Novato en los 65
por Giovanny Cruz Durán.
Una muy simpática
anécdota cuenta que los libros decidieron elegir a uno de ellos como presidente.
Luego de muchas ponderaciones declararon al Diccionario su comandante en jefe. La ceremonia
de proclamación fue realizada, por supuesto, en Suecia. Cuando le tocó el turno
de pronunciar el discurso de aceptación, el Diccionario dijo: “No tengo palabras para expresar...”
¿Lo
captaron? ¡El Diccionario no tenía palabras para agradecer la distinción! ¡Bárbaro!
Los
actores (los de formación, aclaro), por razones obvias, somos dentro de los artistas
los amos de las palabras. Un ser humano normal apenas maneja unas 300 distintas.
Una persona con una cultura aceptable utiliza 500 palabras. Un
escritor promedio suele usar unas 3000 palabras solamente (Cervantes -¡qué
bárbaro!- utilizó en sus obras 22, 959 palabras
diferentes). Sucede que, siendo actor y escritor, como el diccionario no he
encontrado las mejores palabras para escribir lo que siento al llegar hoy a mis
primeros 65 años. Me dispensan por la inseguridad de novato. Es que acabo de arribar.
Se me
ocurren apenas (¡qué miserable soy!) unas cuantas para expresar la llegada a
este momento:
He amado. He sido amado. Tengo pocos amigos entrañables. Hijos a
quienes sirvo con devoción. Seguro que habré destrozado algunos corazones por
ahí. Y a mi algún que otro amor ha destrozado el mío; pero he logrado reconstruirme en mis propias cenizas (¿Acaso debí decir... miseria?).
Estoy seguro que habré hecho algún daño sin querer, por aquello de que en la categoría
de escorpión no se puede querer sin hacer daño.
He cocinado manjares "imposibles". He danzado, presidiendo la bohemia, en salones distinguidos y en tugurios, desde tango hasta todos los ritmos tropicales.
He sexualizado dentro de la
poesía, sobre sábanas estrujadas, encima de la tapa de mi coche, en medio del
mar, en zaguanes oscuros, parado en pasillos, cobijado por la lluvia y titiritando por el frío.
He exorcizado
demonios que llegaron mostrando seductoras cabelleras, antes de convertirme en uno de ellos.
He escrito y publicado un montón de obras. He actuado en mucho mayor cantidad de ellas. He dirigido
otras tantas. Haciéndolo, he tenido que desafiar a muchos. Entre ese grupo ha
estado lo Imponderable. Me han otorgado algunos premios...
En fin,
como Neruda, confieso que he vivido entre pasiones en estos iniciales 65 años.
Como buen
escorpión, de espíritu y ponzoñas en ejercicios, necesito con vehemencia...
SABER. Y ocurre que hoy mismo, exactamente hoy, no sé absolutamente nada lo que
ocurrirá en los próximos 65 años de la segunda etapa, mucho menos de la
tercera.
Ah, porque
mis hijas y mi cardiólogo están empeñados en hacerme eterno.
Admito que ese asunto no me incomoda. No por mí, sino... porque no estoy del
todo convencido que ustedes estén preparados para perderme.
Tengo
asuntos pendientes que, por si acaso, me apresuraré en realizar inmeditamente:
Poner en escena “El último personaje de Cecilia B”, llevar al cine tres guiones concluidos,
reponer (como me exigen Lillyanna Díaz y José Rafael Lantigua) “La virgen de
los narcisos", terminar la novela que está en proceso, otros dos libros de
cuentos, una obra teatral de tema gay que he prometido a uno de mis actores favoritos,
meter la mano en una película que harán sobre un texto de Tony Raful; publicar
un libro de poema sobre Anacaona, como ha estado demandando el poeta Mateo
Morrison; actuar, junto Exmin Carvajal y
Mario Lebrón, en la obra “El vestidor”; recoger en Suecia el Nobel de
Literatura; “malcriar” a mis nietos; convencer a todos que existen dos
seres humanos: los que usamos Mac... y el resto; procurar los poemas
que no he leído, leer esa novela perfecta que aun no se publica, celebrar las sonrisas de la próxima amada... y encontrar las palabras perdidas que me faciliten -¡por
fin!- contarles tantas cosas que estoy casi olvidando.
¿Me
permiten una indiscreción? He sido radicalmente feliz...y contando. He aceptado, después de todo, que son prestadas todas las maravillas del mundo.
No
quisiera, pero tengo que repetir lo usualmente acostumbrado antes de los 65...
¡Telón!
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