No hay nada que me interese en esta vida más que el Teatro. Podrían hacerme prisionero y fuera feliz en la mazmorra si me dejasen «teatralizar».
Cuando llego a un país soy extranjero hasta que piso un escenario.
El Teatro es mi gran patria. Resulto ser más teatrero que dominicano.
Todos los actores, directores, dramaturgos y técnicos teatrales del mundo son mis verdaderos conciudadanos.
Por supuesto, entonces, que esta crónica crítica de «Master Class» está parcializada.
Cuando llego a un país soy extranjero hasta que piso un escenario.
El Teatro es mi gran patria. Resulto ser más teatrero que dominicano.
Todos los actores, directores, dramaturgos y técnicos teatrales del mundo son mis verdaderos conciudadanos.
Por supuesto, entonces, que esta crónica crítica de «Master Class» está parcializada.
El autor:
He dicho hasta la saciedad que el primer acto teatral es puramente escritural. Desde las palabras escritas del dramaturgo vamos a partir para construir el evento escénico. Por eso hago mía la máxima que nos plantea que ningún texto es un pretexto. ¡Imposible! El texto es la gran justificación. Lo que nos convoca. El de McNally, en este caso, es completo. Nada le falta ni le sobra. Es creativo y elegante. Moderno y atrevido. Sin concesiones. Cada personaje, cada canción, cada música, cada palabra, cada acción dramática, cada uno de sus graciosisímos chistes; ha sido colocado en la pieza para que desde sus propias individualidades se encuentren en el punto escénico donde puedan convertirse en una unidad. Y como un regalo adicional Terrence McNally nos permite la gran lección artística que él y «su» María Callas nos ofrecen en la obra. ¡Tamaño aporte para el presente y la posteridad del Arte en el país!
El director:
El primer acto responsable de un director consiste en la selección de la pieza que planifca poner en escena. El segundo es la elección de su elenco y el tercero es crear las coordenadas sobre las cuales construirá esa avenida en la cual transitarán los personajes, sus acciones, las líneas internas y externas, la trama, el objetivo, el súperobjetivo y los símbolos identificados en la pieza teatral.
Es esto un director teatral profesional no puede equivocarse. No tiene derecho. Carlos Espinal cumplió con todo estos preceptos como cualquier habitante del Olimpo. Acertadísima cada dirección que hizo a los actores. Brillante en su dirección de luces y escenografía. Exigente hasta los últimos segundos con el vestuario. Del mito llegó al rito y de éste al hito teatral. Delicado en los detalles. Intransigente en la defensa de las sabias palabras escritas por el dramaturgo. Muy justo cuando cuando tuvo que hacer la transición del texto escrito al representado. Su dirección de «Master Class» es antológica. Nadie podría hacerlo mejor de ahí.
Luces y Escenografía:
Vestir bien no es necesariamente vestir caro. Es vestir apropiada y oportunamente. Lillyanna Diaz sabe que no necesita montar un show para mostrar su maestría diseñando luces teatrales. Sabe que todo lo que se pone sobre el escenario está ahí para servir a los intérpretes. Las luces de la pieza que ocupa mi atención fueron las extraordinariamente precisadas.
Fidel López, y ya lo pronostiqué en una entrega anterior, logra una de las mejores escenografías que se han visto en la Sala Ravelo. Es una escenografía realista, y confieso que éstas no son generalmente las que más aplaudo, pero Fidel logró una atmósfera perfecta, delicada, justa y elegante. Logra que la gente sienta que está dentro de un hermoso salón de clases, digno de una clase maestra de la Callas. Los tonos que logra darle a las paredes ayudan a proyectar la soberbia actuación de Cecilia García y las de los otros mortales del montaje. Los que amamos el Arte debemos estar agradecidos por esta escenografía de Fidel López, porque con su ayuda se cumplió el rito teatral
Sofía de Palma:
Antonia Chabebe y Carolina Camacho interpretan a Sofía de Palma. Espinal sabía que dentro del canto ambas estarían como pez en el agua. En los aspectos actorales era donde habría dificultades. Y las hubo. No puedo negarlo. Durante el proceso de construcción del personaje Carlos tuvo que emplearse a fondo con estas dos jóvenes líricas. Pero los esfuerzas de ellas dos y del director fueron recompensados por las actuaciones convencidas de las jóvenes cantantes. Me parece que Antonia Chabebe todavía necesita desarrollar más su madurez estética. La Camacho estaba en el punto exacto requerido.
Tony Candolino:
Para Pedro Pablo Reyes y Nelson Veras tengo solamente ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo a ambos! Fresco, indolente, creído y engreído era el personaje que entre ambos realizaron. Ellos lograron transmitir a los espectadores esas características de Tony Candolino. Y aportaron esa necesaria y refrescante interpretación que Carlos y McNally para ellos diseñaron. Las voces de estos dos tenores son espléndidas. Buenas también fueron sus caracterizaciones. Particularmente este director teatral y dramaturgo vio un poco más de fuerza escénica a Pedro Pablo. La conexión de ambos tenores con los espectadores fue muy grande y mejores aún los resultados.
Dolly García:
La he visto cantando y actuando. Hasta la había dirigido en una ocasión. Pero lo que hizo esta García en el escenario esta vez fue memorable y majestuoso. Consagratorio. El estilo bufo que logró fue agradecido por los espectadores que colmaron todo los días las representaciones de «Master Class». La disciplina y entrega de Dolly dan sus frutos cuando ella corona su participación con la maestría exhibida, tanto en la actuación como en el canto. Logra un transición interesante y difícil. Resulta que le imprime a su canto un exacto punto cómico. Empero, cuando se enfrenta a la Diva el dramatismo de Dolly está bordado.
Many, el pianista:
Dante Cucurullo es un monje del Arte. Un consagrado. Un maestro. Un celebrado. Se sabía que sería perfecta la ejecución que realizaría de la música de acompañamiento que la pieza necesitaba. Así fue. Igual que los aportes diariamente dado a los cantantes. Y hasta la misma asesoría conceptual que llevó a la producción. La incógnita con Dante estaba en la actuación. Los códigos secretos del arte teatral son complejos y patean. He visto cientos de artistas de otras disciplina fracasar cuando interpretan un personaje. En este caso Cucurullo sale airoso. Este hombre de Teatro se inclina reverente ante el Dante-actor. Fue construyendo su personaje paso a paso. Logra una actuación que sobresale por la calidad y por no caer en la tentación de «robarse el show”. Su Many es discreto, tímido. No obstante, Dante lo colma de detalles, acciones y emociones que hacen a su personaje perfectamente creíble.
María Cecilia Callas García:
Así mismito. Faltando días para estrenar no era posible descubrir diferencias entre Cecilia y su personaje. Quienes vieron la obra pueden jurar que vieron en ella todo el tiempo a María Callas. Cecilia se colocó, una semana antes de estrenar, justo en el peligroso umbral del subconsciente del que tanto hablo. ¡Allí mismo se sitúo! Entonces, como enloquecida y febril, después de trabajar la memoria emcional, comenzó a invocar con pasión su personaje. Magia absoluta. Eso había en la genial interpretación de la García. Durante todo el proceso respetó con devoción a la Callas, a McNally y a Carlos Espinal. Pero cuando logró colocarse en el umbral del cual les hablo, rompió con todos ellos. Se desprendió de la técnica de actuación para que saliera toda la emoción contenida durante meses y la honesta verdad de su personaje. En Teatro esto es lo correcto. Una buena actriz tiene que llegar a un punto en el cual ya el personaje no está frente a él. Un punto en el cual el texto desaparece y las palabras son las de ella. Y así fue. Hay un punto terrible en el cual Cecilia reniega de Cecilia y de la Callas. En ese punto se desplaza el consciente, aunque no lo enviamos a vivir demasiado lejos, dejamos que el subconsciente forme con el levemente distanciado Yo, un nuevo individuo. De locura ¿verdad? Pues Cecilia García logra eso cada noche. Se desgarraba, se destruía así misma en cada entrega. La lloraba, la padecía, la angustiaba. Sin embargo, en esas condiciones, se iba a su apartamento sólo a renovar las emociones consumidas; porque como Prometeo tenía que regresar al día siguiente a volver a subir la piedra por la cuesta. Y así... indefectiblemente.
A pocas actuaciones le doy la categoría de proteica. Ustedes lo saben. La de Cecilia en «Master Class» es una de esas.
De mi participación en la obra... no tengo nada que decir.
¡Telón!
Giovanny Cruz Durán
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