lunes, 25 de febrero de 2013

Por supuesto que fui a visitar al Sr. Green

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Por supuesto que fui a visitar al Sr. Green



 Confieso que no muchos textos de la dramaturgia actual norteamericana logran mis aplausos. Pienso que en su teatro Estados Unidos refleja mucho de la falta de profundidad que uno observa en la mayoría de su producción cinematográfica. Parecería que las leyes inmutables del marketing condicionan también a los dramaturgos de esa nación norteña.



Sin embargo, “Visitando al Sr. Green”; de Jeff Baron, es una pieza teatral lograda. No es perfecta su estructura teatral (su construcción en cuadros atenta por momentos con la unidad dramática y obliga a los dos actores a aportar mucho de su interior para convencer al espectador y seguir coherentemente la trama). No es una pieza vanguardista. Es un teatro clásico y realista lo que estamos viendo en el cual se pasa constantemente, con acertada pulcritud,  del drama a la comedia sin ninguna grosera estridencia.

Esto que cito de los cuadros que parecen atentar contra la Línea General del suceso, fue manejado con inteligencia por el director de la realización dominicana que acabo de ver en la sala Ravelo del Teatro Nacional. Ocurre que Mario Lebrón decidió incluir al chelista sinfónico Pablo Polanco para hacer en vivo la música de la pieza, que en la ocasión funciona como un leitmotiv que contribuye con la atmósfera escénica neoyorquina, en la cual deviene el suceso. ¡Magnífico y bien llevado fue este recurso! Y es una de las pocas intervenciones notorias del director Lebrón. Esto que afirmo también es un acierto. Una máxima en el fútbol asegura que el buen árbitro no es aquel cuya presencia parece casi superar a la de los jugadores. En Teatro resulta algo similar: el buen director debe disimular su presencia tanto como sea posible. No es él quien sale a escena.

En este sentido aplaudo también el trabajo escenográfico de José Miura, indudablemente uno de nuestros escenógrafos mas exquisitos. Aquí conecta muy bien con Baron y con Lebrón para envolvernos en la historia y el lugar en el cual transcurre la trama. Los efectos técnicos en el Teatro solo están ahí para apuntalar las actuaciones, nunca para competir con ellas. En el caso la máxima fue cumplida.

Las luces de Lillyanna Díaz nunca traicionan las obras en las cuales aparecen. Siempre son cuidadas y efectivas. Pero en este caso tienen un encanto adicional: parecen ser parte integral de la trama misma. Las luces de Lillyanna nos van llevando a los cuatro momentos emocionales de “Visitando al Sr. Green”. Estos son: una soledad lóbrega, en un principio, que de manera difuminada pasa a la motivación, luego a la esperanza para concluir en las reconciliaciones sociales y emotivas de los dos personajes. Estos cuatro tempos son manejados con acierto por la Díaz en sus luces.

El vestuario es justo y convencional. Nada resaltable. No podía ser de otra manera.

“Visitando al Sr. Green”, estrenada hace mas de diez años, nos habla de las soledades (las de ambos personajes), de la discriminación histórica, de la incomprensión social y de la asunción cultural. Su trama (la presentada por Lebrón en un solo acto) ocurre en New York. La situación es exclusivamente norteamericana. Efectivamente, se trata de una pieza localista, como lo era el teatro griego, que desde su tema singular y particular se eleva hacia lo universal.

Sobre los personajes: 

Vistas las grandes virtudes, y una que otra difidencia, del texto teatral que nos ocupa, les aseguro que los únicos dos personajes de la pieza, Green y Ross, están muy bien delineados por el autor. Sus perfiles sicológicos están trazados con verdadera maestría. Permitan explicar este asunto desde la óptica del dramaturgo:

Esta figura del Teatro, ciertamente diseña los personajes de las obras. Pero una vez estos diseñados y perfilados, el dramaturgo no tiene ningún derecho a intervenir en sus devenires. Llega un momento en que los personajes adquieren autonomía vivenciales. No pocas veces ocurre que un dramaturgo desearía variar el destino trazado por un personaje. Cuando esto sucede se traiciona a la propia creación. Algo que solo hacen los “dioses” imperfectos.

En el caso de “Visitando al Sr. Green”, el autor se apega con fidelidad a sus personajes y, en algún momento, parece desaparecer de la historia. ¡Muy bien!

Sobre las actuaciones:

Francis Cruz nos presenta su personaje, Ross, con naturalidad. Nada de poses de teatro barato. Maneja bien la sicología del personaje. Su voz está bien matizada. En algunos momentos, empero, siento que su movimiento está encajonado. Como si sus propias carnes fuesen una prisión. Por experiencia sé que él irá venciendo esto. Es que cuando un actor no cuenta con toda la academia requerida, no puede lograr la “perfección” actoral que se demanda sino hasta después de mucho y serio trabajo teatral. En la obra el tempo teatral de Cruz es correcto.

Es un pecado, o un crimen de lesa teatralidad, dirigir a los directores. Tratando de evitar esto en lo posible, me aventuro a sugerir que en los tres soliloquios en los cuales aflora el conflicto de Ross por su preferencia sexual, supriman los lloriqueos y trabajen las angustias mas hacia la Línea Interior del personaje. La situación dramática se elevaría con este recurso.

Iván García nos presenta en esta obra una actuación de antología. Orgánica como la que mas. El manejo corporal es perfecto. La intensidad dramática profundamente convincente. El quebrar la voz para que desaparezca Iván y aflore el Sr. Green fue un acierto. Aunque debo señalar que por esa razón me perdí de algunos parlamentos. Lo espectacular de Iván García en esta actuación es que, precisamente, en ningún momento le quiso imprimir “espectacularidad” necia a su caracterización interna. Cada gesto, cada movimiento, cada mirada de Iván parecían la de un encarnado Sr. Green. Quienes prácticamente colmamos la sala Ravelo, salimos convencidos de que el Sr. Green, y sus conflictos sociales y culturales, estaba frente a nosotros.

Iván logra, con maestría estilística, llevar la evolución emocional por la que deviene su personaje. Por supuesto que este trabajo interior, y el mismo corporal, es agotador. Estoy seguro que nadie sale incólume después de un trabajo actoral como el descrito. Iván García no iba a ser la excepción.

En esta realización teatral las cosas marchan bien en la generalidad de los casos. El buen teatro ha sido bien servido. No digo que se logró la perfección. No. No siempre. Pero ver la actuación de García es una escuela a la cual muchos de nuestros jóvenes  actores y actrices (y hasta algunos de los consagrados) deben ir… para aprender.

Aunque estoy contento, me veo obligado (sonriendo esta vez) a pedir que tiren el… ¡Telón!