jueves, 20 de agosto de 2009

¿Suplantaciones o plagios?

En la historia de la literatura universal no han faltado las grandes polémicas y debates en torno a posiciones filosóficas y/o conceptuales.
Hasta acusaciones de plagios y suplantaciones ha habido entre los grandes.

Stratfordianos y anti-Stratfordianos.
La vieja rencilla entre stratfordianos y anti-stratfordianos sobre la originalidad o identidad de Shakespeare, ha transcendido el ámbito prácticamente “tribal” en el que se originó.
Los anti-stratfordianos les niegan al humilde habitante de Stratford, Willliam Shakespeare, capacidad para haber escrito las fundamentales obras que conocemos. Presentan como “prueba irrefutable”; entre tantas, que éste en la herencia dejada a su familia incluye una larga lista de bienes y no aparezca ninguna de las 38 obras teatrales que supuestamente escribió. También que vivía en un hogar de analfabetas.
Los stratfordianos, por su lado, plantean que siendo hijo del Alcalde, lo más probable era que sí tenía acceso a libros e informaciones, y que aunque no realizó estudios superiores él fue un notable autodidacta.
Grandes intelectuales, investigadores y diletantes han participado en la última centena en las grandes discusiones sobre el llamado Cisne de Avon.

¿Shakespeare era realmente Francis Bacon?
Bacon nació 1561 y es considerado el padre de la Ciencia moderna. Este filósofo y escritor era un gran aficionado a la Criptografía. Poseía conocimientos en esta disciplina bastante avanzados para su época. Precisamente por la Criptografía es por donde más argumentos encuentran para atribuirle a él la producción literaria de Shakespeare.
Pero existen datos interesantes que pueden llevar a cuestionar la autoría de Shakespeare sobre la totalidad de su obra.
Resulta chocante, por ejemplo, que un personaje "criado en un pueblo donde casi todo el mundo, incluida gran parte de las autoridades, era analfabeto, del que no se tiene constancia que jamás hubiera escrito una carta, y sobre cuya biografía hay extensas lagunas y contradicciones; fuera capaz de escribir semejante producción literaria."
La línea de pensamiento que atribuye a Bacon los textos de Shakespeare está liderada por Penn Leary. Este autor afirma que el nombre de Bacon está estenografiado cientos de veces en la obra de Shakespeare. Uno de los ejemplos más sorprendentes es la primera palabra (Bote-swaine) del diálogo de la primera página, de la primera impresión, de la primera comedia de Shakespeare, que puede descifrarse como FS-BIACEN. FS sería la abreviatura de Francis tal y como la usa Bacon en diversos lugares. Biacen es un equivalente fonético de Bacon. De hecho, el propio filósofo recomendaba emplear equivalentes fonéticos de los nombres en los textos cifrados para dificultar su criptoanálisis.
Mark Twain y Walt Witman son las dos figuras más importantes que sostienen esta teoría.

Ni la Reina Isabel I está libre de sospecha.
La idea de que fue Isabel I la verdadera autora de las obras shakesperianas la desarrolló George Elliot Sweet en 1956, en su libro “Shakespeare, el misterio.” Para el autor ella era la escritora de las obras que se le atribuyen a él. Así lo sugieren la gran inteligencia de la Soberana, su vasta cultura, su necesidad de propaganda literaria y la inconveniencia de firmar títulos de ficción con su propio nombre.

Shakespeare era Edward de Vere, 17º Conde de Oxford.
Teoría avalada por autores como Looney y Ogburn. De Vere tenía los contactos aristocráticos y el talento artístico para ser un Shakespeare. Incluso demostró en varias ocasiones su desapego a la celebridad y al dinero. No le habría importado escribir bajo seudónimo. Sigmund Freud respaldó esta teoría nacida en 1920, una de las más lógicas.

¡Entren todos!
Algunos han sido tan osados en sus cuestionamientos que afirman que realmente el poeta de Avon era una federación de escritores. (Christopher Marlowe, Francis Bacon, Edward de Vere, Robert Greene, George Peele, Samuel Daniel, Thomas Nashe, Thomas Lodge, Michael Drayton y Thomas Dekker.)
Esto explicaría la calidad constante, la prolijidad abrumadora, la multitud de personajes tan diversos y bien perfilados y otros rasgos sorprendentes del asunto shakesperiano. Esta idea se promociona a partir de 1892.

La conexión Marlowe.
A quien con más autoridad se le ha atribuye haber sido el verdadero Shakespeare es a Christopher Marlowe.
La aparición de Shakespeare en escena justo después de la muerte de Marlowe, y la semejanza de algunos versos y procedimientos formales, ha llevado a algunos a aventurar la hipótesis de que la muerte de Marlowe, supuesto agente secreto de la Corona inglesa, fue sólo una argucia para librarlo de sus numerosos enemigos.
Declarado oficialmente muerto, habría proseguido su labor como escritor a través de la figura de un actor de segunda fila, que no sería otro que Shakespeare. Sin entrar a discutir el posible fundamento de tales teorías, lo cierto es que Marlowe fue el primer gran autor de teatro inglés, aunque su carrera literaria sólo se extendiera por espacio de seis años.

¡No, señor, Henry Neville fue Shakespeare!
En su libro “La verdad sale a flote: desenmascarando al verdadero Shakespeare”; Brenda James, ex profesora de inglés en la Universidad de Portsmouth, y William Rubinstein, de la Universidad de Gales, ofrecen datos que cambian la autoría de las obras del dramaturgo inglés.
Entre las teorías que manejan, la más llamativa es la que asegura que los viajes y las hazañas de Neville coinciden con los temas y los años en los que Shakespeare presentó sus obras.
Por ejemplo, “Medida por medida” está ambientada en Viena, ciudad que visitó Neville y en la que se reflejan las ideas contra las que se enfrentó cuando conoció a un filósofo calvinista. Lo mismo sucede con “Romeo y Julieta”, “La fierecilla domada”, “Dos caballeros de Verona” y “El Mercader de Venecia”, que suceden en el norte de Italia, región a la que Neville viajó entre 1581 y 1582.
Además, estos dos autores dicen que los personajes de Eduardo III y John de Gaunt aparecen descritos en las obras de Shakespeare con tantos detalles que sólo alguien como Neville, familiar suyo, podría hacerlo.

El grupo de los 300.
Con un documento titulado "Declaración de Duda Razonable", un grupo de actores e intelectuales británicos decidió reabrir el debate sobre quién escribió realmente las obras de William Shakespeare. La iniciativa fue lanzada en el Reino Unido por algunos de los más reputados intérpretes "shakesperianos".
La declaración cuestiona que William Shakespeare, "un plebeyo del siglo XVI criado en un hogar analfabeto de Stratford-upon-Avon, escribiera las geniales obras que llevan su nombre". La propuesta es encabezada por los actores Derek Jacobi, que encarnó a personajes del famoso dramaturgo (como Hamlet), y Mark Rylance, ex director artístico del Globe Theatre, la conocida réplica del teatro original de Shakespeare en Londres.
Promovido por la llamada "Coalición de la Autoría de Shakespeare" y avalado por casi 300 firmas, el comunicado argumenta que un hombre que apenas sabía leer y escribir no pudo poseer los rigurosos conocimientos que se deducen de las tragedias, comedias y sonetos atribuidos a la pluma del bardo.

¿Miguel de Cervantes plagió a los moros?
Tampoco éste se ha podido librar de los cuestionamientos. Indudablemente que Shakespeare, no importa quién finalmente haya sido, es (¿o son?) el más grande escritor de la humanidad; sin embargo, el “Quijote”; de Cervantes (¿?), es la más grande creación literaria de todos los tiempos.
Pues resulta que figuras de primer orden en los campos artísticos y literarios cuestionan a Cervantes como el autor de la gran novela. Los negadores afirman que la historia narrada no corresponde con la cultura y la historia manchegas.
Aseguran algunos que se trata de una historia mora, escrita por un moro y que el único mérito de Cervantes es haber encargado traducir dicha obra. Según esta versión la historia cayó en mano de Cervantes en una de sus épocas carcelarias.
Por otro lado, el escritor y director teatral español Rafael Álvarez ha sostenido durante años, que la obra cumbre de la literatura española, “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, no fue escrita por Cervantes, sino por una secta denominada La Cúpula –también responsable de “El lazarillo de Tormes”–, cuyo objetivo era convertir “El Quijote” en una Biblia que aunase tres religiones en una sola.

Shakeapeare y Cervantes.
Entre ellos hay algunas curiosidades: Vivieron por la misma época y nunca supieron uno del otro. Los retratos que hay sobre ellos han sido realizados por descripciones y murieron en la misma fecha (23 de abril de 1616) aunque "en distinto día". Esto es así porque en aquel entonces España e Inglaterra se regían por calendarios diferentes.

Marlowe y Goethe: ¿Plagio de “El Fausto”?
Marlowe, a quien ya sabemos que se le atribuye haber sido Shakespeare, escribió su “Doctor Fausto” mucho antes que Goethe escribiera el suyo.
No pocos críticos literarios afirman que el de Goethe es prácticamente una transcripción del escrito por el primero.
Pero ocurre que el librero Johann Spies había publicado, de un escritor anónimo, en 1587 una narración inspirada en la vida de un nigromante condenado por el propio Lutero. Su nombre real era Johann Faust que se graduó en la Universidad de Heidelberg en 1509 y estudió ciencias naturales en Polonia. Poco después se hizo astrólogo ambulante y nigromante. En 1520 era astrólogo de la corte de Jorge III. Fausto se anunció luego como "astrólogo de la corte del príncipe episcopal". Ocho años después, ya conocido como Jörg Faustus el Adivino, fue expulsado de Ingolstadt.
Durante un tiempo fue profesor de un internado para muchachos en Nuremberg, pero en 1532 se le exilió de la ciudad por corromper la moral de los estudiantes.
Christopher Marlowe escribió su obra de teatro en 1589. En el siglo XIX, Goethe -que alabó la adaptación de Marlowe- ofreció la pieza dramática más aclamada de la literatura alemana; y en 1947 Thomas Mann la convirtió en una novela.

¿Quién plagio a quién: Goethe a Marlowe, Marlowe al anónimo?
Probablemente ninguno. Uno partió, eso si, de otro. También lo hacia Shakespeare (cualquiera que haya sido). Todas sus obras fueron adaptaciones o inspiraciones de historias y relatos que encontró en su camino.
Pero ya se sabe que en el arte y la literatura “el plagio sólo está permitido cuando va acompañado de asesinato.
Las obras que aquí hemos citado, adaptadas o inspiradas en otras, han sido indudablemente superiores a la original.

Finalizando.
No estamos seguros de que algún día podamos obtener la verdad absoluta en los diferentes temas que hemos tratado en este artículo. No. Más aún; dudamos que algún día se acepte esa verdad como absoluta. Las posiciones y argumentaciones están demasiado radicalizadas.
De todos estos casos el que más hemos estudiado es el de William Shakespeare. Sobre él damos nuestro testimonio: No creemos, francamente, que Shakespeare fuera quien escribiera esas geniales obras. Me inclino por De Vere, o por otro que no he citado aquí: el dramaturgo Ben Johnson.
Pero no se asombren que un día se descubra que fue Hermes Trimegisto el verdadero autor de las piezas. O el misterioso Conde de Saint Germain, encarnado para la época.
La teoría mística también tiene notables y entusiastas sustentadores en el caso que nos ocupa.
En historias tan misteriosas como estas nada es desacartable. Aquí mismo tenemos el caso de la novela que supuestamente escribiera...

Ay no. Mejor dejo caer el... ¡Telón!


G.C.