Ballet Nacional exhibe carga de creatividad
Por Carmen Heredia.
Es indudable que nuestro Ballet Clásico Nacional ha obtenido un verdadero éxito con la producción que han titulado "Loading". Las diversas críticas, los aplausos de los espectadores y los comentarios generalizados de los diletantes testimonian el éxito. Abrimos espacio en esta La Pasión Cultural a la muy bien elaborada crítica, publicada en el periódico Hoy, de la gran escritoria y artista Carmen Heredia.
El Ballet Nacional, que
dirige el profesor Armando González, presentó su “Gala de Otoño”, bajo el
título de “Loading” –cargando- el pasado fin de semana, en la Sala Máximo
Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes.
El programa dio inicio con el “Grand pas Classique”, obra maestra de Víctor
Gsovsky, en homenaje a Petipa, y música operística de Daniel Francois Auber. El
brillante y demandante paso a dos, de elegante estilo, fue interpretado con
buen nivel por los bailarines Maykel Acosta y María Valeria Melogno. Un único
momento clásico, como para recordar los orígenes del otrora Ballet Clásico
Nacional.
El arte dancístico emana de una fuente interior, y todo el ímpetu está puesto
en transformar las vivencias en formas y movimientos que se externan. La danza
moderna, posmoderna o contemporánea, cualquiera que sea su denominación, con su
libertad de movimientos y su pluralidad de símbolos, abre un mundo infinito de
posibilidades para la creación artística.
El problema existencial del hombre, la complejidad del ser, sus
conflictos y sentimientos, temores y anhelos, la incertidumbre del porvenir,
son motivos de inspiración para el hacedor contemporáneo, y es que la danza
como cualquier otro arte es siempre reflejo de su tiempo. Siguiendo esta línea
conceptual, el Ballet Nacional presenta cuatro coreografías de jóvenes
dominicanos pertenecientes a la institución estatal.
“Sin Fin”, coreografía de María Emilia García, es un ejemplo de la
incertidumbre del ser “cada segundo nos consume por dentro y por fuera”. El
lenguaje creativo y armonioso de esta joven hacedora de danza es expuesto a
través de ella misma y los bailarines Yuleidi Pérez, Joel Rodríguez, Elio
Orozco. La música contemporánea enfatiza momentos… “largos”, “eternos”.
La coreógrafa Laura Benítez, presenta su solo “Dante”, sin
ningún texto explicativo. La abstracción de la danza, perfectamente enmarcada
en la música oscura y abstracta de Haxan Cloak, nos permite el libre albedrio,
es acaso un homenaje a “Alighieri”, no lo sé, pero el título irremediablemente
nos remite al famoso personaje pre-renacentista.
Finalmente lo importante es la belleza del movimiento danzario
creado, expresado a plenitud por la bailarina Carla Barina, cuyo cuerpo
maleable convierte su danza en un verdadero poema.
De la abstracción pasamos a un momento de gran colorido. Alexander Duval, sin
duda influenciado por su permanencia dentro del Ballet Hispánico de New York,
nos presenta su coreografía “Sentimiento Latino”, que nos recuerda el “Club
Havana”.
El sentimiento latino plural es la suma de sus individualidades,
y cuando el coreógrafo se inspira en música de compositores específicos y
ritmos determinados específicamente cubanos, el sentimiento se hace particular,
aun con sus aires de jazz caribeño, por lo cual la dominicanidad no se expresa
a través de esta música, en este Sentimiento.
Independientemente de la ausencia de nuestros grandes
compositores, y de nuestros ritmos autóctonos, la creación coreográfica una
especie de “Variete”, es hermosa, creativamente rítmica, exquisitamente bailada
por nuestros excelentes bailarines: Yuleidi Pérez, María Emilia García, Lisetty
Campo, Cora Collado, Estefany Almonte, Carla Barinas, Joel Rodríguez, Maykel
Acosta, Eliosmayquer Orozco, Erick Guzmán, Pablo Paredes y Alexander Duval.
Cada segmento ha tenido elementos escenográficos atractivos y
luces apropiadas. El vestuario de Renata Cruz Carretero, de buen gusto,
privilegia apropiadamente el color rojo, siendo un punto a resaltar.
Luego del intermedio, el programa cierra con la coreografía que
da nombre al espectáculo “Loading”, original de Pablo Pérez. Siete piezas
independientes pero conexas, nos presentan al hombre de hoy atrapado en el
laberinto de la tecnología que nos aísla, y nos convierte en máquinas humanas,
“perdiendo la capacidad de ver, de seguir descubriendo el mundo que nos rodea”.
En cada propuesta se decanta la creatividad de Pablo Pérez, su
danza posmoderna o contemporánea, no importa la denominación, está asociada a
lo dionisiaco y al caos. La fragmentación es parte esencial, y apartada de la
narrativa aristotélica, enfatiza la expresividad de los bailarines, que
responden admirablemente. El “collage” musical entre “The Haxan Cloak
excavation” o “The Dropp”, “Olafur Arnalds Hand, Be Still”, “Nathan lanier
–sand- y Revolt, hasta “Golberg variations, Juan S. Bach”, se adecúa a cada
pieza, y el vestuario con su color gris metal, es la alegoría perfecta, un
acierto más del propio coreógrafo. El final “Loading Future” en una apoteosis
de esperanza, en la que participa toda la compañía. La técnica clásica sin duda
potencializa la belleza de cada movimiento.
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