sábado, 19 de abril de 2014

¿De qué nos sirve la vanidad?

¿De qué nos sirve la vanidad?

Kronos
Cuando era más joven de lo que soy ahora (ja), creía que podía llevarme el mundo por delante. Creía que podía tragarme de un bocado cualquier asunto que encontrara en el camino. Me asombraba, orgulloso, de mis “inmensostalentos. 


Kronos (dios del tiempo y devorador de sus hijos; es decir: nosotros) convertido en espejo me ha enseñado que como humano apenas soy una insignificante partícula en todo el universo. Por eso concluyo que toda vanidad es fútil.


Nací y me he desarrollado en la República Dominicana, casi siempre. Soy escritor y artista supuestamente conocido. Sin embargo, estoy convencido de que mucho más de la mitad de mis conciudadanos ni se imagina que existo, que más de un noventa por ciento ni me ha leído, mucho menos habrá visto una de mis obras. 


A finales del año pasado, como imagino saben, viaje a España a presenciar el estreno mundial de mi obra “El diablo ya no vive aquí”. Varias insufribles horas hube de esperar en el aeropuerto de Madrid. Ya en Barcelona, acabadito de llegar, fui a caminar con una amiga por Las Ramblas. En ambos lugares me pasaron por el lado miles de personas. Ninguna sabía quién yo era. ¡Ni me miraron! 


Sabedor de que casi estoy perdido en el Cosmos… ¿para qué carajo me sirve la vanidad?

En una ocasión preguntaron a Albert Camus si él sentía algo de celo o envidia por Sartre. A lo que Camus respondió: ¿Celo de alguien que apenas es un ser humano? 


Entonces… ¿orgulloso de qué, yo que sólo soy un muy limitado ser humano, alguien que todos los día da un paso firme hacia la parca?

Me interrumpo porque debo preparme para preparar a mis hijas unos espaguetis “nero di sepia”. Además, me acaba de llamar la teatrista y amiga Germana Quintana para informarme que me toca a mí ir al Teatro las Máscaras para tirar, esta semana, el imprescindible... ¡Telón!