jueves, 26 de agosto de 2010

La obsesiva que faltaba


Hacer teatro profesional en la República Dominicana no es asunto sencillo. No lo es. Por supuesto que tal aseveración requiere de una explicación.

Cuando fuimos a presentar a Francia nuestra realización teatral Amanda nos entrevistaron periodistas de los tres principales periódicos franceses y de algunas importantes revistas. Todos terminaban haciendo la misma pregunta: ¿Son ustedes realmente profesionales?

Para los franceses saber esto, obviamente, era vital. Porque la categoría, relevancia y condiciones de una puesta en escena profesional tiene singularidades muy específicas. Claro está que el teatro amateur en Europa es muy bien visto, de mucho nivel y apreciado. Pero un profesional de teatro es otra fragancia.

Desde luego que cuando los espectadores parisinos vieron nuestra propuesta teatral gritaron: ¡Bravo! y ¡Son grandes profesionales!

¿Qué es un profesional de Teatro? En términos simples es una persona que ha estudiado y se ha desarrollado en el campo teatral; pero también es un artista cuya actividad real es el Arte Escénico

En los países culturalmente avanzados no se aceptaría que un supuesto profesional tenga que dedicarle a un trabajo burocrático ocho horas del día y luego, solamente, ensayar dos en las puestas en escena en las cuales participa ocasionalmente. Lo que, ciertamente, es artísticamente contraproducente.

Ese actor o esa actriz de ocho horas impuras y contaminantes de trabajo, mental y físicamente no puede tener al Teatro como actividad principal en su vida. La distracción que esas ocho horas prostitutas determinan es siempre calamitosa  para el resultado escénico.

Sin embargo, en convencionalismo necesario, público, críticos y artistas del país, hemos terminando aceptando el hecho y sus resultados.

Según los parámetros y códigos internacionales pocos, muy pocos, actores y actrices nuestros son efectivamente profesionales. Y las realizaciones escénicas requieren de actores que entreguen tiempo, cuerpos, mentes y almas. Cuando no ocurre esto las actuaciones, aunque la habilidad del director logre disimular, resultan de "pantalla". Término que utilizamos los teatreros para calificar las caracterizaciones vacías, insípidas y sin la sustancia verdadera del Arte.

Fiora Cruz Carretero:
Actriz (aunque joven ya de larga folía interpretativa, con más de diez años de entrenamiento y práctica teatral) y realizadora de cine graduada en Argentina, ha conseguido que el Arte sea lo único en su vida en el plano laboral.

Mario Lebrón:
Es uno de nuestros actores más señeros, aunque se distrae brevemente en una actividad a la cual le dedica el tiempo que él quiere, es un actor prácticamente a tiempo completo.


Por sus respectivos talento, cultura, disciplina, pasión y dedicación (herramientas imprescindibles para alguien convertirse en verdadero profesional del ramo) fueron elegidos para realizar con nosotros la exigente obra que a partir del 5 de noviembre pondremos en escena en la Sala Ravelo del Teatro Nacional: Obsesión en el 507.

Es una pieza demandante. Es lo que llamamos Teatro Total. Las actrices y el actor de la obra tendrán, indefectiblemente, que someter sus cuerpos y su mente a una rutina de trabajo terrible y peligroso. Pero como escribió Luis Rafael Sánchez en nuestra inolvidable Quíntuples: El teatro es una maroma audaz... un feroz riesgo.

En  Obsesión en el 507 los artistas seleccionados están ya sometiendo sus cuerpos a un rigor de ejercicios sin los cuales sería imposible realizar el montaje. Se estudia la pieza en los linderos  culturales como una tesis. Profundizamos en el planteamiento literario para descifrar la maraña de enigmas que hay en el texto literario. Afinamos el buen humor de lo que será el texto dramático. Procuramos la asesoría de Carlos Francisco Elías en los obsesivos asuntos cinematográficos. Hemos repasado y reinventado la técnica de las emociones. Hemos tenido que readecuar los postulados brechetianos. También fue imprescindible recurrir a mi amigo y gran siquiatra César Mella para poder penetrar en los intrincados laberintos interiores de estos personajes y, además, para asegurar la estabilidad mental de mis artistas en escena, que como tales no son precisamente los más cuerdos del mundo (ya les veo el truño).

Por todo esto concluimos que necesitábamos encontrar una tercera actriz para la obra que hiciera teatro a tiempo completo, con estabilidad emocional, con aceptable cultura, disciplinada y que no tema al riesgo que presupone un trabajo como el de  Obsesión en el 507

No fue fácil decidirnos por una tercera actriz. Esta vez, para no meter la pata, consultamos cuidadosamente al equipo de trabajo (Juan Núnez, Asistente de Dirección; Renata Cruz, Diseñadora del espectacular vestuario que pide el autor y a Etzequiel Taveras, Artista Gráfico) y a los otros dos enfocados actores.

En la espera de nuestra decisión en los corrillos teatrales se especuló en demasía. Los murmuradores de rigor "nombraron" docenas de actrices, desde los pasillos bellasartianos se llamó insistentemente a las "seleccionadas" para averiguar su status, corrieron los mensajes en los BB, malintencionadamente nos atribuyeron distracciones personales que jamás existieron, hicieron sugerencias a nuestros allegados, listas de actrices para el papel, auto proclamaciones y no faltó uno que otra que nos llamara directamente para poner en nuestra cabeza el nombre de sus preferidas. Con esas pequeñeces también tenemos que convivir.

¿Por qué tanto interés en el asunto? ¡Morbo, compadre, morbo!

Pues, sin más dilaciones intrigantes, informo a los Pasionarios y Pasionarias que luego de barajar y entrevistar a varias personas (hasta hombres), determinamos que quien reunía las condiciones para hacer el trabajo deseado, la agraciada  (¿?), la que hacía falta, la que completa el elenco es:


¡La obsesiva que faltaba!
¡Teatro total... carajo!