¡Peter El Rojo, Carlos Espinal y Franz Kafka!
“Confesiones a una academia”. Esta pieza, como perfecta obra kafkiana, nos muestra su típico
pesimismo irónico. Su originalidad antológica y el inmenso valor literario de
sus obras, han otorgado a Franz Kafka un sitial privilegiado, casi mítico, en la Literatura
de nuestros tiempos. El crítico y teórico literario estadounidense Harold Bloom,
escribió sobre Kafka:
«Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de Freud. Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos».
En este caso el asunto es que el único personaje de la obra se ha entrenado para dejar la selva, por lo tanto una de sus luchas en el escenario es tratar de no ser un salvaje. Sin embargo, tal condición aflorará... inevitablemente.
Esa otra "lucha" da un tremendo grado de dificultad a la interpretación de Carlos Espinal, del cual sale airoso.
A mí me recuerdan, Kafka y Carlos, la lucha de la Raza Humana por querer alejarse de sus naturales instintos animales. Ese es el camino que, a mi humilde parecer, explora el magnífico Carlos Espinal en este montaje. Además, el actor-director de esta intensa versión, explora y aporta con brillantez el tema del Inmigrante.
Aquí Kafka y Carlos parecen contarnos la crónica de nuestros devenires en este planeta al que tendemos, reiteradamente, en llamar... nuestro. Somos inmigrantes en el asfalto y en los rascacielos. Nuestro hogar natural es la selva. ¡Ahí están todos nuestros instintos, ecos y orígenes!
En este tenor, el aporte visual que hace esta escenificación es de antología, en un escenario que está condicionado a una conferencia dictada en una importante academia mundial.
Esta es otra dificultad que hace aún más complejo e interesante esta propuesta escénica. Por supuesto que Espinal aquí se monta en Kafka para contarnos su particular Historia. Esto, porque Carlos es un inmigrante, cuyas añoranzas, cultura y amores se encuentran, exactamente, en el corazón de nuestra mitad de Isla, a la que, como su Peter El Rojo, ha tenido que dejar; pero cuyo instinto atávico lo obliga a volver... de vez en cuando.
Resulta, pues, que “Confesiones a una academia” o “Peter El Rojo” es lo que indica el título: una conferencia; pero al mismo tiempo es una pieza de Teatro. Un actor del nivel del Carlos Espinal bien podría haber puesto miles de recursos, inventos y payasadas a la teatralización. Empero, eso hubiese sido como traicionar a la imposición que nos plantea el texto. Solemos decir en el Teatro que un actor es un esclavo en libertad, un individuo que puede moverse "libremente" sobre las tablas de un escenario; pero que nunca puede romper aquellas cadenas que les atan: texto, las líneas internas y externas del personaje, la caracterización física y psicológica que el autor plantea, su cultura y las condiciones dadas.
Carlos, aunque obviamente no es un simple lector teatral de Kafka sino su socio, opta por el trabajo serio... y triunfa. Uno ve en el escenario de Espinal esa otra “lucha” del actor por desplazar en el espacio a su personaje y constantemente regresar a la esencia teatral de la propuesta. Como ese Sísifo que nos explica tan bien a todos los hacedores de Teatro del mundo, que tiene que llevar la piedra hasta la cima y una vez allí ésta se devuelve y Sísifo tendrá, entonces, que regresar a buscarla y subirla una y otra vez... irremediablemente.
Eso es lo que Carlos Espinal hace en escena con su actuación en la obra que ocupa mi atención, con inteligente vestuario kafkiano, con muy buena iluminación, adecuada escenografía y una magnífica banda sonora; recientemente presentada en la Sala Ravelo del Teatro nacional y que pronto, según me he informado, volverá a escena. ¡Muy bien!
Salí de la sala sumamente complacido. Hubiera preferido que nunca hubiesen tirado el... ¡Telón!
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