Una hermosa
“Solitud”
(trabajo publicado en el Listin Diario)
(fragmento)
EL DESTACADO DRAMATURGO DOMINICANO IVÁN GARCÍA PRESENTÓ CON ÉXITO SU MÁS
RECIENTE OBRA EN LA SALA RAVELO DEL TEATRO NACIONAL, DONDE COMPARTIÓ SUS EXPERIENCIAS
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Laura Peralta
República Dominicana
ha parido a uno de sus grandes hijos en el vientre del teatro. El reconocido
dramaturgo, actor, escritor y homenajeado del Festival Internacional de
Teatro, Iván García, demostró la noche del lunes el tesón de una trayectoria
que no se equivocó en sus andares.
La Sala Ravelo fue
testigo de la “Solitud” de García, un hermoso monólogo en el que un hombre
encuentra en su soledad el vacío de la existencia y en una especie de locura,
se ve a sí mismo frente a su esposa muerta, su nuera y su hijo alejados.
Apenas tres sillas,
una mesa adornada de papeles que se convierten en su refugio y el retrato de
su amada fiel, y una luz que no lo deja solo en su desamparo, tejen momentos
de tensión, sufrimiento, lejanía y el sabor de la soledad.
Magistral fue la
actuación de este reconocido dramaturgo, sin olvidar la humildad con la cual
invitaba a un público a hacerle preguntas para despejar sus dudas...
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Crítica de
la obra de teatro “Solitud”
Pamela E.
Hernández Díaz (Estudiante de primer año de la ENAD)
Drtamaturgo
(Iván García)
Dice que
cuando un recuerdo se va, el alma nos abandona. Esto es más significativo aún
si se trata de olvidarnos de un ser humano; y cuando estamos en la etapa en la
que somos solo una pincelada de lo que antes fuimos: La vejez.
Tratar la vejez
como sinónimo de soledad, es lo que hace Iván García en su monólogo “Solitud”. Un
señor de edad avanzada que se queja del abandono al que lo ha(n) sometido su(s)
hijo(s). El sentimiento de impotencia que le embarga por haber tratado a su
difunta esposa de forma injusta es parte de sus amargos recuerdos, la caja en
donde guarda y saca todas sus frases y memorias, el humor con que cuenta sus
desdichas, los tonos de voz, las deformaciones en su rostro cuando cada
sentimiento le invadía. Fue impresionante la forma en que el mensaje llegó al
público –a pesar de las condiciones en que el actor se informó que se
encontraba.
Los desplazamientos del personaje
giraban en torno a una mesa que se hallaba en el centro, dos sillas y un
sillón. Todo distribuido de una forma organizada.
La
atmósfera que creó al hablar por teléfono con su nuera, las confesiones que le
hio a su hijo cargadas de sentimiento, y creando una ilusión visual casi
mágica, la forma en que evolucionó su personaje el cual comenzó altivo y
orgulloso y terminó humillado a los pies de su hijo e implor5ando amor,
comprensi’on, compañía.
Esta obra muestra
la denuncia social en el momento en que –hastiado- grita amargamente: “Luego de
que la sociedad se pasa la vida exigiéndote dar lo mejor de ti, diciéndote que
no estás preparado, viene a desecharte en el momento justo en que la luz del
conocimiento te ilumina por completo”.
La
jubilación... (¿)de que sirve? El desecho de la humanidad hacia la misma
humanidad. Lo patético que
son los hombres.
Su
propuesta escénica se ve influenciada por el existencialismo. El manejo de los
objetos no es primordial en esta puesta en escena, ya que todo reside en el
suculento discurso, donde el actor mostraba el desgarbo de su cuerpo y las
explosiones de la indignación que le causaba su situación, dichas con una
poesía que nos mantenía al borde de las lágrimas; algunas dulces de la ironía
del anciano, y otras amargas de su tristeza.
APUNTACIONES
PEREGRINAS SOBRE TRES MONTAJES DEL SEPTIMO FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO
SANTO DOMINGO DOS MIL ONCE
Por León
David
(fragmento)
... Solitud es libreto desgarrador que explora
con agudeza, lirismo y penetrante intuición –que no renuncia por momentos a los
brochazos de humor agrio y oscuro- el vacío de la soledad en la vejez. Hermosa
cavilación cuyo meditabundo tener y desafiante profundidad no cansan porque la
palabra brota con perfecta naturalidad y apasionada fuerza de un carácter
poderoso de anciano redondamente construido. Trátase de un texto de demoledora
efectividad dramática, escrito rico, matizado, pleno de contrastes, poseedor de
un ritmo que no decae ni por un instante y que si algo no nos ahorra es el
asombro y la sorpresa.
Monólogo
de tan aquilatadas prendas no requería de opulenta parafernalia escenográfica.
Bastaba la pericia del actor consumado, porque fue concebida la obra para que
el intérprete, sin otros atributos que su cuerpo, su voz y sus emociones le
diera vida e infundiera realidad. Y eso fue lo que sucedió: Iván García se
creció e impuso sobre las tablas a un personaje maravillosamente perfilado, de
portentosa verosimilitud, personaje de cuya historia y angustias nos íbamos
enterando a medida que la acción se desenvolvía hasta culminar en el patético
final inevitable.
En
resumidas cuentas, que la presentación teatral a la que estoy haciendo
referencia, si algo demostró hasta la saciedad es que cuando Iván García es
Iván García –dramaturgo, director y comediante a un tiempo mismo- difícilmente
hallará en el espacio dominicano o latinoamericano rival que pueda
hombreársele... Lástima y desperdicio que el Festival sólo concediera –la razón
la ignoro- una única función al homenajeado hombre de teatro. Pues lo que Iván
nos obsequió fue ina genial lección del más cabal y menos controvertible
trabajo escénico...
Se refiere al siguiente
párrafo: “Yo ponía mi vida en cada clase que dictaba, por encima de los libros de
texto me lanzaba al mundo del espíritu, como un Prometeo, robándole la luz de
los cielos para iluminar a los mortales… Y de repente cuando culminaba en riquezas mi
experiencia me dicen que ya acabé, que soy muy viejo. Casi como la basura que se tira al zafacón voy a parar
a este cruel exilio de la vida que es la indigencia…”
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