martes, 15 de abril de 2014

Pseudopígrafo: segundo telegrama de Semana Santa

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 Pseudopígrafo: segundo telegrama de Semana Santa



El término pseupígrafo (del griego pseudepigraphos, falsamente atribuidos) se utiliza para designar a los autores falsos, especialmente de los libros de la Biblia. Antes se aceptaba que ciertos capítulos del Antiguo Testamento fueron pseudopígrafos. Empero, hoy la mayoría de los grandes estudiosos del libro sagrado de los cristianos, dice que prácticamente se desconoce quiénes son los verdaderos autores hasta del Nuevo Testamento. Esto, porque en realidad sus libros habrían sido escritos, hasta más de trescientos años después de la muerte de Jesús, por grupos organizados de personas que jamás conocieron al Nazareno.

Emblemáticos y prestigiosos estudiosos aseguran que la decisión de escribir la Biblia, inicialmente, correspondió a un específico emperador. 

Por otro lado, el término apócrifo (griego: απόκρυφος, oculto, secreto; latín: apócryphus) hace referencia a textos religiosos en contextos judíos o cristianos, que no han sido incluidos en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita, así como tampoco de ninguna de las distintas Biblias usadas por distintos grupos de cristianos.
Me permito recordar que reyes, dignatarios y millonarios han “fabricado” sus propias biblias, ajustando éstas a sus intereses privados. Entre traducciones y “ajustes” particulares, no sabemos cuál es la verdad dentro de las verdades bíblicas que nos han llegado.
Quizás partiendo de postulados semejantes fue que Albert Einstein escribió en la carta de su puño y letra del 3 de enero de 1954, a su amigo y filósofo Eric Gutkind: La palabra Dios no es más que la expresión y el fruto de la debilidad humana, y la Biblia, una colección de honorables leyendas primitivas, las cuales, no obstante, son bastante pueriles.

Aclaro que mis textos, notas y artículos no son pseudopígrafos o apócrifos. ¡Los míos no! ¡No, señor (a)! Yo existo y soy el responsable de ellos. Sin embargo, no puedo dar en estos momentos pruebas irrefutables, porque llegó el momento de tirar el… ¡Telón!