domingo, 14 de octubre de 2012

El camino perfumado del poema

El camino perfumado del poema

Suelo dudar de cualquier persona que no guste de la Poesía. Algo turbio o siniestro esconde. Probablemente es un sociópata que ya ha cometido crímenes horrendos contra la Humanidad. Tan enfermizo personaje es un negador conocido de su madre, violador de menores y practicante consumado de la violencia marital.

Un individuo de esa calaña sería incapaz de sonrojarse frente a una rosa, mucho menos disfrutar de las evocadoras utopías que, como nos enseñó Dante, son suplidoras o acompañantes de dos o mas copas de vino.

Recurriré a Borges y a fragmentos de su “Otro poema de los dones” para comprobarme en esta entrega:

Gracias quiero dar al divino
laberinto de los efectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,

Ahora, si es un escritor el que no encuentra placeres en el Poema no me interesa ni leer, siquiera, lo que escribe. Hasta dejo de dirigirle la palabra. Un escritor anti poesía en cualquier momento va a convertirse en un traidor; o en algo aún peor: en un lerdo.

Indefectiblemente destruirá el lenguaje en sus escritos, propondrá que supriman los acentos de la Lengua, pretenderá que desaparezca la “Ñ” del idioma español, disertará por ahí sobre lo innecesario que es el punto y coma, asegurará que si la “H” es muda no debe ser usada en nuestros libros. Con el tiempo renegará las Sintaxis y la Prosodia. Acabará asegurando que la Metáfora y la Alegoría con recursos de escritores fenecidos.

por el fulgor del fuego,
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa,
que prodiga color y que no lo ve,

Sabemos que ser escritor no se estudia propiamente hablando. No obstante hay que estudiar todo para serlo. Cada palabra que los escritores sacamos a pasear, para que esta se encuentre con la Idea, es parte de un proceso doloroso, angustiante, agotador y quemador de calorías emocionales irrecuperables.

Los escritores tenemos que leer para conformar o recuperar conceptos, preceptos y vocablos. En mi caso, y recomiendo lo mismo a los jóvenes que pretenden escribir, de cada tres libros que devoro uno tiene que ser, irremisiblemente, de Poesía. Digo Poesía aunque tentado tuve de escribir Profecía ¿Acaso no es lo mismo?

por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swedenborg,
que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales
que convergen en mí,

No hay duda que el Poeta inventó la Palabra. Cuando lo hizo notó que era bueno lo que había creado... y la multiplicó en Galilea, donde un joven hipie aprendió los secretos de la palabra perdida.

Entonces, a esa compleja energía cósmica que llamamos Dios, le prestó los sonidos que acababa de inventar.

Desde luego que, sabiendo el Poeta que Dios está hecho de silencios y sustancias especiales, la primera palabra a él asignada fue una forma verbal.

por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,

¡Miren que cosa: Dios crearía al Poeta y el Poeta lo enseñó hablar! Y desde ese instante Dios ya no era algo hosco que, escondido en la montaña, acechaba a su Creación para castigarla con rayos de múltiples colores. Desde entonces inició diálogos permanentes con su Creación. Tanto que cuando volvió a crear, luego de un merecido descanso, lo hizo a partir del Verbo que le habían regalado.

Por supuesto que solamente el Poeta estaba autorizado a repetir en tablas, piedras y papiros, lo que el Creador hablaba. El Poeta se convirtió en el único y verdadero oficiante de los grandes Mitos y Misterios. Todo el resto era una farsa.

por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,

Los escritores necesitamos constantemente nutrirnos o reciclarnos en todas las imágenes que solamente pueden encontrarse dentro de la Poesía. En sus callejuelas laberínticas está verdaderamente el Universo. Fuera de estas el mundo es prosaico.

El Hombre Primitivo, obligado por los cruentos glaciales, necesitó contar el mundo a sus pequeños clanes. Primero lo narró en la Forma procurando atrapar en ella a la bestia exterior. Después requirió reproducir el grillo que, al decir de Manuel del Cabral, fue el primer cantante del Universo. Cuando no podía escuchar el sonido del viento entre los árboles, el de sus pasos al triturar las hojas secas, el golpe de su mazo sobre los troncos ahuecados; inventó la música para eternizarse. Pero cuando se inició en la Idea... inventó la Palabra.

Desde ella, y la Magia, el Hombre fue Poesía... y Teatro. ¡Sí! El Teatro nace prácticamente con la misma vida en aquellos rituales de Muerte y Vida que en su cosmovisión realizaba el Primitivo.

por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
por la noche, su tinieblas y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,

Volando en el tiempo la Poesía llegó y se perfeccionó en la Grecia Clásica. Y ocurrió de repente lo inevitable: un tal Arión escribió, compuso, tituló y declamó el primer ditirambo de todo el Universo conocido. ¡Asombro, asombro, asombro! ¡Asombro y catarsis!

Pero alguien llamado Tespis vio algo mas que ditirambo en la creación de Arión. Se montó en una carreta de troncos, soñó y le puso algo de dialogo a las palabras de Arión.

Luego llegaron Sófocles, Shakespeare, Cervantes, Tirso de Molina, Lope de Vega, Goethe, Chejov y Camus.

por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.

Desde luego que nunca he podido amar a una mujer que no encuentre... en el camino perfumado del poema.

¡Telón!