“El
lago de los cisnes”: Arte bien servido
El
sábado 24 de noviembre del corriente año, y en la siempre hermosa explanada del Alcázar de Diego Colón, fui
a ver la presentación del ballet de Alina Abreu
con su versión de “El lago de los cisnes” (de Tchaikovski);
que contaba con el auspicio de los ministerios de Turismo y Cultura.
¡Arte bien servido!
Durante
aproximadamente dos horas, quienes asistimos a la representación de aquella magistral
manifestación de belleza y mejor Arte, disfrutamos de la versión dominicana del
más famoso ballet en todo el mundo:“El lago de los cisnes”. Estrenado en el Teatro Bolshoi el 4 de marzo de 1877, no precisamente con gran éxito. Lo que si logran, después de importantes ajustes coreográficos, en la representación del Teatro Masriinsky de San Petersburgo el 15 de enero 1895. (El suscrito ha tenido la dicha de disfrutar de presentaciones en ambos impresionantes teatros.)
El
argumento:
Es
el vigésimo primer cumpleaños de Sigfrido, el
joven príncipe está celebrando una fiesta. El ambiente es
perturbado por la entrada de la Reina y sus damas de honor. Sigfrido se altera
cuando su madre le ordena que dentro de la fiesta oficial por su cumpleaños, en
un baile en la corte, escoja a su
futura esposa.
Durante
una cacería, preparada por el Bufón de la corte, el príncipe cerca de un lago
se encuentra con la reina Odette, a quien un hechicero, junto a otras hermosas
jóvenes, ha convertido en cisne. El
príncipe le ruega que no se marche volando. Ella le explica que ese lago fue
formado con las lágrimas de su madre al descubrir que el malvado Von Rothbart la
había convertido en cisne. Ella y su corte seguirán siendo cisnes, excepto
entre la media noche y el amanecer. Este maleficio terminará cuando un hombre
valiente y leal se case con ella, El príncipe le dice que debe ir la próxima
noche al baile de palacio ya que debe escoger a su novia y le promete que se
casará con ella.
En
la fiesta formal del cumpleaños Sigfrido sólo piensa en su encuentro con
Odette. Sin previo aviso, un caballero entra con su hija que es la viva imagen
de Odette. Se trata de Von Rothbart, que se ha transformado a sí mismo y a su
hija Odile para engañar al Príncipe y que éste rompa la promesa hecha a Odette.
Odile ha logrado engatusar a Sigfrido. Mientras bailan los dos jóvenes, Odette
se deja ver en la distancia y hace señales a Sigfrido para que entienda el engaño.
Luego, Sigfrido se aproxima a Von Rotbart y pide la mano de Odile y éste da su
consentimiento. El príncipe vuelve para ver en la figura de Odette temblando
entre sollozos.
En las orillas del lago las jóvenes-cisnes esperan
tristemente la llegada de Odette.
Ella llega llorando desesperada, contándole a sus amigas los tristes
acontecimientos de la fiesta en el castillo. Aparece Sigfrido y le implora su perdón. Reaparece Rothbart reclamando el regreso de los
cisnes. Sigfrido y Odette luchan contra él, pero todo es
en vano, pues el maleficio no puede ser deshecho. Los dos enamorados se
suicidan lanzándose al lago. Rothbart
muere a consecuencia de ese sacrificio de amor y los otros cisnes son liberados
del maleficio. Se ve aparecer sobre el lago los espíritus de Odette y Sigfrido ya juntos para siempre.
Lo que vi sobre la escena:
¡Una soberbia demostración de belleza! ¡El cuerpo
humano convertido en gramática visual!
Tremenda le exhibición de fuerza
interpretativa, gran dominio corporal y emocional y magnífica técnica exhibidos por Alihaydeé Carreño: primerísima bailarina cubana de gran estirpe. No pude
evitar gritarle muchas veces… ¡bravo! por la maestría alcanza con las caracterizaciones de Odette y Odile. Sus dos personajes están interiormente muy bien diferenciados. Hasta tu proteico baile es muy diferente para ambos personajes. ¡Nadie podría hacerlo mejor de ahí! Ella es la gran figura de la noche.
Virtuosismo
y fuerza interior mostrados por Luis Antonio Pérez (Rothbart). Por supuesto que el personaje que interpretaba tenía que solemos llamar en el Arte... "garras". Con frecuencia se suele cometer el error de dejar personajes como éste en el continente. Luis Antonio se va por el contenido y sale airoso.
Buena interpretación,
sin la fuerza interpretativa de los dos anteriores, de Maykel Acosta (Sigfrido). Técnica depurada, lo que se evidencia en la corrección, sin aparatosidad, de sus magníficos saltos y giros. Donde me atrevo a señalarle algo es en el manejo de la psicología del joven Sigfrido. Debe tratar de hacerlo un poco más creíble.
Muy buenas
las caracterizaciones de Patricia Ascuasiati (Reina Madre) y Ernesto Báez
(Wolfgang).
Buena y convincente la refrescante interpretación de Ednis Gómez
(Benno). Confieso que no lo había visto bailar. Me quedé gratamente asombrado con su técnica y gracia.
Solistas, cisnes, aldeanas, damas de honor e
invitados de la corte; conformaban un armónico conjunto de bailarines que daban
al ballet, allí representado, una categoría de buen y delicado Arte. ¡Gran
madurez estética del conjunto! No podíamos pedir más.
Pero, al mismo tiempo, viendo en el escenario unas cinco
generaciones de bailarinas y bailarines (desde niñas hasta figuras consagradas),
uno descubre, con gran satisfacción, que un promisorio futuro de nuestro ballet
está garantizado.
Sobre la producción:
¡Trabajo de
gran producción artística! Ningún esfuerzo o gastos parece haberse escatimado.
Magníficas luces (Bienvenido Miranda y Manuel Ferry). Alucinantes vestuarios (Magaly
Rodríguez). Aún mejor la puesta en escena (Alina Abreu) y el sonido de la misma (Luichy Tejeda).
Impresionante,
como siempre, las soluciones escenográficas de Fidel López. Los efectos de espectáculos
(pirotecnia) le iban muy bien al lugar en donde decidieron presentar esta vez
“El lago de los cisnes”. Al ser una plaza al aire libre, necesariamente había
que pensar en el evento como un espectáculo, sin traicionar al Arte, por
supuesto. Eso fue logrado.
La recompensa:
Habían alquilado unas dos mil sillas. Pues les cuento
que había igual cantidad de personas de pies. Excelente comportamiento de todos
los espectadores. Allí, en aquella mágica noche, todos estamos arrobados con el
evento. Los artistas, y el numeroso equipo de producción, habían conseguido la
gran hazaña.
Ya se ha convertido en costumbre presentar eventos de
buen Arte en la explanada del Alcázar. Gran idea y logro de su directora, la
actriz y antigua alumna del suscrito, Raysa Astacio. Mis parabienes.
Estoy tan contengo por lo presenciado, que esta vez no
quisiera tener que pedir el siempre inevitable… ¡Telón!
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