lunes, 28 de septiembre de 2009

Supersticiones en el Teatro


Las supersticiones en el Teatro están por doquier. No es preciso origen de las “normas” que al ser ignoradas pueden determinar catástrofes escénicas. Lo concreto es que son muy antiguas. Cito, para entrar en materia, tres de ellas: no tejer en el camerino antes de la representación o en su transcurso, no mencionar a los ofidios y mucho menos usar el color amarillo.

Se recuerda que para el estreno de "Salomé", de Oscar Wilde, los bocetos de la escenografía proponían el amarillo como dominante (con el telón de fondo violeta, para la noche); y les fue muy mal al autor y a la misma obra, cuya exhibición pública fue prohibida en Gran Bretaña hasta 1958. No pudo estrenarse sino en privado, hasta años después de haber sido escrita, y no por Sarah Bernhardt, a quien le fuese dedicada.

La repulsión contra el amarillo viene de un trágico suceso ocurrido en febrero del 1673 a Moriere. El dramaturgo, actor y director francés estaba interpretando un personaje de su obra "El Enfermo Imaginario" vestido de amarillo. En medio de la presentación comenzó a toser y murió unas horas más tarde de tuberculosis en su residencia.
¿Acaso los sangrientos accidentes de mi obra "Amanda" estaban conectados con el prolífico uso de ese color en el espectáculo teatral? No estoy seguro. Pero, por si acaso, la diosa Anaísa y yo hicimos un pacto liberador.

El color púrpura o morado es tabú para muchos artistas italianos. Resulta que en la era medieval durante el periodo de la cuaresma (en el cual los sacerdotes se vestían con capas o túnicas moradas), estaban prohibidos los espectáculos teatrales y, por lo tanto, actores y saltimbanquis estaban obligados a cesar sus actividades. A pesar de que dichas motivación y prohibiciones han pasado, muchos artistas aún hoy se niegan a llevar este color. Se sabe que en el Teatro Regio de Turín grandes artistas (Pavaroti fue uno de estos) han cancelado sus actuaciones debido a que el techo de dicho teatro es de color morado.

La escoba: No se le ocurra a nadie dejar una en el escenario. Ella barrería con la buena fortuna de cualquier espectáculo.

Las herraduras: Ellas si son de muy buen agüero. La creencia empezó con los griegos. Como estaban hechas de hierro, que es bueno para espantar malos espíritus, y tenían la forma de la luna, símbolo de la fertilidad y la fortuna, se pensaba que eran determinantes para la suerte del evento escénico. El uso de este elemento fue muy difundido entre los griegos, romanos y luego los cristianos; que a través de San Dunstan otorgaron poderes mágicos a las herraduras colgadas. Yo tengo la mía... por si las moscas.

¡Obras malditas!
Hay obras de teatro que muchos de nosotros no haríamos ni locos, so pena de que se produzcan grandes desgracias si son representadas. Entre ellas están "El Señor de Pigmalión", "Robin Hood" y muy especialmente "Macbeth". Esta última no sólo es un desafío interpretarla. Con sólo nombrarla en las inmediaciones de un teatro se invoca la mala fortuna Por eso hasta los técnicos (sobre todo los anglosajones.) le dicen “la obra escocesa” o “la obra del Bardo”, por su autor William Shakespeare.
Las leyendas urbanas con respecto a "Macbeth" son innumerables: se dice que ya en su primera representación Shakespeare se vio obligado a hacer el papel principal femenino porque el muchacho elegido para ese rol se enfermó súbitamente y murió. La historia enumera teatros incendiados, actores pasados a mejor vida en medio del escenario y todo tipo de calamidades alrededor de "Macbeth"; algunas comprobadas.
Uno de los pocos que se atrevió a realizarla en estos tiempos fue Peter O´Toole. Ese año todo a él le salió mal. Su participación en la pieza teatral constituyó el más grande fracaso de su exitosa carrera.

En España también tienen propias obras malditas: la zarzuela "La Tempestad", escrita por Ruperto Chapí con libreto de Miguel Ramos Carrión, por ejemplo. Esta obra fue todo un éxito en 1882, a pesar de las malas críticas. A raíz de entonces en los teatros y lugares donde se ha expuesto esta obra la desgracia se ha cebado con ellos: representantes arruinados y directores sin obras.

"Leyenda del Beso" (de Reveriano Soutullo) es otra zarzuela catalogada de maldita entre los españoles. Al parecer la mala suerte se inicia en una parte llamada la Romanza de la amapola. En esta escena se ve como una gitana, llamada Amapola, lee la mano al protagonista. Se dice que desde ese momento la mala suerte que se apodera del actor puede llegar a causarle un sin fin de desgracias y en ocasiones hasta la muerte. Esta parte, en diversas ocasiones, ha sido omitida por miedo a las consecuencias.

¿Buena suerte? ¡Noooooooooooo! A los hacedores de teatro es de muy mal gusto desearles ¡Buena suerte! Pasaría entonces exactamente lo contrario. Si alguien nos dijera esas dos terribles palabras, muchos haríamos que el desdichado que las pronunciara se desdiga, si no el conjuro maléfico arruinaría la actuación y quizás toda la representación. El origen de esto está en que los primeros actores a quienes les desearon ¡Buena suerte! se molestaron sobre manera porque entendían que su calidad no requería de suerte para triunfar.

¿Mucha mierda? ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiii! Desear esto es muy positivo en el teatro. La práctica se origina en Francia en tiempos remotos. Solamente los acaudalados podían antes ir al teatro allí. Iban en coches tirados por caballos. Cuando en los alrededores de los teatros se acumulaba mucho excremento de caballos significaba que la concurrencia había sido buena. 
 
¿Qué te rompas una pata? ¡Siiiiiiiiiiiiiiiii! Con ello se procura el efecto inverso. Se busca que los actores y actrices lo entreguen todo en el escenario. La tradición empieza en el siglo XIX cuando los artistas de la escena no eran muy bien pagados. Los espectadores acostumbraban a tirar monedas en el escenario y para recogerlas los actores tenían que “doblar la rodilla” buscándolas. Entonces para lograr la fortuna había prácticamente que “romperse una pata”.

En boca del lobo (In bocca al lupo). Tradición italiana que se le desea a los actores y que presupone un desafio. Equivale a “que te coma el lobo” y se persigue que sean los artistas que se coman a aquel. Desde el escenario la platea se ve como una oscura boca de un lobo y las cabezas de los espectadores lucen como sus dientes. ¡Qué miedo!

¿Claveles? ¡Nunca los regale a una actriz! La superstición que le atribuye mala fortuna a esas flores viene, también, del siglo XIX cuando los teatros contrataban en forma directa los actores por toda la temporada. Si el director de la sala quería decirle a la actriz que su contrato sería renovado, le enviaba rosas. En cambio, si eran claveles los que mandaba, significaba que la artista pasaba a partir de ese momento a integrar la nómina de desocupados.

¡Una monedita, por favor! Si usted entra a una obra, invitado o no, sin pagar, (como siempre hace una deslenguada directora dominicana.) la tradición ordena dejar una moneda en los camerinos para que esta atraiga, al día siguiente, muchas otras.

Mal por bien. Los directores, actores, actrices y técnicos de la escena piensan siempre que si un ensayo general sale mal es augurio de que habrá un exitoso estreno.

Envidia y celos en el teatro. Siempre nos han endilgado “injustamente” (Ja) esas actitudes. Al parecer esto también nos llega de Grecia (no sólo nos dejaron las grandes obras, también sus chismes.)

No hace mucho tiempo se encontró un tableta de cobre, de mediados del siglo II A.C, enterrada bajo el Anfiteatro de Efaestos de Atenas, con una terrible invocación que explica muy bien sus claras intenciones:
 
Dios infernal ,quien quiera que seas y me escuches,
recibe esta sangre a partir de este día y de esta hora,
de este instante, hagas desaparecer a Naupas la del Coro,
y a Tespis el deuteragonista, los hagas sufrir
como tú sabes, los hagas desaparecer como tú sabes,
y Primus y a Clarus. ¡A esos idiotas!
¡Aplástalos! ¡Que mueran!
¡Que desaparezcan! ¡Que sean eliminados!”

Otra invocación envidiosa. Al igual que la anterior se trata de una tableta, esta vez de plomo y probablemente del siglo I de nuestra era. Fue descubierta en Alejandría enterrada bajo el Teatro del Apolo Pancreator:

Matad ,eliminad , herid a Gallicus el padre de Prima
Lo antes posible, dentro del anfiteatro.
Atadle los pies, los miembros , los sentidos, la médula
Atad a Gallicus para que no pueda matar ni al oso ni al toro
ni con un golpe ni con dos golpes, ni con tres golpes.
¡Que no baile, que no cante!¡
En nombre del dios vivo omnipotente cumplid mi deseo,
ya, ya rápido, rápido!
¡Que el oso lo hiera y lo mate!”
 
¡Nada fácil era la competencia griega!

En algunas de mis puestas en escena he encontrado en el escenario ofrendas y conjuros a favor y en contra. Una conocida actriz nuestra dejó una invocación para que una de mis primeras obras fracasara. Los dioses invocados no concurrieron a la cita y el mal se le devolvió para siempre. ¿De quién hablo? Diré su nombre en una próxima entrega. Por ahora me limito a informarles que desde entonces el suscrito (igual que muchos directores en el mundo.) siempre -¡siempre!- viste de negro en sus estrenos y re- estreno... ¡Gracias a la Misericordia! 

Los embajadores Calventi, Carlota y yo luego de presentar "Quíntuples" en Argentina