que se apoyaba el tablado. Al principio, todo este tinglado era de madera y, como es natural, nada queda de ellos, pero las ruinas de los teatros de piedra, que se construyeron a partir del siglo IV siguiendo el modelo antiguo, y las deducciones de los arqueólogos, permiten su reconstrucción ideal.

En el siglo IV antes de J. C., la primitiva "tienda-escenario" vino a convertirse en un sólido edificio de piedra. Para los efectos escenográficos se colocaban a derecha e izquierda unos prismas triangulares llamados periactes [Im. 5], que giraban sobre unos espigones y hacían un papel en cierto modo parecido a los bastidores. Cada cara de los periactes estaba pintada con una decoración que armonizaba con la del fondo escénico.


 

 
El teatro griego, en su forma definitiva, se servía de alguna colina en la que se tallaban los graderíos; los bancos dispuestos en semicírculo que corrían a lo largo de los taludes, eran de madera y las escalinatas regulares practicadas entre ellos, para facilitar a circulación del público, de piedra. Abajo, sobre la tierra aprisionada la orkestra ocupaba un círculo de unos veintidós metros de diámetro, bordeado por una balaustrada de piedra con el altar o timele de Dionisos en el centro. Tangente a esta circunferencia y frente a los espectadores, se elevaba un alto tabique, tras del que, en la skene, edificio de dos pisos, se hallaban los camerinos, la sala de actores y los almacenes. Sólido, a pesar de estar construido con tablas, este edificio soportaba, aparte de los decorados, una maquinaria bastante pesada. Varias puertas daban a un simple estrado estrecho y largo, el proscenio o logeion, que se alzaba a un metro del suelo, sin telón ni otro elemento que lo aislara de la vista de los espectadores.

La escenografía griega


El decorado teatral vino a precisar, desde los tiempos de Esquilo, el lugar de la acción. Se trataba de un decorado muy convencional, según puede suponerse, pero cuyos vivos colores sugerían poderosamente la suntuosidad o la pobreza, la alegría o el dolor. Al telón de fondo se añadían los ya citados periactes, que erigían sus prismas triangulares en los dos extremos del logeion y giraban sobre sus ejes para presentar, según las necesi dades de la representación, los tableros dibujados en cada una de sus caras, proporcio nando también entradas laterales a los actores, además de las puertas centrales de la skene, cuando la acción del drama lo requería.

La maquinaria era un complemento obligado en el logro de las emociones, exis tiendo una gran variedad de aparatos, como la llamada equiclema, plataforma rodante cargada de personajes que, surgiendo de una puerta, revelaba a los ojos de los espectadores complacientes las escenas que iban a desarrollarse al abrigo de los muros; la polea, que colgaba de la skene y que servía para levantar por los aires, en el extremo de una cuerda, a los dioses y a los héroes, los Belerofontes y los Perseos que, prodigiosamente, aparecían sobre carros o grifos alados; el teologeion, en la parte alta, desde donde hablaban los personajes divinos, la distegia, que simulaba las torres o baluartes desde donde se oteaba y se combatía y la escalera de Caronte, que hacía surgir de los infier nos los fantasmas de los muertos. Más tarde, como accesorios decorativos, figuraron, junto a los ya citados, altares, tumbas, estatuas de dioses y rocas; y luego añadieron muros, atalayas y faros. Se llegó hasta a contar con una maquinaria escénica para simular truenos y relámpagos, así como escotillones y fosos.

Existe conocimiento de los trajes empleados por los actores para su trabajo a través de documentos gráficos o plásticos que reproducen con exactitud los diversos modelos. Los actores de la comedia vestían un traje ordinario, simplemente exagerado o deformado con detalles caricaturescos; los silenos y los faunos de los dramas satíricos llevaban trajes cortos, los pies desnudos y pieles de animales; los trágicos trataban de recalcar el carácter sobrehumano de sus personajes. Cuando los actores llevaban, como en la vida real, toga y manto, aparecían adornadas con un lujo inusitado, como la toga llamada poikilor, de mangas anchas, a la moda oriental, que se enriquecía con bordados suntuosos de los más vivos colores.

La máscara, complemento básico del atavío de los actores, proviene de los primiti vos maquillajes con que se iluminaban el rostro los fieles en las fiestas y ritos dionisía cos. La máscara heredó una especie de dignidad litúrgica que acrecentaba su poder sugestivo; la armadura de tela endurecida con yeso encerraba toda la cabeza como un casco, exagerando, fuera de toda medida, la expresión fisonómica, aunque conservando ciertos detalles convencionales de color o de líneas relacionados con el sexo, el carácter y aun la condición social del personaje. Pero, aunque arbitraria, la máscara subrayaba el vigor sintético del drama griego. La máscara trágica, coronada por el oncos piramidal que alargaba la frente muy por encima de las proporciones humanas, prestaba una majestad ideal a los héroes y a los dioses que discurrían por el logeion.


EL TEATRO ROMANO

La continuación del espacio escénico.


La influencia del teatro griego sobre el romano es muy grande, de manera que, prácticamente, es una continuación. Roma, desde el siglo II, construía sus teatros copiados del modelo griego. En el año 55 antes de J. C., Pompeyo mandó edificar el primer teatro de piedra al aire libre, igual en todo, exceptuando el hecho de ser la escena de mayores dimensiones al modelo helénico. Desde el año 135 antes de J. C., se usó -y ello está comprobado- un telón, el auleum que, al dar comienzo la representación, descendía dentro de una cavidad situada delante del escenario. Hoy día las ruinas de tantos teatros como existieron durante el imperio, revelan la gran afición de los romanos por este espectáculo, bien que, como ya queda anotado, sus innovaciones fueran muy escasas.



El teatro romano, como lugar donde se realizaban representaciones y fiestas, al principio, se erigía provisionalmente dentro de los grandes foros o en las cercanías de los templos, y consistía en un estrado de madera con un tabique de tablas en el centro, que lo dividía en dos secciones. La primera de ellas, el pulpitum o proscenio, estaba re servada a las evoluciones de los actores; la otra mitad servía de sala de reposo a los comediantes. Ante el estrado, y en un espacio limitado por una barrera, se situaban los espectadores, de pie, echados en el suelo o en cuclillas; los más previsores se sentaban en las sillas que ellos mismos llevaban.


Los coliseos reproducen el modelo del theatron griego, pero mejorado al aplicarle un rigor geométrico cuyas bases fueron minuciosamente analizadas por Vitrubio. El hemiciclo es ahora una semicircunferencia que tiene por diámetro el borde exterior del proscenio, que es más largo, más ancho y menos elevado que el "logeion" helénico. El muro de la escena, abierto por sólo tres puertas, adopta una forma ligeramente curvada en su centro. Por lo demás, nada ha cambiado: tal como en Grecia, dos salientes limitan el proscenio por ambos lados; las construcciones que se levantan detrás del escenario sirven para alojar a los actores, facilitan sus entradas y salidas y se emplean como almacenes; se mantiene la misma concepción del decorado, y manejan idéntica maquinaria; los trajes para los intérpretes son similares, aunque en adelante éstos llevarán siempre la máscara.

En cambio, la parte ornamental se ha desarrollado en gran manera. El primer piso del escenario está revestido con fachadas de templos, palacios, columnas y estatuas; colgaduras suntuosas y muebles de marfil, oro y plata aparecen cubriendo el proscenio y el telón suele ir tapizado de figuras y de arabescos.


Toda belleza y lujo son pocos para deslumbrar a los espectadores, que gozan de toda clase de comodidades. La orquesta -el coro ya no existe-, ha sido reducida a la mitad y está ocupada ahora por los imponentes sitiales de los senadores. Dos palcos (uno reservado al emperador y a los grandes personajes, y el otro, a la emperatriz y a las vestales) sobresalen en los dos extremos del proscenio. Los graderíos, ocupados por la plebe, están provistos de escalinatas; los vomitorios conducen a las galerías practicadas en el espesor del muro de cerramiento, magnífico también con sus adornos de columnatas y pilares esculpidos, con vestíbulos y pasadizos cubiertos, rodeados de jardines. Durante los días calurosos, un inmenso velum, hecho de tejido de lino, teñido a veces de púrpura, se extiende sobre el hemiciclo para proteger a los espectadores de los ardores del sol.
 
Las funciones escenográficas en la historia griega y romana.

El teatro greco-romano nos llega sin el aparato escenográfico y nos emociona con la desnudez pura de la voz humana. A lo largo de los escritos de Aristóteles, comprobamos como éste vitupera a los malos trágicos que buscan la emoción de su público, no por medio del sentimiento o la fuerza de la expresión, sino por los trajes, las decoraciones o la escena. No es difícil ver en este vituperio una acusación de herejía en relación con el espíritu clásico, que establece como supremo valor teatral la Voz del personaje.

La escenografía, en este momento, forma más parte de la construcción que del decorado, más del entorno propio, de la delimitación espacial de donde se realiza la obra, que de la propia obra, pues la escenografía existente prácticamente es igual para todas las obras representadas.

A modo de conclusión.

La evolución espacial del espacio escénico en la época griega y romana, se puede considerar dentro de un solo bloque, pero los avances son significativos en cada una de las épocas, digamos que, particulares en cada período.

La magnificiencia de los coliseos, la ornamentación y su riqueza visual, es propia del mundo romano, donde el teatro se ha convertido en un espectáculo de masas, más que en una tradición culta y religiosa, tal y como la establecia la cultura helénica.

Es curiosa la evalución que tiene el arte del teatro, tal vez como todas las artes, pues nace de actos “involuntarios” del grupo social, de ritos, de costrumbres que se pierden en la memoria, y de cómo se recopila, se modifica, se altera, para ser de un acto litúrgico, a un acto ludico, de la sobriedad de la fe, a la espectáculo circiense.