Entrada a Jerrusalén (Bernhard Plockhorst) El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la Pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca su Pasión, según el Evangelio de San Marcos.
En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria — anamnesis— de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.
Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre Dios. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un rey.
Domingo de Ramos
Lucas no habla en su evangelio de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un rey, gente que gritaba: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".
Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento Cristo en Belén a los más humildes. Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. El asunto gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las celebraciones de la llamada Semana Mayor.
Con la liturgia de Roma, por otro lado, los cristianos entran en la Pasión y anticipan la proclamación del Misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Viacrucis de los días considerados santos.Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero, la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".Este era su evangelio, la nueva noticia.
Era el anuncio del amor de un Dios que baja con los humanos hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.
Para los cristianos la liturgia de las palmas anticipa el triunfo de la Resurrección; mientras que la lectura de la Pasión invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión de Cristo.
Jesús de Galilea nunca esculpió o pintó nada que sepamos; sin embargo ha sido pintado y esculpido por los más grandes artistas de la humanidad. Tampoco escribió algún poema; pero ha sido celebrado por grandes poetas del mundo. Quizas Dante y Milton fueron los primeros genios en cantar sus hazañas. Hemos elegidos muestras de importes artistas y poetas para iniciar de esta manera la tradicional Semana Santa. No pocos pasionarios y pasionarias estarán felices con esta publicación.
Creo en ti
de Facundo Cabral
Cristo en la cruz (Anónimo) |
desde el sol infinito al pequeño lodo.
porque diste dos pasos que yo no he dado
y no dudas de aquello que tanto amo.
Porque nunca preguntas y no divides
y es mucho lo que das y poco lo que pides.
Porque a pesar que sabes muy bien el verbo
me muestras el camino con el silencio.
Porque amas a cualquiera de los colores,
porque son sólo una todas las flores.
Porque ¡eres la medida del hombre a semejanza,
el espejo perfecto de la esperanza!
¡creo en Tí!
Porque vive lo eterno en tu presente
y el más ancho horizonte brilla en tu frente.
¡Porque tienes dos manos que están clavadas
en el justo centro de la balanza!
¡Porque en el mismo monte crucificaron
tu salud infinita y mis pecados!
¡Porque tienes el mismo Padre que tengo!
¡Y eres de Galilea como mis sueños! ¡Creo en Tí!
Jesús
Amado Nervo
Amado Nervo
La ascensión de Cristo |
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del Espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
Las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
Llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
Globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo.
Letanías a Jesús
Alma Fuerte
I
Jesús de Galilea
para mí no eres Dios,
eres sólo una idea
de la que marcho en pos.
II
No me humillo ni ruego
a tus plantas Jesús,
llego a ti como un ciego
que va en busca de luz.
III
Jesucristo eres nuestro
más grande innovador,
Profeta ¡no! Maestro
de piedad y de amor.
IV
No le niegues al mundo
la gloria de tu ser,
que en su vientre fecundo
te engendró una mujer.
V
Pastor de la gleba,
sabio teorizador,
de la turba que lleva
el signo del dolor.
VI
¡Oh, si fuera divino
el destello de tu luz
que alumbró tu camino!
¿Qué valdría tu cruz?
VII
Tu doctrina redime,
de ella vamos en pos,
como hombre eres sublime,
¡Pequeño como Dios!
Nacimiento de Cristo
Sor Juana Inés de la Cruz
De la más fragante Rosa
nació la Abeja más bella,
a quien el limpio rocío dio purísima materia.
Nace, pues, y apenas nace,
cuando en la misma moneda,
lo que en perlas recibió,
empieza a pagar en perlas.
Que llore el Alba,
no es mucho,
que es costumbre en su belleza;
mas quién hay que no se admire
de que el Sol lágrimas vierta?
Si es por fecundar la Rosa,
es ociosa diligencia,
pues no es menester rocío
después de nacer la Abeja;
y más, cuando en la clausura
de su virginal pureza,
ni antecedente haber pudo
ni puede haber quien suceda.
Pues a ¿qué fin es el llanto
que dulcemente le riega?
Quien no puede dar más Fruto,
¿qué importa que estéril sea?
Mas ¡ay! que la Abeja tiene
tan íntima dependencia
siempre con la Rosa,
que depende su vida de ella;
pues dándole el néctar puro
que sus fragancias engendran,
no sólo antes la concibe,
pero después la alimenta.
Hijo y madre,
en tan divinas peregrinas competencias,
ninguno queda deudor
y ambos obligados quedan.
La Abeja paga el rocío
de que la Rosa la engendra,
y ella vuelve a retornarle
con lo mismo que la alienta.
Ayudando el uno al otro
con mutua correspondencia,
la Abeja a la Flor fecunda,
y ella a la Abeja sustenta.
Pues si por eso es el llanto,
llore Jesús, norabuena,
que lo que expende en rocío
cobrará después en néctar.
Soneto a Cristo Crucificado
Santa Teresa de Ávila
Santa Teresa de Ávila
Crucifixión (Rafael Sancio) |
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
¡Tú me mueves, Señor!
Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muévenme en fin, tu amor,
y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Cristo en la cruz
Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges
Cristo (Dalí) |
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos por la tierra.
El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe
que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología,
la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro con los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado. (Esa sentencia
la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?
Oración a Cristo en el calvario
Gabriela Mistral
Cristo (Velazquez) |
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor
es sólo la llave santa de tu santa puerta.
Amén.
Sin tierra sin cielo
Mario Benedetti
Mario Benedetti
El entierro de Cristo (Miguel Ángel) |
somos dos habitantes del exilio
y lo somos por cautos por ilusos
algo se nos quebró en mitad del verbo
y así sobrellevamos esta pena
restaurando vitrales y nostalgias
no tenemos altares ni perdones
Jesús y yo de pueblo memoriosos
a veces compartirnos el exilio
compartimos los panes y desiertos
y las complicidades y los judas
y el camello y el ojo de la aguja
y los santotomases y la espada
y basta los mercaderes y la furia
no es eco ni abstracción
es una historia apenas
él veterano yo inexperto
llegamos emigrantes al futuro
descalzos y sin norte y sorprendidos
yo / oscuro y fracturado / sin mi tierra
él / pobre desde siempre / sin su cielo.
Viernes santo
Virgilio Díaz Odónez
El Cristo (El Giotto) |
un dolor antiquísimo bosteza
y el mundo a recordar de nuevo empieza
que a Jesús lo inmolaron sus hermanos.
Calla el viento sus cánticos arcanos.
Ora en silencio la naturaleza
envuelta en una húmeda tristeza
de llantos inocentes y lejanos.
El fantasma de Cristo, el Errabundo,
manando paz sus labios entreabiertos,
avanza por los ámbitos del mundo
con la cruz blanca en sus brazo yertos:
que no hay perdón tan grande y tan profundo
como el perdón callado de los muertos.
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