La Bienal de Artes visuales y el Teatro
Aunque estaba inmerso en los preparativos de la lectura, en mi casa, de mi más reciente pieza teatral (“El último personaje de Cecilia B”, leída brillantemente por mi hija Fiora Cruz), evento en el cual la calidad y cantidad impresionantes de actrices (sobre todo ellas), actores, directores, productores y escritores determinaron su tremendo éxito; he estado leyendo todos los pormenores ocurridos a propósito de la celebración de la Bienal 27 de las Artes Visuales (acabo de leer en Acento.com un artículo magnífico de mi querido amigo Carlos Francisco Elías).
Por supuesto que no debo lanzar más leña al fuego. Plumas entendidas, enjundiosas, veraces, desacreditadas, etcétera; han manifestado pareceres suficientes, para mi, en torno a ese tema. Al que tendrán que buscarle un salida... urgente.
Sin embargo, lo acontecido en la Bienal 27 me lleva a reflexionar y ratificar mi posición sobre los proyectos que existen, para hacer una premiación especializada en el Teatro Dominicano. Algo que se ha pretendido durante muchos años y varios gobiernos. Las veces que he sido consultado me he opuesto radicalmente a esas intenciones. No estoy diciendo que los problemas de la Bienal de marras, necesariamente, están exclusivamente relacionados con la premiación propiamente dicha. No. Ahí hay otros muy complejos asuntos. Pero la premiación allí es un componente muy traumático... siempre, que para las intenciones de esta nota no viene al caso analizar.
Empero, ciertamente, muy pocas celebraciones de la Bienal Dominicana de las Artes Visuales, no han concluido como esta fiesta de monos que estamos viendo.
En el Festival Internacional de Teatro no son frecuentes, ni grandes, los problemas o chismes entre hacedores teatrales de aquí. Ha habido algunos... casi insignificantes. En el Festival Teatro del Bosillo del Teatro Guloya (ya constituido) nunca ha habido un problema importante. Debemos seguir así. Desde que alguien imponga una premiación (todas ellas en el Arte son excluyentes, sectarias y conflictivas.), se desatará un guerra sin cuartel detrás del dudoso reconocimiento que otorga una siempre antojadiza escogencia.
He dicho, hasta el cansancio, que una premiación anual dentro del Teatro aportaría más división que enseñanza.
Los Premios Casandra, donde obviamente no hay un verdadero interés ni conocimiento de nuestro Teatro, en muchos momentos han traído desasosiego y conflicto entre los artistas teatrales criollos que gustan de esos premios (al suscrito no les interesan un pepino).
Cada día las pugnas entre nosotros por los premios esos son menores, porque cada día es menor el interés y las expectativas de los teatreros dominicanos por ese ridículo asunto.
Concluyendo con esta muy sencilla y humilde reflexión particular:
Que a nadie se le vuelva a ocurrir hablar aquí de premios especializados en Teatro. Este actor, director y dramaturgo se opondría con toda su fuerza si lo intentan. Entre nosotros hay una relativa afinidad, cortesía y buen trato. Entonces, no es verdad que voy a aceptar, tranquilamente, que vengan a hacer una pendejada de esas para fastidiarnos. Ya con la Bienal de Artes Visuales el país tiene suficiente. El único premio válido es que el que otorgan los espectadores (mucho o poco) al final de cada función. Lo demás es, simplemente, fruslería.
¡Telón!
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