lunes, 16 de enero de 2012

El mito del diluvio

En varios artículos hemos reseñado, reflexionado y comentado sobre la cantidad de veces que la religión judaica copió preceptos, conceptos, mitos, cronologías y principios de religiones anteriores a ella. Está demostrado, para ilustrar con el ejemplo, que la primera religión monoteísta conocida fue la de Akenatón, en el Antiguo Egipto, de donde salió Moisés con la idea.  Demostramos que el mismo asunto del Cristo tiene su antecedentes en la India (con Krishna), en Roma (con Mitra), en Egipto (con Horus); entre otros (http://lapasioncultural.blogspot.com/2010/12/plagio-o-coincidencia.html). Muchos de sus símbolos también fueron copiados. Y hasta el mismo mito del diluvio del que habla el Antiguo Testamento no es original de los judíos.  La antropóloga, arqueóloga e investigadora española de Mundos Antiguos Pilar González-Conde nos lo demuestra en un breve artículo, partiendo de escritos encontrados en tablas sumerias. Me permito recordarles que la primera civilización conocida fue, precisamente, la sumeria. Prometiendo que publicaré un apasionante trabajo de Heródoto el Rojo sobre los sumerios, les dejo el artículo antes citado.
El mito del diluvio universal, difundido con posterioridad a través del Antiguo Testamento (Génesis 6-8), es en realidad un antiguo mito sumerio, conocido en su versión más antigua por una tablilla hallada en Nippur. En ella, los dioses castigan a los «cabezas negras» enviando una catástrofe natural, de la que se salva un hombre, Ziusudra, constructor de una embarcación en la que se refugiarán las diferentes especies animales. El tema está también presente en la literatura asiria, en donde el héroe es Atrahasis. El proceso de reelaboración posterior que sufren algunos mitos sumerios hace que la historia del diluvio se incorpore al poema de Gilgamesh, provocando que éste se entreviste con el supreviviente de la catástrofe.

Los restos de un desastre natural han sido buscados en la baja Mesopotamia, para probar la historicidad del episodio, aunque sin resultados aparentes. Lo cierto es que el diluvio sirvió de referente temporal entre las comunidades sumerias, cuya más antigua historia dinástica se hace entroncar con él. Así por ejemplo, «…después del diluvio, la realeza bajó del cielo por segunda vez a la ciudad de Kish…». El mito transmite la existencia de la ciudad y de la monarquía como procesos anteriores al período en el que los sumerios sitúan el diluvio.



Yo quiero (…) la destrucción de mi raza humana,
para Nintu quiero atajar la destrucción de mis criaturas.
Haré retornar a las gentes a sus establecimientos.
Construirán ciudades en todos los lugares
y haré que su sombra sea apacible.
Colocarán de nuevo los ladrillos de nuestros templos en los santos lugares,
(y) los lugares de nuestras decisiones los restablecerán en los lugares consagrados.
Yo prepararé convenientemente allí el agua santa que apaga el fuego,
completaré las divinas reglas y los sublimes decretos,
la tierra estará regada y estableceré allí la paz.
Después que An, Enlil, Enki y Ninhursag
hubieon creado el (pueblo) de los cabezas negras,
la vegetación se desarrolló, lujuriante, sobre la tierra,
los animales, de todos los tamaños, los cuadrúpedos, fueron colocados como adecuado onamento de las llanuras
[---]
yo quiero tener en cuenta (sus afanosos esfuerzos).
(Después que) el constructor del país hubo fijado los fundamentos,
(cuando el cetro) de la realeza hubo descendido del cielo,
después que la sublime tiara (y) el trono de la realeza hubieron descendido del cielo,
él completó (las divinas reglas y los sublimes destinos).
Fundó (las cinco) ciudades en (lugares puros);
pronunció sus nombres y las designó como centros de culto.
La primera de estas ciudades, Eridú, la dio al jefe Nudimmud,
la segunda, Baltibira, la dio al nugig,
la tercera, Larak, la dio a Pabilsag,
la cuarta, Sippar, la dio al héroe Utu,
la quinta, Shuruppak, la dio a Sud.
Él proclamó los nombres de aquellas ciudades y las designó como centros de culto;
no detuvo el (anual) diluvio, (sino que) excavó la tierra y trajo el agua,
y estableció la limpieza de los pequeños canales y las zanjas de irrigación.
[---]
el diluvio (…)
(…)
así fue convencido (…).
Entonces Nintu lloró (por sus criaturas) como un (…);
la divina Inanna entonó un lamento por su pueblo;
Enki tomó consejo de sí mismo.
An, Enlil, Enki (y) Ninhursag,
los dioses del universo prestaron juramento por los nombres de An y Enlil.
Entonces el rey Ziusudra, el pashishu de (…)
construyó (…).
Humildemente, obediente, con reverencia él (…);
ocupado cada día, constantemente él (…).
Aquello no era un sueño; saliendo y hablando (…),
invocando al cielo (y) al mundo subterráneo, él (…).
En el ki-ur, los dioses, un muro (…).
Ziusudra oyó a su lado,
estando de pie en el lado izquierdo del muro (…):
«Junto al muro, yo te diré una palabra, (escucha) mi palabra,
presta oído a mis instrucciones:
Un diluvio va a inundar todas las moradas, todos los centros de culto,
para destruir la simiente de la Humanidad (…).
(Tal) es la decisión, el decreto de la Asamblea (de los dioses).
(Tal) es la palabra de An, Enlil (y Ninhursag).
(…) la destrucción de la realeza.
Ahora (…)»
[---]
(…)
Todas las tempestades y los vientos se desencadenaron;
(en un mismo instante) el diluvio invadió los centros de culto.
Después que el diluvio hubo barrido la tierra durante siete días y siete noches,
y la enorme barca hubo sido bamboleada sobre las vastas aguas por las tempestades
Utu salió, iluminando el cielo y la tierra.
Ziusudra abrió entonces una ventana de su enorme barca,
y Utu hizo penetrar sus rayos dentro de la gigantesca barca.
El rey Ziusudra
se prosternó (entonces) ante Utu;
el rey le inmoló gran número de bueyes y carneros.
«Invocaréis por el cielo y por la tierra (…)»
An (y) Enlil invocaron por el cielo y por la tierra (…),
e hicieron aparecer los animales que surgieron de la tierra.
El rey Ziusudra
se prosternó ante An (y) Enlil.
An (y) Enlil cuidaron de Ziusudra,
le dieron vida como (la de) un dios,
hicieron descender para él un eterno soplo como (el de ) un dios.
Entonces al rey Ziusudra,
que salvó de la destrucción la simiente de la humanidad en aquel tiempo,
allende los mares, en el Oriente, en Dilmun, (le) hicieron vivir.