viernes, 28 de mayo de 2010

La escenografía Medieval

                                 
Nota: Partiendo de publicaciones de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada, Pasión Cultural sigue con sus aportes a propósito de la celebración de Festival Nacional de Teatro, sin olvidar el compromiso que tenemos de presentar los días 10, 11, 12 y 13 "Un café frío en la calle El Conde" 

Hacia mediados del siglo XII se empezaron a representar fuera de la iglesia los primeros dramas. La escenografía, poco más o menos, y según la situación geográfica, se puede imaginar así: unos cuantos escalones llevaban a los tres pórticos abiertos en la fachada; entre ellos había una cátedra a un lado y un banco al otro. A la derecha, y frente a la iglesia, una plataforma representaba al paraíso: "tapicerías y cortinajes de seda están dispuestos en tal forma que los actores pueden ser vistos a partir de los hombros; se ven allí flores aromáticas, follajes y diversos árboles cargados de frutos, de manera que el sitio parece sumamente agradable". A la izquierda de la iglesia está el infierno, almenado y con los muros llenos de aspilleras con barrotes de hierro; al pie del graderío, el atrio, comprendido entre el paraíso y el infierno, en cuyo recinto se levantaban varios tablados, dos anchas piedras en forma de altar y un pequeño campo de tierra arable.

Dos clases de escenario medieval aparecen claramente a partir de entonces. La carreta-escenario presentaba una decoración circular, precursora de las modernas escenas gi ratorias, mostrando a los espectadores los diferentes lugares en que transcurría la acción. Estas carretas obtuvieron aceptación principalmente en Inglaterra, donde cada gremio disponía de una de su propiedad. El escenario estaba en la parte superior y disponía de un espacio oculto tras de una cortina, para vestirse los actores, en la parte inferior. Más usado fue el escenario simultáneo, tramoya desmontable levantada en la plaza de la ciudad, en donde, en rápida sucesión y con elementos simbólicos, se representaban todos los lugares de la acción, permitiendo así que el público siguiese el curso de la representación sin interrupciones. 
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El principio de la escenografía proviene de un decorado simultáneo que puede describirse, idealmente, así: Al iniciarse la representación, el espectador contempla, distribuidos en varios tablados o "mansiones", los diversos lugares en que discurría la ac ción. Los personajes evolucionan de un sitio a otro, y los que sólo deben aparecer en tablado están ya en su lugar desde que comienza el espectáculo.

Cada uno de los decorados es convencional, por lo que se refiere a las proporciones, minuciosamente realista en lo que se refiere a los detalles. Un montoncillo de tierra representa una montaña; un estanque, apenas lo suficientemente grande para que flote una sola barca, representa al mar; cuatro postes que sostienen un techo de paja es el establo de Belén; un espacio de tierra rodeado de zarzas, el huerto de Getsemaní. Pero hay verdadera agua en el estanque, el buey y el asno están realmente atados en el establo, se han trasplantado algunos árboles auténticos al huerto. Las miniaturas de muchos manuscritos, y mejor todavía, los cuadros de los pintores de la época, nos instruyen amente acerca del carácter de estos decorados. 

El decorado simultáneo se emplea mucho durante toda la Edad Media en la representación de obras religiosas e incluso profanas; exceptuando el conocido teatro fijo de Alencon, de varios pisos, el teatro medieval se valió usualmente de los escenarios simultáneos hasta la época del Renacimiento. Cuando no era posible representar en los partimentos o "mansiones" lugares como selvas o campos de batalla, se recurría a actor que se encargaba de "explicar" la escenografía. Por lo regular costaba mucho dinero y esfuerzos la instalación de un escenario. Todas las mansiones que componían el escenario estaban provistas de telón y tenían delante una tarima saliente. 


La agrupación de las diversas mansiones se hacía de modo diferente, según el país. Algunas veces tales escenarios se superponían en un teatro de tres pisos, cada uno de los cuales representaba el infierno, la tierra y el cielo. En Provenza o en Italia se utilizan ventajosamente los teatros clásicos. En Suiza y Alemania se montaban normalmente en el centro de una plaza, y los espectadores ocupaban los soportales. Pero la disposición más frecuente, sobre todo en Francia, consiste en alinear las mansiones una contra otra sobre un largo estrado, el paloir, trucado con trampas y contrapesos, como el escenario de un teatro de magia; al pie de este estrado se extiende una faja de terreno, el parque en el que se instalan otros escenarios. 

En los teatros ingleses, la disposición de los teatros procede de los patios de las ventas, provistos de galerías y también, probablemente, de unas construcciones en forma de anfiteatro que se usaban para las lizas y las luchas de animales. Fueron más frecuentes las construcciones de forma circular que las cuadradas, como, por ejemplo, el Teatro del Globo, en el que se representaban las obras de Shakespeare. Estas construcciones van ya de "barro, cal y ladrillos" y solían llevar techo, generalmente un toldo. 

El escenario consistía en un tablado desnudo y cuadrado, asentado sobre postes de roble, que avanzaba hacia el centro de un patio sin adoquinar; este tablado, especie de podio, descansaba por la parte posterior sobre la barraca de los actores. En tales escenarios, la zona del fondo se consideraba como habitación, y mientras que estaba en primer plano se hacía pasar por calle; probablemente también se debió relacionar con la acción el os curo local interior del barracón donde se vestían los actores, dándole carácter de sepultura o de templo. 

Como escenografía, se empleaban tapices para cerrar el fondo del escenario y acostumbrábase a cubrir el tablado con una estera. Sobre la escena había una especie de lnlcón que se utilizaba como palco de orquesta, pero en el que también se desarrollaban escenas, como en Romeo y Julieta. Fuera de esto, la escenografía se limitaba a elementos móviles como un trono, un sillón, una mesa, etcétera.En España, los corrales de comedias adoptaron una disposición parecida, aunque no existía el tablado saliente; la escena era poco profunda y no tenía telón. El público, provisto de una gran imaginación, aceptaba como suficientes las descripciones orales o el cartel anunciador del lugar en que la escena iba a desarrollarse.