miércoles, 25 de abril de 2018

Pequeños delincuentes



Pequeños delincuentes
Por Giovanny Cruz Durán



Ha poco, los tres miembros del jurado del concurso estudiantil de cuentos 2017-2018  (Iván García Guerra, Rafael Peralta Romero y el suscrito), entregamos las conclusiones  y valoraciones de los casi cuatrocientos cuentos que llegaron a nuestras manos. Dicho concurso literario es auspiciado y organizado por el Ministerio de Educación. Una loable actividad que procura incentivar la creación literaria.

Para los tres escritores que constituimos el jurado, fue decepcionante y revelador las deficiencias de una amplia mayoría de los estudiantes participantes. Esto, porque nos dimos cuenta que, aunque duela decirlo, el nivel estudiantil en nuestras escuelas públicas (al menos en el renglón gramatical que comprobamos) es preocupantemente flojo.

Todo indica que hay, por otro lado, una alarmante deficiencia profesoral. Digo esto, porque en casi la generalidad de los participantes los horrores gramaticales resultan sintomáticos. Como la deficiencia no era un asunto aislado, la culpa final recae sobre los maestros.

Algo, también, inquietaba bastante a los jurados con los muy escasos estudiantes que escribieron cuentos más o menos decentes, en el plano literario.  Recomendamos premiar, efectivamente, los tres primeros lugares y publicar un libro, editorialmente revisado por un experto, que incluyera los galardonados y otros diez cuentos a título de mención. Idea aceptada por los organizadores del concurso.

Advertimos, no obstante, que algunos de los cuentos fueron descartados luego de comprobar que había plagios o graves indicios de esa deleznable actividad. Empero, sobre algunas otras obras escogidas, aunque no había evidencias claras, teníamos ciertas sospechas.

En ese sentido, solicitamos investigar bien el asunto. Y nos comprometimos a hacerlo también por nuestra cuenta. Resultaría vergonzoso que en un concurso literario organizado por nuestro Ministerio de Educación y juzgado por tres reconocidos escritores, apareciera premiada y publicada una obra plagiada por algún estudiante.

Los tres miembros del jurado y unos muy preocupados organizadores, nos pusimos inmediatamente a investigar afondo el asunto.

Unas horas después de iniciar mis particulares investigaciones descubro bochornosos plagios. Ilustro con el ejemplo:

https://www.cuentocuentos.org/cuento-adulto/1757/el-derrumbe.html


Sin hacer mucha insistencia en que los plagios se castigan hasta con dos años de prisión, destaco la falta de valores éticos que ocurre en nuestro país, hasta en jovenzuelos escolares. El Ministerio de Educación, y esto resulta irónico, dispuso en la base del concurso que los cuentos giraran en torno a valores humanos, sociales, morales o patrios. Sin embargo, estos valores fueron negados con sus acciones por muchos de los participantes.

Urge efectuar aquí una sacudida moral. Si en la escolaridad permitimos este tipo de acciones fraudulentas e ilegales, estamos cavando la tumba moral de nuestro país.

Esos jovencitos que cometieron este hurto tienen que ser adecuadamente sancionados. Pero, también, tanto ellos como los demás, deben ser correctamente orientados. Es imperativo participar a los padres sobre este asunto y recomendarles actitudes inteligentes a seguir con esto.

Sabemos que la educación inicial, la del hogar, es determinante en el futuro adulto y que la educación escolar es fundamental. En el caso que nos ocupa, hay fallos tanto en el hogar como en la escuela.

No acomodemos criterios de facilismos paras indicar que se trata de un hecho aislado. No lo es. Se trata de un comportamiento sociológico grave. Démosle su dimensión real. De no hacerlo, estaremos formando, inevitablemente, muchos pequeños delincuentes... que hoy roban un cuento y mañana un banco.

Aunque estoy muy preocupado, debo pausar para solicitar el…

¡Telón!

domingo, 22 de abril de 2018

Para la puesta en circulacion de los Premios Anuales de Literatura

Por Giovanny Cruz.


Ante la presencia de la escritora y gestora cultural Ruth Herrera (Directora General de la Feria Internacional del Libro), estas fueron mis palabras para el acto de puesta en circulación de los libros ganadores de los Premios Anuales de Literatura-2017.


Toda creación literaria profesional —escribir— es un viaje entre antípodas. En el proceso escritural se procura que las historias hagan el viaje del día hacia la noche. Las mismas palabras transitan por abismos insondables buscando, como las luciérnagas, la vida-muerte en la luz. Nuestros personajes, como determinaron los grandes trágicos griegos, avanzan desde la felicidad neutra hasta una angustia radical. Octavio Paz proclamó que en las grandes obras los personajes jamás se muestran reconciliados consigo mismos. Lo hacen con el alma hecha jirones.

Si, los escritores somos viajeros entre singulares universos paralelos. Nuestras realidades empiezan en el plano terrenal, pero concluyen siempre en el enigma que nos dispensan los finales. Y de ese viaje en el tiempo, ciertamente que no salimos incólumes. En las angustias de nuestras historias pendulamos peligrosamente. En la dialéctica obligada de nuestros héroes, estamos involucrados. No pocas veces ha ocurrido la identificación del escritor con sus protagonistas o antagonistas. 

Suelo contar, para avalar el concepto con ejemplo, lo ocurrido con mi obra “La virgen de los narcisos”. El personaje de Aurora, en las primeras acciones de la pieza teatral, decide marcharse de este mundo vestida de novia, acostada entre los narcisos del patio de su casa y dejando que el veneno procurado (Verdecito de París) concluya el objetivo. La pieza, entonces, es la historia que lleva a Aurora al destino inexorable. En el proceso, lo confieso, me identifiqué con la muchacha. Hasta creía amarla. Tanto, que decidí perdonarle la vida y levantarla, al final, de sus narcisos. Sin embargo, Aurora se apareció en mi casa una madruga y me dijo, que si bien era cierto yo la había creado, ella tenía derecho al libre albedrío. Entonces yo, dios-creador, ya no podía intervenir en sus acciones fundamentales.

Les aseguro que, ciertamente, los escritores, de nuestras creaciones, jamás salimos incólumes. Aun así, como Sísifos inagotables, al día siguiente volvemos a intentar subir la piedra hasta la cima.

Estoy obligado a agradecer a los Premios Nacionales de Literatura por la distinción recibida con mi libro de cuentos. Y no lo hago por la cortesía formal acostumbrada. Lo hago, porque estoy absolutamente convencido de que el nuevo formato de los Premios ha tenido mucho que ver con las distintas premiaciones de esta entrega. Indudablemente, la condición secreta del autor dota a los premios de bastante imparcialidad y aleja los prejuicios. La preselección realizada evita que el jurado se agote leyendo obras a las cuales falta rigor. En mi criterio, los Premios Anuales de Literatura se han profesionalizado.

También debo celebrar lo que está ocurriendo en la Editora Nacional. Como saben, he obtenido varios premios de Literatura. Han publicado mis obras premiadas y otras más. Los escritores deseábamos una edición profesional de nuestras publicaciones. En ese tenor, la correcta lectura editorial y la buena composición de las obras era esperada con ansias por nosotros. Soy testigo de excepción que, en esta versión de los referidos premios, se trabajó con los autores de forma muy meticulosa.

Definitivamente, los Premios de Literatura y sus puestas en libros, han dado un salto espectacular. Han viajado… desde lo soñado hasta lo realizado. Igual que en algunas tragedias griegas (“Edipo en Colono”), ha ocurrido un feliz desenlace. Definitivamente, el viaje nos persigue.

Permítanme, también resaltar este mismo acto. Permítanme resaltar que, al menos durante dos semanas, el libro será el protagonista nacional. Algo que siempre resulta ser un formidable acontecimiento en cualquier país del mundo.

Por todo esto, satisfecho y alegre, he estado escribiendo y diciendo por ahí… ¡Corran a darse la Feria!

Telón.

-->