André Cruchaga, El Salvador
El poema: Memoria y tradición de la palabra
El poema: Memoria y tradición de la palabra
El verso, dulce consuelo,
Nace alado del dolor.
JOSÉ MARTÍ
JOSÉ MARTÍ
Nota: Johnny García, distinguido Pasionario, me ha enviado este artículo del gran y prolífico poeta salvadoreño André Cruchaga. Este conocido poeta centroamericano tiene su página propia en internet con injundiosos artículos, ensayos, poesía y teatro que invitamos a los Pasionarios a leer algunas veces.
El trabajo que hoy publicamos del poeta Cruchaga es admirable. Cuando terminé de leerlo me paré frentre a mi ordenador personal a aplaudirlo. Confieso que sentí un poco de envidia. Es de esos trabajos que uno desea haberlo escrito antes. El los próximos once años y tres meses me estaré lamentando por no haberlo escrito yo. Disfrútenlo.
G.C.
Dificiltarea es tratar que las palabras sean siempre luciérnagasfosforescentes, y llevadas al papel no dejen de sorprendernos ypicoteen el alma de los lectores con su asombro. ...La poesía es como el viento, o como el fuego, o como el mar,acotaba en su momento José Hierro. Nunca la poesía, ha estado ajena alos hilos que mueven el alma del poeta, jadea en los espectrosinteriores de la conciencia, se hace de tiempo, humedad y sombras. Lapoesía es la poesía muy a pesar de los propios interiorismos oexteriorismos del poeta. Donde la noche pulula, donde el cáliz de lalluvia suelta su risa ahí está la poesía.
¿Qué requisitos —mepregunta el poeta Piero De Vicari— debe tener un poema para serconsiderado bueno? De momento resulta complejo responder a esainterrogante, porque va más allá de la retórica y las normas de lapreceptiva. Hay poemas métricamente correctos y son un ataúd; por elcontrario, existen poemas como enredaderas que pierden al lector enbrisas de niebla sin ese fuego necesario que desnude el alma, que lodesvele de su carne: son zarzales donde no se pueden hurgar los días.En este sentido, y como tampoco la finalidad de estas digresiones eshablar de normas, las obviaré dado que para eso están los estudiosos detal menester y los libros de preceptiva literaria.
Si las épocascambian, también los gustos, la forma de hacer las cosas, depercibirlas y transmitirlas. Siempre ha habido afán en este sentido:qué poemas o qué poética es mejor que otra; o peor aún, qué poeta esmejor que otro. Uno nunca lo sabe o logra entender porque ello se muevedentro del gran espectro de la relatividad. Sin duda los marcosreferenciales, la cultura de cada lector juega papel importante paraefectuar este tipo de cataciones. Tradicionalmente a un buen sector depersonas les encantará la poesía rimada de corte clásico: llámesesoneto, lira, himno, oda, romance, lira, redondilla, décima, etc; notanto por la forma, sino por los efectos musicales que produce. Algunasveces —digo con énfasis, sólo algunas veces— los poemas con estaarquitectura caen en la pedantería del sonsonete.
Un poema gustao no gusta. Esto es una realidad. Hay poetas que trascienden por unpoema y también es verdad. Qué hay entonces en su interior, en esecamino de palabras donde las alucinaciones son patentes, qué hay en lasaguas del poema para provocar, mover, los pájaros tirirantes delalfabeto y el misterio inquietante de la vida y los sueños. Essencillo. Un poema se hace con piedras y viento, con ecos y ríos ysueños. Un poema se hace de tiempo, ternura y campanas. Un poema sehace del andar, de los platos rotos de la mesa, de la intemperie de lacarne como un caudal de río… Encarna, a fin de cuentas, lo vital, laproblemática del ser humano, lo idílico, transmitido en sentidorevelador.
El arte del poema tiene que ver con el arte de laescritura: es la individualidad, esencia misma de la poesía. Esto merecuerda la “Teoría del duende” de García Lorca. “El buen poema esen sí mismo hermosura y no se presta a la despreocupación. Lainspiración llega de la mano del trabajo. Podrá uno sentirse inspiradoen un momento dado por cualquier circunstancia, pero ese numen esnecesario expresarlo con palabras y es entonces cuando surge elproblema: cómo plasmar sobre el papel un sentimiento que nos conmueve.”Un arte tan delicado como la construcción del poema demanda del poetauna buena dosis de dedicación y de conocimiento literario. Tanto elverso libre como el medido requieren de unos elementos mínimos:cadencia, ritmo interno y musicalidad implícita en cada verso.
En nuestra literatura tenemos poetas de inconfundible tesitura, entre ellos está Walt Whitman, “elpoeta norteamericano rebelde a toda forma, que canta en lenguaje tiernoy lleno de matices de lunas las cosas del cielo y las maravillas de lanaturaleza, y celebra con desnudez primaveral y a veces con osadíasparadisíacas las fuerzas rudas y carnales que actúan en la tierra, ypinta muy rojas las cosas rojas, y muy lánguidas las cosas lánguidas” [...]. (La Opinión Nacional, 28 de diciembre de 1881 - OC, XXIII, p. 128) Op. Cit. Andrés Olaizola.
Sibien hay diversos gustos, simpatías y antipatías frente a poéticas oautores determinados, lo cierto es que el punto central para que gusteo no un poema y trascienda entre los lectores, es aquel que evidenciauna auténtica construcción de la emoción, “donde la palabra cumple con su función de portadora de sentido”, o, como lo deja entrever Ángel Rama: “universo sobre el que se aplica la tarea descubridora, transformadora y creadora del hombre”,Op. Cit. Ioana Gruia. Otras veces el poema gusta por el manejodesaforado del verso y su clara oposición a las instituciones: llámesea esto academia, muy de moda ciertamente en tiempos de convulsiónpolítica, pero que después al pasar las coyunturas, bajan sus aguastermales. Evidentemente estamos en una situación muy compleja: haypoemas que gustan por la naturalidad, la sencillez, la brevedad caso dela poesía oriental, pero que muy bien se ha cultivado en Occidente.Tenemos para el caso lo que se ha dado en llamar la “poesía visual”la cual parece tener muchos cultores hoy en día. El valor propio de unpoema también está en la novedad, en la armonía interior del texto. Elpoema es la sombra del poeta, reflejo ensimismado del espejo, libélulaque roza las alas de la brisa.
Un poema se construye con palabras y emociones: toda exterioridad debe culminar en una experiencia sensible, “crear un poema significa reformular objetivamente la emoción”,para hacerla transferible y digerible al lector. La voz que habla en elpoema es la voz de uno, pero es la de los demás, experiencias yemociones posibles del poeta y del lector. Un poema para el poetaconstituye siempre una experiencia única que emerge de su conciencia yva hacia el otro en comunicación con ella y con el destinatario. Eneste sentido los aspectos, criterios, cualidades de un poema están encorrespondencia con el gusto del destinatario; de lo que dice aquelhacia el otro en simbiosis plena. Resulta interesante al respectorecordar a Neruda. Él decía: "Si me preguntan qué es mi poesía debo decirles no sé; pero si le preguntan a mi poesía, ella les dirá quién soy yo".Es oportuno recordar para el caso también al poeta Huidobro —con susaños me sigue pareciendo el poeta más joven del planeta— él decía que “la verdad artística empieza allí donde termina la verdad de la vida.”Y esto es así porque el poema es el poeta, la eternidad de la noche, eleclipse de los días, el espejo de los sueños haciéndose palabra. Es através de la palabra que se logra emoción, luz y oscuridad en imágenesy las correspondientes configuraciones del alma en sucesivos símbolos.La experiencia del poeta es percibida intuitivamente hacia los planosvisibles de la interpretación. Poesía, en palabras de Juan RamónJiménez es “instinto cultivado”. “Un poema debe ser algoinhabitual, pero hecho a base de cosas que manejamos constantemente, decosas que están cerca de nuestro pecho, pues si el poema inhabitualtambién se halla construido a base de elementos inhabituales, nosasombrará más que emocionarnos.”(Huidobro, Manifiestos)
Feijoo en “Cartas eruditas y curiosas”, acota que “el constitutivo esencial de la poesía” ha de buscarse «en el entusiasmo”; mas se trata del entusiasmo que se da en un «hombrede un gusto racional”. Esta idea ya la había expresado Feijoo en formamás sugestiva en el tomo primero del Teatro crítico universal, en eldiscurso titulado Paralelo de las lenguas castellana y francesa, “Quienquiere que los poetas sean muy cuerdos, quiere que no haya poetas. Elfuror es el alma de la poesía. El rapto de la mente es el vuelo de lapluma”. Op. Cit. “La actualidad de las reglas” de Russell P. Sebold.
Endefinitiva el valor de un poema, ya por su trascendencia para que gusteo no, reside en la indisolubilidad del sentimiento y la razón. “Hay que sentir profundamente la idea, pensar con agudeza el sentimiento.”De otra manera no creo en el gran poema ni en el misterio poético, nien la luz honda de las aguas que en el interior palpitan con sus dedosde heridas y estertor. El poema que gusta es porque se siente hondo,profundo en el alma: despierta el galope de las raíces, descarga ramasde trementina, incendia el tiempo sigilosamente, abre las esquirlas delsueño, dice en fin, el infinito que el otro sueña. Pensemos un momentoen los “Sonetos de la muerte” de doña Gabriela Mistral: ahí está el sentimiento descarnado, en su más alta expresión. En otra vertiente, el “Poema 20” de Neruda, “Poema de Amor”de Roque Dalton. En los tres casos, —porque desde luego hay más—latrascendencia es indiscutible por cuanto cada poema expresa elsentimiento humano. Quién que es no ha tenido la experiencia de lamuerte cerca, las desazones del amor o el compromiso político con laPatria y sus avatares, con su propia identidad?
Melville Cane en el libro “Making a poem” (1953) expresa: “Tengola audacia... de escribir sencillamente, no para la presente hora, sinopara la posteridad... El peligro yace en unas alusiones y un lenguajeque una generación futura no pueda comprender... Con igual cuidado hayque vencer una afición al vocabulario que está pasado de moda”…(Russell P. Sebold). El poema también es modernidad. Los temas puedenser los mismos, pero tratados con el sol de cada amanecer. De locontrario se cae en el desuso, lo arcaico y pasado de moda. Las aguasdel instante no son las mismas, ni los senderos callan con las mismassombras “cuando se pone el sol”.
Concluyo este periplo con Gabriela Mistral y Vicente Huidobro: Creoen mi corazón, el que yo exprimo/ para teñir el lienzo de la vida....Que el verso sea —decía Huidobro— como una llave/ Que abra milpuertas./ Una hoja cae; algo pasa volando;/ Cuanto miren los ojoscreado sea,/ Y el alma del oyente quede temblando. (Arte poética,Vicente Huidobro). Aquí está la clave de toda la trascendencia delpoema. Hay que desnudar gota a gota y sin anestesia los espejos de lapropia materia. Todo hecho externo, para el poeta debe terminar en unaexperiencia sensible, que a su vez evoque emociones susceptibles de seraprehendidas por los lectores.
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