Grima en el ojo gris de Giovanny
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¿Qué puede impulsar a un escritor a desandar en las neblinas, a rasgar con palabras el muro oscuro de los sueños?
¿Qué mueve a un narrador a desnudar el alma de sus personajes e imbricar su tejido de angustias en la noche infinita del trance, del acabamiento vital? ¿De qué se abastece su imaginación para insuflar monstruos y corifeos que suplantan el mundo de los vivos bajo un manto de augurios e íconos del sortilegio? ¿De dónde sale esta grima absoluta en el ojo gris de Giovanny, que cubre ritos y memorias hundidas en el mar lastrado de la parca? Pienso que hay una línea borrosa, imperceptible que deslinda lo vivido y lo no vivido, que lo no vivido se puede dar por vivido sin alterar la noción de la realidad con la cual asumimos el rol consciente de la existencia. Y que lo imaginado es una constelación paralela de espejismos que se intercambia con lo sufrido, una prolongación de vigores que sostiene el texto del escribiente, como formulación y alegato. Que lo ocurrido en la mente tiene el mismo valor de lo vivido externamente, porque al vivirlo internamente y reproducirlo, contiene las mismas vibraciones de todo testimonio, y se adjunta en el inexorable vacío donde el olvido devora lo vivido y lo imaginado. Su parentesco es intrínseco, ninguno de los dos planos subsiste sin la complicidad de la memoria y sin la coordinación, sin la ilación que demanda la imaginación.
Giovanny Cruz nos trae en su obra “La Parca que espera en el camino” una colección de cuentos impresionantes,
donde revela un dominio profesional de la escritura y una identificación verbal y emocional con sus personajes, que le imprime a cada narración un dramático desenlace. Todos sus cuentos movilizan segmentos morbosos de la cultura de la muerte, pero encarnados en diferentes momentos y experiencias de la vida misma. En todos ellos se nutre de la leyenda, del rumor espaciado en las penumbras, de los muertos que aparecen, del interés inusitado que suscita, de la urdimbre pesarosa del recuerdo de los muertos que oprime la retentiva de los seres vivos.
El cuento “Último relato” es una formidable escritura elaborada a partir del propio
autor, de su amor inconmensurable por su oficio de escritor, con su listado selecto de autores preferidos, llevado a tiempo final, al golpe sigiloso de la pérdida de facultades, la virtual extinción de la memoria, el fastidio de lo vivido que se agota en el calendario, la búsqueda afanosa de un veneno que no sea vulgar, que esté a la altura de sus trascendentales decisiones, el texto final y su propia definición sugerida para el sepulcro, para que Platón confirme el principio inmortal que se retira de la podredumbre de la muerte y se aleja sano y salvo en el último instante de la vida. Ese golpe maestro, el jaque mate, que anuncia el movimiento audaz de su victoria moral en la claudicación de sus fuerzas físicas. El escritor asediado asume su destino con voluntad crítica, al tanto de la muerte y frente a la muerte.
En el cuento “La aparecida que espera en el camino”, el autor hace acopio de a versión socorrida durante décadas de la
aparición continua de una muerta, que solía estar en la carretera y pedir ayuda a los conductores, para luego desaparecer espectacularmente. La nombrada Alicia Quirico, se hizo familiar y quienes no la vieron nunca la recrearon, la hicieron visible a través de incontables relatos. Giovanny recoge la leyenda, el personaje, Rodolfo Beltrán, queda hechizado por el embrujo, igual que otros que afirmaron haber tenido esa experiencia, Beltrán narra lo vivido por otros y vivido en el tiempo cautivo del texto. Su final trágico es misterio indescifrable que el autor asocia a la Quirico, aquella doncella mulata, llena de vida, que marcharía a España contratada para exhibirse en pasarelas, y que no logró al parecer entender la jugada del azar, del destino absurdo y sus trampas melodiosas de placer y de sangre. ¿Cuándo dejó de aparecer en la autopista esta muerta que durante tantos años fue un fantasma recurrente en la fantasía de los conductores? ¿Se agotó el depósito de energías que desataba su etérea y sutil soflama de vida? Lo único cierto es que el ojo grimoso del narrador captó de nuevo su imagen, y la hizo perpetua en los anales del cuento, y en la memoria actualizada de nuestro tiempo.
En este libro de cuentos de Giovanny Cruz, los muertos se vuelven familiares, lejos de tejer el terror, se aproximan a
nosotros con singularidad y perfiles de vida, invierte el reloj de la muerte, porque vuelven a vivir en sus mitos y veleidades ancestrales, burlan el sentido estricto de lo real y nos conducen a escenarios plurales, a ricas vetas imaginativas, donde el manejo del lenguaje, conciso, especifico, puntual, sin rebuscamientos, hace de la lectura una travesía intensa de placeres, intensa y fugaz.
Magnos cuentos que ilustran el camino ascendente de la buena literatura que se escribe, cuando quien escribe es un maestro diestro y plural, en toda su aquiescencia de valores escriturales y en sus vivencias de hombre de nuestro tiempo, sin miedo, libre para escribir y crear, desde el espectro de la muerte, las más increíbles historias de erotismo, venganza, alucinación y hasta de agencias secretas de inteligencia, donde su propio nombre cifrado e invertido, en una revelación decantada de misterio y nostalgia.
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