¿Sentencia costillar?
Por Giovanny Cruz Durán
Uno de mis gustos cinematográficos son
las películas sobre juicios y abogados. He visto montones de ellas. Algunas
inolvidables. Imposible no recordar en esta para nada profunda nota, películas
como: “Testigo de cargo” (1957), “12 angry men” (1957), “Anatomía de un asesinato” (1959), “El juicio de Núremberg” (1961), “Sacco y Vancetti” (1971), “Kramer vs Kramer” (1979), “Justicia para todos” (1979), “Mucho más que un crimen” (1989), “JFK” (1991), “La jurado” (1996), “Tribunal
en fuga” (2003) y “Crimen perfecto”
(2007); ente muchas otras. Actualmente hay una serie de televisión encantadora:
“Suits”. Otra es un tanto cafre, pero interesante: “Saul”. Por supuesto que me
condenarían si no mencionase, en esta para nada profunda nota, a “La Ley y el Orden”, mitad policial y
mitad legal.
Es tanta mi afición al cine legal, que
hasta he llegado a pensar que, si existiera la re encarnación, habría sido
abogado en una encarnación anterior. Creo me habría visto de lo más chulo con
mi toga y birrete, ladeado como un gánster de Chicago, por supuesto. Nunca me hubiese
puesto la blanca y ensortijada peluca inglesa. ¡No, señor! Habría estado
demasiado ridículo.
Aunque son un tanto más groseros y
bufonescos, suelo seguir hasta el día que me aburren los juicios reales
dominicanos. Y digo… “reales” para llamarlo
de alguna manera. Aclaro esto antes que el gran amigo y mejor poeta Tony Raful
me llame para insistir en que la Realidad es sólo una percepción.
Nuestros juicios… “reales” no tienen la
elegancia de los que vemos en las películas. ¡Ay no! Lo cierto es que, lo
sabemos bien los artistas, frecuentemente
la cotidianidad es demasiado grosera, chabacana y poco profunda. Tanto,
que muchas veces he llegado a pensar que todos deberíamos vivir en ese divino
mito que es el Arte. En él, por lo menos, el mundo sería más honesto y justo.
Esto, por aquello que escribió Albert Camus de que… “Los artistas son las únicas personas que nunca le han hecho daño a la
humanidad. Los genios malos de Europa tienen nombres de filósofos.” (qué raro no dijo “…y de políticos…”)
En mi condición de artista, escritor y
pretendido culturólogo; procuro
descubrir en cada acto humano, grosero o no, una posibilidad para la creación;
enriquecer la imaginación. Y hasta explicarme mejor esa tercera realidad que llamamos
Mito (no olvidemos que el “Mito” no es una Mentira o una Inexistencia. No. Es
una existencia en otro estadio del pensamiento). “Cronos devorando a sus hijos”… es el tiempo destruyendo al ser
humano.
A propósito del juicio que se le sigue a
los imputados (siempre tarden un poquito en pronunciar la palabra “imputado” y
evitarse un problema legal si la confunden y se le zafa un… “diputado”) hay un uso del lenguaje de
uno de los todavía reputados imputados (hasta que sean condenados; de no ocurrir habrá aquí muchos jueces desvisados) que ha despertado
mi interés. Tanto, que pienso ha creado jurisprudencia en la compleja jerga jurídica.
Ocurre que ese reputado imputado (hasta
que sea condenado) dijo que ahora lleva un año de prisión en las costillas.
Admito que suelo pensar en esa parte del
cuerpo sólo como el sostén de la caja torácica. Por supuesto que nunca olvido
la travesura de la Divinidad al sacar de las costillas del pobre Adán a una
tipa desconocida y mal agradecida, que después le hizo una cucara macara con
una manzanita y que tuvo una relación incestuosa con Caín, padre directo del resto de la humanidad.
El asunto es que, a partir del reputado
imputado (hasta que sea condenado) tenemos que hablar de “Sentencia Costillar”.
He tratado, como un aporte a la Lexicología Universal, definir el concepto y
enviarlo a Wikipedia. No me ha resultado fácil dado que es una expresión muy
especial y compleja, como el juicio. No se trata, en esta ocasión, de la prisión de todo el cuerpo. ¡Nooo! En la “Costillar”
parece que el dolor que causa se concentra en el tronco del reputado
imputado (hasta… ya saben).
Se me ocurrió, puesto que el corazón está
entre nuestras costillas, que también podría haber un “Amor Costillar”… o
costillero.
No he podio conceptualizar aún el asunto
porque me he distraído preguntándome... ¿si los supuestos noventa y dos millozuelos
de dólares que están en la palestra (y algunos más de ciertas posibles
exageraciones catalínicas), no habrán salido, finalmente, de las costillas del
pueblo? Entonces, éste podría decir que sufre de un dolor corrupto-costillar.
¿La costillera Razón está, entonces, en el pueblo o
en el imputado “victorioso”? ¡Todo un
dilema!
¿Ven que esta nota no era, realmente, muy
profunda? Eso si, creo que es un tanto simpática. Quizás algunos vean en ella
cierta Ironía. Sarcasmo no. No después que Borges me convenciera de que… “el sarcasmo es el amaneramiento de la
crítica.”
Voy a tener que dejar esta no profunda
nota aquí porque me acaban de tirar en las costillas una inmensa cantidad de la
tela roja esa que en el teatro llaman…
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¡Telón!