domingo, 9 de agosto de 2009

Rebelión y Suplicio de Antígonamota

Los apuntes marginales.
Por Giovanny Cruz

Con dos proyectos especiales he tenido deudas pendientes.
Siempre he querido escribir una obra conectada con los padres verdaderos de los dramaturgos occidentales: Esquilo, Sófocles y Eurípides.

También, con más fuerzas que las voces africanas que me llaman por las noches, nuestros antepasados taínos, desde hace unos años, me han estado convocando. Con ellos los artistas, poetas, novelistas y ensayistas tenemos citas pendientes.

Seguro que a todos los nacidos en estas tierras, aunque difusas, las figuras de Caonabo, Marién, Guarocuya, Hatuey, Tamayo, Anacaona, Higuenamota y otros taínos; se nos aparecen algunas veces exigiendo ser temas de nuestras producciones.
Ellos, que llegaron a estas tierras miles de años antes que los españoles. Ellos, que debieron sorprenderse cuando trajeron negros desde África para quitarles sus espacios.

Bueno, pues este hombre de teatro, fue citado en una ocasión a una reunión con todos ellos. Había miles de nitaínos, naborias y caciques.
Me reclamaron que ya había escrito una pieza ( “Amanda”.) para sus competidores africanos. Y que en muchas otras obras había incluído destacadas escenas de los mismos africanos.
–Son injustos conmigo- Quise argumentar. -Yo escribí “La muerte de Anacaona”-.
En esa pieza sentí que estaba ahí cuando la masacre de Jaragua.
Ellos dijeron que la pieza era buena, pero era una parte de un proyecto que era ajeno a sus intereses e intenciones.

Entonce admití que tenía, entre las cejas, los dos proyectos que he citado. Anacaona declaró ( y no fantaseo.) que no objetaban la mezcla de los dos. Dijo exactamente: “Hablando de poeta a dramaturgo te aconsejo, unificar los dos lenguajes. Los griegos eran en su idioma, nos hemos enterados, expertos en la palabra escrita. Nosotros éramos poetas profundos en la palabra articulada. Las bondades de nuestras tierras, nuestros dioses y creencias hicieron sencillas nuestras profundidades. No tuvimos que ser rebuscados para expresarnos. Yucahú propició en nosotros el amor y la bondad.”

El Ser Supremo de los antillanos no fue un enamoradizo don Juan, como Júpiter; ni un juez exigente y vengativo, como Jehová; ni un contumaz guerrero, como Odín. Creado por un pueblo que vivía en islas casi paradisíacas, sin reptiles venenosos ni bestias feroces, sin crudos inviernos ni agobiantes veranos, sin desiertos y sin páramos, en donde una naturaleza benigna ofrecía aves y peces en abundancia y fértiles tierras para la labranza, Yúcahu Bagua Maórocoti fue, como sus creadores, pacífico y bienhechor. Estrechamente vinculado a la ecología de las islas, sus funciones fueron las de generoso Ser Sustentador que rige las fuerzas genésicas de la tierra y el mar. Visto así, el mito tiene un significado preciso dentro del medio en que habitaba el taino y refleja su carácter y cosmovisión. Yúcahu Bagua Maórocoti, el Señor de los Tres Nombres, el Icono de las Tres Puntas, resume en sí los tres factores primordiales que felizmente se armonizan en ls tierra, mar y hombre.”
José Juan Arrom

Me sentí atrapado. No tenía más excusas. Además, la idea era cautivante. ¡Griegos y taínos! ¡Qué delicia! Hasta mi dilecto e hierático amigo Frank Moya Pons, estaría gratamente escandalizado… y provocado.

Comencé a trabajar. Volví a reunirme con los muertos cobrizos de estas tierras. Empero, los dramaturgos sabemos que la “verdad teatral” que dicen los personajes de ellos mismos y demás no es de confiar. Anacaona rebeló a “sus” verdades. Yo tenía que enfrentarme con las mías.
Convoqué, entonces, una “cumbre” de intelectuales en mi propia biblioteca. A ella asistieron Marcio Veloz Maggiolo, Román Castañer, Frank Moya Pons, Paul G. Miller, Emilio Nau, Esteban Deive, Michael Paewonsky, Ricardo Alegría, José Juan Arrom, Gaetano, Marvin W. Schwartz y Cristian Martínez.
Este último, haciéndose el tímido, con su “Tureiro” logró quedarse más tiempo que los otros en mis espacios.

Todos discutieron y luego comenzaron dictar. Yo copiaba simplemente. Después, sólo después, comencé a escribir esta obra que aunque parte de la “Antígona” de Sófocles, es un homenaje a quienes fueron los verdaderos dueños de estas tierras.

Convenientemente desacreditados como, supuestamente, carentes de ambiciones y proyectos.
A pesar de que, aunque eran parte de una organización social primitiva, hacían asambleas.
A pesar de que espiritualmente eran más puros que aquellos que vinieron a “educarlos”.
A pesar de que ya las mujeres podían ser cacicas.
A pesar de que conocían el fuego, la caza y la pesca a la perfección.
A pesar de que sus trigonolitos (escultura de tres puntas de sus dioses.) siguen asombrando a los más notables investigadores del planeta.
A pesar de que su idioma parecía ser el mejor lugar para la poesía.
A pesar la perfección de su agricultura.
A pesar de crear un juego que es el béisbol actual.
A pesar de sus areítos y de que misteriosamente, como consigna Pané, ellos declararon que su Gran Dios les había rebelado que llegarían unos hombres completamente vestidos que los harían pasar hambre y los matarían.

Lo que ocurre es que si no existieran los “pesares” su extinción no significaría nada… porque ellos hubiesen sido, entonces, un pueblo prescindible.

He escrito esta nueva obra, “Rebeldía y Suplicio de Antígonamota”, como agradecimiento a aquellos griegos y un tributo a nuestros reales antepasados. Porque exterminaron la carne, ciertamente; empero, la cultura como herencia es imborrable.

Concluyo esta nota con el último grito de Cristian Martínez en su gráfico Tureiro: “Así terminan las últimas proezas del pueblo noble. Así poblaron la isla, así vivieron. Hasta el terrible día de las antiguas profecías, cuando arijunas sangrientos interrumpirán el sagrado areyto de la tierra y el cielo, y ya nunca más se oirá pronunciar ¡Taíno!

NUESTRA SEÑORA DE LAS NUBES

Por Giamilka Román

Anoche fui testigo del encuentro entre Bruna y Oscar, dos personajes que frente a mis ojos coincidieron en un mismo espacio y tiempo. Se vieron, se estudiaron y cuando estuvieron a punto de huir el uno del otro, las palabras de Bruna lograron romper el hielo: “Me parece haber visto su cara en otra parte”, a lo que Oscar respondió: “Imposible, mi cara siempre anda conmigo”.

Sin embargo, no sólo su cara siempre anda con él, sino su maleta, misma que lleva ella, cargada de frustraciones, de sueños, de palabras, de recuerdos, de silencios; con la única diferencia que la de ella tiene alas. Maletas que, como cruces, les tocará cargar de por vida.

Dos exiliados, hartos de quedarse en silencio, deciden hablar y contarse -y contarme- sus historias y así van descubriendo -y voy descubriendo- que pertenecen -y pertenezco- al mismo país: "Nuestra Señora de las Nubes". Aunque ya no tengan acento, porque “el acento es algo que se pierde con facilidad".

Cuentos que, recreados a través de un encantador juego escénico, van envolviendo al espectador y hacen que se sienta parte de los mismos y sus protagonistas. Y así van presentándonos a Irma, su padre, Memé, su abuela, los hermanos Aguilera, el Director Sinfónico y Ángela. Y nos vamos confundiendo en un ambiente de pasado, presente, verdades a medias, ficción y recuerdos vagos que hacen que conozcamos a un pueblo con el que me identifico, un país en el que los que no quieren callar están obligados a huir para siempre.

Mientras el tiempo real transcurre, seguimos ahí, sentados, viendo expectantes cómo Claudio Rivera y Viena González a través de elementos sencillos -con la ayuda de apagones- van transformándose en cada uno de los personajes anteriormente citados. De esa manera, observamos a un Claudio orgánico, hilarante en muchas ocasiones, dramático en otras; y a una Viena entregada y concentrada en cada papel, quien lo acompaña en el mismo nivel de intensidad de representación; propia de dos profesionales. Si tuviera que señalar alguna pifia, sería que el texto (de Arístides Vargas), quizás debido a su belleza, tiende a ser declamado en algunas ocasiones.

Por lo demás, excelentes elementos se conjugan para seguir dándole forma a esta puesta en escena: luces, música y vestuario nos conducen a distintos lugares para los que no se necesita cambiar de escenografía. El director, el propio Claudio, logra hilvanarlos y conducirlos por el camino correcto para lograr su objetivo.

Me siento muy complacida de haber visto esta obra, a través de cuyas imágenes y palabras me trasladé flotando a un mundo lleno de fantasía pero que no deja de llamar a la reflexión y la denuncia social y política de nuestros pueblos.

¡Que viva el teatro dominicano!

La Dirección Teatral 4

Consejos y premisas
El análisis:
A aparte de la búsqueda de los hechos principales dentro de las obras, el descubrimiento de las condiciones dadas y la vida anterior a la obra de los personajes, el Director Teatral debe procurar que se obtenga:
1- Sinopsis de la obra.
2- Sinopsis de cada escena. Sus objetivos.

3- Respuestas a las cinco preguntas del personaje
: ¿Quién soy?/ ¿Por qué soy o estoy?/ Cuándo soy o estoy?/ ¿Dónde soy o estoy?/ ¿Cómo soy o estoy?

5- El Gesto social del personaje.
6- El Gesto fundamental.

Para que estos últimos tengan buenos resultados, y para que el actor visualice la idea gráfica que tiene de su personaje, siempre es conveniente que se dibuje en un papel la manera que ve el actor la gramática visual de sus personajes.
7- Las líneas del personaje (Externa e interna): Se trata descubrir todo lo que bulle en el interior de los personajes y lo que ellos aparentan ser.
8- Antecedentes históricos de los personajes.
9- Los hechos importantes.


Nota: Evítese el socorrido vicio de llegar a interpretar a los primeros ensayos. Estos son trabajos de estudio. Como no conocemos el perfil del personaje, si comenzamos a interpretarlo en esas circunstancias, lo viciamos.

Ensayos de pies:
Luego de dominar estos elementos del ensayo de mesa estamos listos para experimentar en el escenario. Siempre es recomendable empezar con acercamientos del elenco hacia sus personajes y las situaciones estudiadas.
Constantemente debemos ir relacionando los ensayos de pies con los elementos del estudio. La ubicación de los estilos, las escuelas teatrales, la construcción teórica de los personajes, las caracterizaciones, los gestos acordados, los nombres de las escenas acordados, etcétera; deben coincidir con lo proyectado en los ensayos. El Director debe vigilar que todo lo establecido se vaya cumpliendo. El ensayo es una sistematización y una experimentación.
Desde luego que crearemos en ellos, pero siempre partiendo de aquellas premisas que establecimos en los estudios iniciales y en los ensayos de mesa.

Disciplina y actitud en los ensayos:
Es imprescindible mantener una rígida disciplina teatral en el trabajo diario. Cuando un actor llega tarde a un ensayo, sin realizar sus tareas o con una actitud indigna del trabajo teatral debe ser despedido. Sus faltas nunca son individuales. Estas van a incidir directamente en todo el elenco.
Cuando un actor o una actriz ya está comprobando todos sus elementos y algún compañero del elenco aún está memorizando su parlamento, esté está creando obstáculos peligrosos a quienes han avanzados más en el trabajo.
Es un vicio execrable el que tienen ciertos actores de ir a inventar al ensayo. Las escenas, como tareas, se planifican en nuestras casas. Solamente vamos a exponerlas y comprobarlas en el ensayo.

El Director debe procurar que el actor se “desconecte” del mundo exterior durante las horas de ensayos. Su pensamiento, su energía, sus sentimientos, sus emociones y sus preocupaciones tienen que estar dentro de la escena. Para ello es necesario crear el ambiente adecuado para todos. Nada de beeper y celulares. Todo aquello que distraiga la concentración de la atención de los actores debe ser evitado en los ensayos y las presentaciones. De hacerlo veremos resultados catastróficos cuando abramos el telón.
Es el Director Teatral quien debe vigilar para que estas reglas se cumplan sin privilegio alguno. Y esto lo incluye a él.

En mis ensayos cuidamos que no se fume, porque muchos actores que no lo hacen sufren las consecuencias. No permitimos nunca bebidas alcohólicas, porque todos los sentidos de los actores deben esta al servicio de la obra. Hay que tener cuidado con los perfumes. Muchos actores y actrices son alérgicos a ellos. Cuidamos la garganta del actor.
Una lesión ahí o en cualquier otro órgano del cuerpo de un individuo teatral repercutirá en todo el conglomerado que interviene en la realización que se practica.
Pero él mismo Director debe dar el ejemplo. Nunca debe por su culpa atrasarse el inicio de un ensayo. Nunca debe permitir que el ensayo se convierta en un lugar de tertulias ajenas a la puesta en escena y evitar a toda costa enemistades entre miembros del elenco. Los actores y actrices tienen que confiar uno en el otro. La esencia del teatro lo convierte en un arte colectivo. Hasta en los monólogos el actor o la actriz trabaja con un grupo de personas a su alrededor.

Nota: Nunca, nunca, bajo ningún pretexto debe un actor ensayar de pies con el libreto en la mano. En esta fase de la creación teatral ya el texto tiene que estar memorizado. (Creo que me faltó decir: ¡Carajo!)

La presentación:
Siempre debe llegarse al teatro con varias horas de antelación para poder realizar los ejercicios de calentamiento o concentración que la puesta en escena requieran. Además, tenemos que hacer una cuidadosa transición entre la “contaminación social” que recibimos del mundo no-artista y el proceso de la invocación de las emociones.
Un paracaidista jamás permite que alguien prepare sus pertenencias antes de saltar. En esa preparación él arriesga la vida.
Un actor nunca debe permitir que alguien le prepare los elementos que usará en escena, debe revisar personalmente esos elementos. Quien saldrá a escena, finalmente, es ese actor o esa actriz. Nadie mejor que ellos saben exactamente lo que utilizan, cuando y cómo.
Los actores no se aislan de sus compañeros de obra. La interacción con los demás es imprescindible.

Nota: Estos apuntes y premisas no tienen la intención de convertirse en cátedras. Lo único que su autor pretende es presentar consideraciones generales sobre el trabajo del Director Escénico. En las próximas entregas les contaré sobre la historia del Director Teatral y revisaremos trabajos y conceptos de algunos de ellos.