viernes, 7 de noviembre de 2014

Sobre Dios, Singularidad y el Amor infinito...

Sobre Dios, Singualidad y el Amor infinito…





Suelo evitar escribir o hablar públicamente de Religión. O lo que así llamamos, cuando en realidad el concepto entraña un aspecto diferente al que le asignamos hoy. Ortega y Gasset, en su ensayo  “Del imperio romano”, nos ilustra sobre el tema:
“Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello. Religio no viene, como suele decirse, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente.”
Aclarado esto, paso a hablar de aspectos relacionados a lo que juzgamos hoy como Religión.

Una pregunta frecuente de este hombre actual que  casi todo lo quiere conocer, gira en torno a nuestro origen: ¿De dónde vinimos? O ¿Cuándo comenzamos? Resulta que tres respuestas, al parecer antagónicas, salen inmediatamente: 

Respuesta religiosa: Venimos de Dios.
Respuesta científica: Venimos de una Singularidad.
Respuesta poética: Venimos del Amor.

Desde luego que a prima facie se entienden que entre las tres respuestas no hay maneras de conciliación. Sin embargo, este escritor y artista (que con los años se vuelve más cauto y acusa cierta timidez filosófica.) cree que no son enemigas las tres sentencias. 

Dada mi inicial formación marxista, aceptaba sin rechistar que Dios había sido una creación humana en un primitivo acto poético que, como tal, había surgido de la duda y de esa necesidad que tiene el poeta de encontrar interpretaciones de la realidad concreta. Esto explicaría la causa por la cual Dios estuvo tan ligado, en el inicio de su comunión con el Hombre, a la cosmovisión.

Por supuesto que rechazaba de plano todo Dogma (y no puedo evitar seguir mirando a estos con militantes ojerizas.). Pero cuando el Marxismo comienza a transitar de la Ciencia Social al Dogma, entendí que había llegado el momento de mentarle la marx a los marxista y me declaré libre pensador y confeso dudante que no tenía duda alguna de sus inmensas dudas. ¡Puro dilema!

No obstante, mi Dios-Ciencia seguía habitando dentro de mí. Y en esos criterios, Dios-Poeta (un ser alejado de la Razón, que es el atributo irrenunciable del Hombre.) sencillamente no cabía.

En una ocasión escuché a Galeano decir que a él aterraba la definición de isla: “Porción de tierra rodeada de agua”. Su interpretación era: “Pedazo de tierra que está a punto de ser devorado por el mar”En mi caso la Fe constituía el mismo terror: “Fanatismo del Hombre que devora la Razón”.

Entendía que es una dicotomía aceptar una criatura, o una idea, fuera de este atributo que es la Razón. Ella es inherente al Ser Humano. Por lo tanto, y como no es una camisa que podemos quitarnos oportunamente, desligarnos de ella a parte de fútil, es incomprensible.

Así las cosas, uno de los grandes problemas que tienen conmigo las religiones (Monoteísta como el cristianismo, islamismo, judaísmo y zoroatrimos; Politeísta como hinduismo y el shinto;  Henoteísta como la de Akenatón; Dualistas como  el catarismo; Panteista; No Teísta como el budismo y el taoísmo; etcétera.) gira en torno a ese “sentimiento de dependencia absoluta” que ellas exigen, como escribió Fredrich Scheiemacher.

Entonces, así las cosas, la Ciencia era mi natural escape. Venimos de una Singularidad y se acabó el asunto. A fait accompli.

¡Cómo es el asunto de la Singularidad?

Ocurre que esta es una espacio-tiempo de materia Cero y el lugar de inicio del llamado Agujero Negro, en donde la materia se comprime hasta ocupar una región inimaginablemente pequeña o… singular, cuya densidad en su interior resulta infinita. Es decir, que todo lo que cae dentro del espectro de sus sucesos es devorado por un punto que podríamos denominar "sin retorno", del cual ni la luz puede escaparse. Pues, ese espacio-tiempo determinó, en algún momento, una curvatura del espacio, que a su vez provocó el inicio del Universo conocido.
Bien. El nuevo dios nuestro de cada día (la Ciencia.), nos asegura que esa Singularidad (espacio-tiempo) ha estado ahí siempre y que en un movimiento (que un científico como burla llamó big ban) que duró millones de años, el espacio se curvó y a partir de ahí comenzó a formarse el Universo.

¿No es acaso el mismo planteamiento de los creyentes? ¿No es la perennidad de un Dios sin aparente inicio lo que dudantes y ateos han rechazado?

Si aceptáramos sin rechistar que el espacio, los Agujeros Negros y la Singularidad siempre han estado y que estos, que también son Universo, crearon a este; estaríamos sustituyendo un Dogma por otro carente de poesía… y de Amor.

Ese espacio infinito tiene (¿no lo notan?) similares características a Dios, que siempre ha estado y que un día, en su extrema soledad, comenzó a crear el Universo, del cual él ya era parte.

Así el asunto, la Ciencia-Dios admite la existencia de su competencia; pero la rechaza por ser tal.

Todavía no resuelvo el tema interior de si Dios-Energía puede realmente pensar o si sólo se manifiesta. Lo que no tengo duda es de su infinito Amor. Esto, porque su movimiento (verbo) en un telúrico acto poético que en su infinita soledad, en un amor que se daba hacia la vida misma y hacia lo que aún no existía, creó el Universo para convertirlo en parte integral de él mismo, para él mismo integrarse a su propia creación. ¡Si! ¡Amor infinito en el correcto uso del vocablo!

Ciertamente aún debo resolver muchos enigmas de la Creación, de sus propósitos, de su inicio y de su proyección. Aún debo reflexionar sobre la posibilidad de que el Dios o la Singularidad que nos crearon, finalmente propicien el fin de la creación y nos reserven el mismo Agujero Negro del cual partimos (¿Kronos devorando a sus propios hijos? ¡No!). Todavía debo resolver ese asunto. Pero, mientras lo logro, permítame disfrutar de este Amor infinito del cual sin duda venimos. 


Si. He preferido quedarme con el Dios-Poeta de Michelangelo, el que construye... y mirar con ojeriza al que nos quiere desaparecer (ciencia y religiones) en un abismo oscuro e insondable.


¡Telón!