Estratégico desprendimiento
"Emily", "Master Class" y "La duda". La Carretero en "La pasión según Antígola Pérez." |
Por pura estrategia he decido tener un señalado desprendimiento. Es algo que vengo
poniendo en práctica desde hace algunos años. Abundo:
Es legendaria y significativa la colaboración cultural a
nuestro país de España y Francia. Como me referiré a un tema teatral, hablaré
sobre la colaboración en ese renglón.
No a pocos hacedores teatrales dominicanos Francia ha
respaldado económicamente. Igual España.
En nuestro Festival Internacional
de Teatro ( he sido director de dos), ambos países, regularmente, auspician
varias compañías de sus respectivos naciones. También Inglaterra e Italia,
aunque todavía un poco tímidas, se han montando en nuestro particular Carro de Tespis.
La incidencia norteamericana es aspectos sociales,
económicos y científicos ha sido notoria. Sin embargo, en asuntos culturales
Francia y España, respecto a nosotros, les estaban comiendo los caramelos. No
obstante, desde hace unos cuantos años el asunto con Estados Unidos de América
ha dado un giro espectacular. Y en ese sentido hemos visto varias compañías
teatrales participar en nuestros festivales con el auspicio norteamericano.
En un gesto que me pareció de extrema delicadeza, Estados
Unidos me comunicó en un ocasión que patrocinaría varios grupos en uno de los
festivales que dirigí; pero que deseaba que algunas de las compañías patrocinadas
hablaran en español y, preferiblemente, con nexos dominicanos. Desde luego
que esta compañía tenía que accionar legalmente en aquella nación. ¡Todo un éxito!
Pero aún hay más. Hoy son notables y abundantes los auspicios
norteamericanos a puestas en escenas en este país.
Por supuesto que hay exigencias y condiciones muy precisas.
Los países antes mencionados, decididos a exportar su cultura, respaldan
económicamente los montajes de obras cuyos autores sean suyos y cuyo bagaje
cultural no esté en entredicho. Confieso que han sido muy amplios en el
criterio seleccionador.
Para evitar aburrirlos no contaré todo el proceso que hay
que seguir para obtener la citada colaboración. Pero sí les digo que son muchos
los montajes (no siempre con la calidad esperada) que aquí se hacen con el
respaldo de embajadas foráneas, siendo hoy la norteamericana la de mayor
accionar.
Debo aclarar que no es automático el asunto. Se debe
presentar un proyecto muy bien elaborado, demostrar que actores, directores y
productores tienen el perfil que ellos demandan. Sé de varios proyectos de este
tipo que han sido rechazados por no cumplir los estándares establecidos.
Adelanto una información que procura evitar suspicacias: hasta ahora no he
presentado ningún proyecto particular a los países que suelen prestar esas colaboraciones
teatrales.
Para ser justo debo citar que también Venezuela y Brasil han
tenido importantes participaciones en el sentido que refiero.
El asunto es que esos países están muy interesados en
respaldar nuestro hacer teatral, pero exportando el suyo.
Así las cosas, hoy resulta que es más rentable para un
productor local, llevar a escenario una obra de un escritor estadounidense
(para ilustrar con el ejemplo) que uno nuestro. Esto, porque, generalmente, la
mayor colaboración consistirá en el costoso pago del Derecho de Autor. Esa
política cultural es correcta. Un país soberano debe proteger y promover su
cultura y a los hacedores de ella.
En nuestro país no existe, aún, un plan sostenido en el
tenor que les cuento. No caeré en señalamientos críticos y en la quejumbre que frecuentemente
escucho por ahí. No lo haré.
El caso es que las obras de los dramaturgos criollos, dada
la correcta estrategia internacional que he indicado, no brillarán en nuestras
tablas con la frecuencia que deberían por las razones que he expuesto. ¿Me
siguen?
Hace unas horas, la inmensa actriz y directora teatral
Carlota Carretero, me llamó para comunicarme que la compañía Teatro Rodante de Bellas Artes (que
ella con aciertos y calidad dirige) montará mi “Un café frío en la calle El Conde”. Un verdadero honor. La
Carretero insistía en que debían hacer un modesto pago por mis Derechos
Autorales. Estoy negado.
El dinero a mí no me sobra. Vivo con lo justo. Mi aparente
desprendimiento es sólo una estrategia. Procuro con esto quitarles a nuestros
productores la preocupación del referido pago cuando la obra se haga, nada más,
aquí.
Es conveniente que las obras de los dramaturgos se presenten
en sus respectivos países. En ellos está la correcta plataforma para
internacionalizarse. Ciertamente tuve la suerte de que la Teatrería de Cataluña pusiera en escena mi obra “El
diablo ya no vie aquí” en calidad de estreno mundial. Pero eso no es lo
usual. Es desde los escenarios nacionales que deben ser “lanzadas” nuestras
piezas teatrales.
Pero si no nos desprendemos, estratégicamente y durante algunos
años, del pago de marras, no vamos a conseguir competir en iguales condiciones
con los dramaturgos foráneos. Es un asunto de Mercado.
Y miren esto: tampoco nuestros dramaturgos son segundos de
nadie en cualquier parte del mundo. ¿Nos montamos?
¡Telón!
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