sábado, 20 de noviembre de 2010

Lluvia y viento frío despidiendo a Freddy

Lluvia y viento frío despidiendo a Freddy


Entrando desconcertado a Bellas Artes alguien tomó la manga de mi chacabana blanca y dijo: ¡Usted entra por aquí!

Caminé unos pasos por el lugar signado y de repente me encuentro con el cuerpo inerte del querido Freddy.

Ahora estaba en una caja de madera aquel que en vida parecía vivir con más intensidad que nadie.

¡Freddy el indomable, el desprendido estaba muerto! Podía verlo con mis ojos mortales.

Su hijo Giancarlo llega por detrás y nos abrasamos. Luego hago lo mismo con Freddyn, Ernestico y su primo Radhamés.

Alguien me ha puesto, sin apenas darme cuenta, un distintivo negro y me señala el lugar correspondiente para los amigos cercanos. Pienso que es un rigor innecesario para enterrar a Freddy. Pero ni modo, porque como escribió Camus “Hace falta organización en todo. Hasta en arte.”

Me encuentro con el actor Teo Terrero que inmediatamente se hace solidario con el dolor sentido.

“Me haz mirado a los ojos,
sonriendo, haz dicho mi nombre...”

Escucho cantar a un grupo de las mujeres que iban a participar de “El Gordo de la Semana” y me estremezco. Hago un inútil esfuerzo para evitar las lágrimas; empero estas acuden puntuales como un suizo.

De repente una lluvia harinosa y presagiante, acompañada de una brisa fría, inunda todo Bellas Artes. Parecía una atmósfera profesional para enterrar a alguien en un película.

Don Mario Peña se acerca y me dice: “¿Por qué tenemos que sufrir tanto? Nosotros somos tan familia de él como el que más”.  Asiento en silencio y me derrumbo en una silla viendo todo y sin mirar a nadie.

A lo lejos escucho el llanto ronco del actor Philips Rodríguez. Sin palabras nos hacemos cómplices en los silencios de la muerte.

Por detrás llegan varios de los actores que trabajaron con Freddy.

Recorro con mis ojos la larga fila de personas que han ido a despedirlo. Allí están los humildes, los mal vestidos, los de caras brillosas y sin maquillajes, los que llegaron a pies. Los hay negros, mulatos, blancos, creyentes, ateos, desayunados, hambrientos; en fin: el pueblo-freddy.

La curiosidad me indujo a acercarme a algunos.

Un negro dice: —No tenía dinero para el transporte y vine a pies desde los Tres Ojos. Freddy me regaló medicina por un año y gracias a eso estoy vivo.

—Él era mi voz. —Clama una señora gorda.

—Vengo a acompañar al dominicano más grande de estos tiempos. —Comenta un joven con una mochila raída en los hombros.

—Vine por que no quería que nadie me lo contara. —Declara una joven mientras toma una foto del cadáver con su celular.

Aidé Curé y Frank Rainieri, compinches de Freddy, cuentan “las cosas del compadre”.

“...y la diversión más sana, que te ofrece cada día... El Gordo de la Semana”.

El coro informal canta el tema del programa fundamental de Freddy Beras. Miro una banderola del programa que han colocado a un costado del féretro y lloro. Era inevitable.

Me siento, pero tengo que incorporarme inmediatamente. Pilar de Beras-Goico ha llegado y me apresuro a acompañarla en el dolor. Su cara ha sido surcada por la angustia y las lágrimas. Intenta ser fuerte, pero el sentimiento la ha vencido.

Felipe Polanco ha tomado un micrófono y lee unas cuartetas en honor al difunto. Los militares que montan guardia frente al ataúd del prohombre fenecido son sustituidos por otros.

Milagros Germán, Jatnna Tavares y Tania Báez, con caras de circunstancias, han llegado. Nos miramos y aunque lo intentamos no podemos sonreírnos.

Nuria Piera, tratando de complacer una petición de Freddy en vida, esboza una sonrisa que se muere casi antes de nacer.

Pasos apresurados. Arrecia la llovizna fría. Entra el Presidente y la Primera Dama. Los saludos y pesares de rigor. Luego, la Primera Pareja de la Nación hace guardia de honor frente al ilustre fenecido.

Al concluir el tiempo estipulado el Presidente improvisa unas breves palabras para ponderar al amigo que ha partido.

Mientras habla el Presidente me he concentrado en la cara de Freddy. Desde luego que el rictus de la muerte la vuelve serena. No obstante intento imaginar la última expresión que tuvo en vida. Por lo que parece grabado en su rostro Freddy murió en paz y sabiendo el paso que daría hacia la eternidad.

“¡Freddy no morirá nunca!” —Asegura un emocionado Presidente antes de marcharse.

Es el turno de Jatnna. Apenas podemos entenderle algunas palabras. Un llanto desesperado la traiciona. Hablaba del tiempo vivido con Freddy, lo que aprendió con su disciplina y su ética.

Socorro Castellanos, Cuquin Victoria y José Antonio Rodríguez montan ahora la guardia de honor; mientras otras figuras del medio se preparan ya para hacer lo propio.

Yo no puedo más y decido retirarme momentáneamente.

¿Cómo es posible que quepa tanto dolor en el cuerpo de un hombre?

Me subo en mi vehículo y suena el timbre del celular.

—¡Aló! ¿Quién?
— Giovanny, es Carlos Espinal. Te he estado viendo en Internet aquí en Kansas City. Quería escucharte... porque te veo sufrir. He llorado un río viendo el ritual fúnebre que le hacen a Freddy...

“En la arena, he dejado mi barca
junto a ti... buscaré otro mar.”