sábado, 30 de abril de 2011

¡Poesía, poesía, poesía para escribir lo que sea!

Calíope, musa de la Poesía
Suelo dudar de cualquier persona que no guste de la Poesía. Algo turbio o siniestro esconde.

Probablemente es un sociópata que ya ha cometido crímenes horrendos contra la Humanidad, ha estafado a la mitad de su conglomerado particular y la otra mitad está en su lista negra de futuros estafados. 

Convencido estoy de que tan enfermizo personaje es un negador conocido de su madre, violador de menores y practicante consumado de la violencia marital. 

Un individuo de esa calaña sería incapaz de sonrojarse  frente a una rosa, mucho menos disfrutar de las evocadoras utopías que (como nos enseñó Dante) casi siempre son suplidoras o acompañantes de dos o mas copas de vino. No podría llorar, estén seguros, por las amadas que se alejan... o se mueren.

Individuos así son un peligro latente, terroristas inmisericordes. De ellos suelo alejarme antes que el gallo haga lo suyo.

Otro poema de los dones (Jorge Luis Borges)

Gracias quiero dar al divino
laberinto de los efectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer,
que acaso descifró el universo,
Safo de Lesbos

Ahora, si es un escritor, como me confesó alguien a quien antes respetaba, el que no encuentra placeres en el Poema no me interesa ni leer, siquiera, lo que escribe. Hasta dejo de dirigirle la palabra. 
¡Es que fuera de la Poesía para la Literatura no hay palabra que sirva!

Un escritor antipoesía en cualquier momento va a convertirse en un traidor; o en algo aún peor: en un lerdo. 

Indefectiblemente destruirá el lenguaje en sus escritos, propondrá que supriman los acentos de la Lengua, pretenderá que desaparezca la “Ñ” del idioma español, disertará por ahí sobre lo supuestamente innecesario que es el punto y coma, asegurará que si la “H” es muda no debe ser usada en nuestros libros. Con el tiempo renegará las Sintaxis y la Prosodia. Acabará asegurando que la Metáfora y las Alegorías con recursos de escritores fenecidos.

por el fulgor del fuego,
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa,
que prodiga color y que no lo ve,
por ciertas vísperas y días de 1955,
por los duros troperos que en la llanura
arrean los animales y el alba,
por la mañana en Montevideo,
por el arte de la amistad,
por el último día de Sócrates,
por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
de una cruz a otra cruz,
Homero
¡Con semejante personaje no quiero trato!

Sabemos que ser escritor no se estudia propiamente hablando. No obstante hay que estudiar todo para serlo.

Pretender escribir en estos tiempos es loable, hasta se habla de martirio y quizás de masoquismo. Cada palabra que los escritores sacamos a pasear para que esta se encuentre con la Idea, es parte de un proceso doloroso, angustiante, agotador y quemador  de calorías emocionales irrecuperables.

Los escritores tenemos que leer para conformar o recuperar conceptos, preceptos y vocablos.  En mi caso, y recomiendo lo mismo a los jóvenes que pretenden escribir, de cada tres libros que devoro uno tiene que ser, irremisiblemente, de Poesía. Digo Poesía aunque tentado tuve de escribir Profecía ¿Acaso no es lo mismo?
por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swedenborg,
que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales
que convergen en mí,
Calíope y Apolo
No hay duda que el Poeta inventó la Palabra. Cuando lo hizo notó que era bueno lo que había creado... y la multiplicó en Galilea, donde un joven hipie aprendió los secretos de  la palabra perdida.

Entonces a esa compleja energía cósmica que llamamos Dios (realmente no sabemos cuál es su verdadero nombre... de setenta y dos letras) le prestó los sonidos que acababa de inventar, para que este no solamente se manifestara sino que aprendiera a comunicarse.

Desde luego que, sabiendo el Poeta que Dios está hecho de silencios y sustancias especiales, la primera palabra divina asignada fue una forma verbal.

¡Miren que cosa: Dios crearía al Poeta y el Poeta lo enseñó hablar.

por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
por la espada y el arpa de los sajones,
por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,
por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos,
Euridice y Orfeo
Desde ese instante ya Dios no era algo hosco que escondido en la montaña acechaba a su Creación para castigarla con terribles y abominables rayos de múltiples colores. 

¡No! Dios, desde la revisión que hiciera el Poeta, fue un contertulio, que no requería de algún tinto riojano para participar en las tertulias. 

Y me cuentan que se fascinó tanto con las palabras prestadas que no pensó solamente en hacer el resto del mundo, sino que prefirió ponerle alas y sonidos a sus pensamientos: ¡Hágase la luz! (y la luz se hizo)

Desde ahí inició diálogos permanentes con su Creación. Tanto que cuando volvió a Crear, luego de un merecido descanso, lo hizo a partir del Verbo que le habían regalado.

Por supuesto que solamente el Poeta estaba autorizado a repetir en tablas, piedras  y papiros, lo que  el Creador hablaba. El Poeta se convirtió entonces en el único y verdadero oficiante de los grandes Mitos y Misterios. Todo el resto es una estafa.
por Verlaine, inocente como los pájaros,
por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
por la mañana en Texas,
por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,

El Parnaso, cuadro del pintor francés Nicholas Poussin
Los escritores necesitamos constantemente nutrirnos o reciclarnos en todas las imágenes que solamente pueden encontrarse dentro de la Poesía. En sus callejuelas laberínticas está verdaderamente el Universo. Fuera de estas el mundo es preocupantemente prosaico.

El Hombre Primitivo, imagino que obligado por los cruentos glaciales, necesitó contar el mundo a sus pequeños clanes.

Primero lo narró en la Forma procurando atrapar en ella a la bestia exterior. Después requirió reproducir el grillo, que a decir de Manuel del Cabral, fue el primer cantante del Universo. Cuando no podía escuchar el sonido del viento entre los árboles, el de sus pasos al pisar las hojas secas, el golpe de su mazo sobre los troncos ahuecados; inventó la música para eternizarse. Pero cuando se inició en la Idea inventó la Palabra.

Desde ella, y la Magia, el Hombre fue Poesía... y Teatro. ¡Sí! El Teatro nace prácticamente con la misma vida en aquellos rituales de Muerte y Vida que en su cosmovisión realizaba el Primitivo.
por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida en los jazmines,
o en una vieja espada,
Lesbia, inspiración y tormento del poeta Cátulo
Volando en el tiempo la Poesía llegó y se perfeccionó en la Grecia Clásica. Y ocurrió de repente lo inevitable: un tal Arión escribió, compuso, tituló y declamó el primer ditirambo de todo el Universo conocido.

¡Asombro, asombro, asombro! ¡Asombro y catarsis!

Pero alguien llamado Tespis (así sin apellido) vio algo más que ditirambo en la creación de Arión. Se montó en una carreta de rústica madera, soñó y le puso algo de dialogo a las palabras de Arión.

Luego llegaron los Sófocles, Esquilo, Euripides, Shakespeare, Tirso de Molina, Lope de Vega, Goethe, Gorky, Chejov, Camus, Iván García... y recientemente yo.

El Mundo y los escritores (especialmente los dramaturgos) venimos —¡albricias!— de la Poesía. Por eso es recomendable vivir  (¿o volver?)... siempre entre los Versos.



por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.