domingo, 11 de abril de 2010

El Conde de Iván García


Como he escrito varias veces Iván García Guerra es mi gran amigo y mi antiguo y siempre vigente maestro. Categoría y título que le otorgaré mientras yo viva. 

En un momento estelar en nuestro país se dio el fenómeno en que el teatro pareció dividirse en dos grandes "escuelas" (que portener a dos caballeros a la cabeza nunca entraron en contradicciones que no fueran estilísticas). Estas "escuelas" estaban lidereadas por Rafael Villalona e Iván García. Cada uno de ellos le imprimióa su equipo de trabajo el sello particular que trajeron de sus“fábricas” interiores. Rafael Villalona, al irse a Santiago atrabajar en el TPC amplió la cobertura de su didáctica. Luego Iván lo haría, también en Santiago; pero un poco enclaustrado en la PUCAMAIMA.

Mientras, aquí en Santo Domingo, el grupo de Iván era, digamos, un tanto más joven, cerrado y exclusivo. En él trabajamos con ahínco gente como Odalís Pérez, Nápoles Calderón, Margarita Gómez, Praxísteles Mejía, Ramón Oviedo y el suscrito; entre otros. Hacíamos teatro todo el tiempo; empero, nunca descuidamos la formación cultural. Lo Griego, lo Romano, lo Latinoamericano, lo Europeo, lo Dominicano, etcétera; eran objeto de profundos estudios nuestros en el campo filosófico, sociológico, político, literario, teatral e histórico.

Al maestro Iván García hay que reconocerle que es un hombre de teatro a tiempo completo y sin pausas: dramaturgo, actor, director, productor, vestuarista, adaptador, diseñador escenográfico, musicalizador y hasta coreógrafo teatral.

Cuando salí a protestar por las desconsideraciones que fuera objeto en aquel superado asunto de El Graduado, no dije nada de él de lo que no estuviese convencido. Mas aún: fui hasta parco al señalar sus virtudes. La conducta personalde Iván, un radical de la ética, raya en lo apostólico. Su cultura es verdaderamente enciclopédica, de lo cual nunca hace alarde. Y de la humildad que practica todos aquí podemos dar testimonio. 

Cuando trabajábamos con él mucha gente se sorprendía por el cariño que se profesaban el erudito maestro y este temperamental discípulo suyo. Bueno, pues así ocurrió siempre. Cada uno sabía que no cabía en los espacios del otro y el respeto se daba en todos los órdenes.

Ha pasado el tiempo y seguimos manteniendo, aunque los asuntos profesionales y laborales nos obliguen a distanciarnos algunas veces, nuestra vieja amistad. Escribí el prólogo para la recopilación de sus obras, he dirigido varias de sus piezas teatrales y a él lo he dirigido en cinco obras, por eso puedo decir que es uno de los hacedores de teatro dominicano más disciplinado y amable conque contamos.

Ahora que publicamos este blog él se ha convertido en uno de los más entusiastas pasionarios. Un orgullo para nosotros. Pues resulta que a raíz de la última publicación de Pasión Cultural ("...en la calle El Conde"), Iván García ha tenidola gentileza, como ha hecho muchas veces, de enviarnos un comentario. Por el valor testimonial que tiene he decidido, sin su autorización, publicarlo en el blog. Aunque él asegura que fue un grato recuerdo leer nuestro artículo, me parece que nos enriqueceremos todos cuando leamos el comentario-artículo suyo.

Una vez mas: ¡saludo, amigo y maestro! 

Gracias, Giovanny.   Qué magnífico recuento de la calle El Conde.  Te lo agradezco personalmente porque esa vía, así en mis recuerdos, fue el centro de mi vida, desde que la familia llegó a la Ciudad Capital en el 1944, hasta pasada la Contienda de Abril en 1965 (nada mas y nada menos que veintiún años).    
Vivía a una cuadra del segmento central en la calle 19 de Marzo, número 56, esquina Salomé Ureña, en la que fue residencia de la ilustre poetisa. 

Correteando por ella llegué a la adolescencia, simplemente porque era el camino lógico y preferido para ir a la escuela de La Salle (cuadras más allá en la Arzobispo Meriño), a los cines Encanto, Leonor, Capitolio, Olimpia, Independencia, al restaurante en que comíamos en circunstancias especiales, “El Conde”, al coro de Rafaelito (hoy Padre Rafael Bello Peguero), en el entonces Ex -Convento de los Dominicos; y por supuesto al Malecón (el paseo de los domingos).   
Luego las conspiraciones contra Trujillo en La Cafetera, La Bombonera y hasta en la misma calle, en la esquina de mi casa frente a la tienda El Palacio
En ese preciso lugar nació nuestro grupo “El puño”, y se convirtió en lo que todos comentábamos divertidos como nuestra oficina (Miguel Alfonseca, Rene del Risco, José Ramírez Conde, Armando Almánzar, otros más y, por supuesto, yo). 


En la primera manifestación política multitudinaria a la llegada de los primeros miembros del PRD (en el parque Colón), al final del mitin corrimos desaforadamente alegres rompiendo los retratos de Trujillo en una orgía de libertad sólo repetida en el momento en que la ciudad de Santo Domingo recobró su nombre armonizado con las campanas de todas las iglesias de la zona colonial (Santa Bárbada, la Catedral, el Convento de los Dominicos, Regina Angelorun, San Miguel, San Lázaro).   

Y para culminar aquella “era de oro”, la guerra de las veinte cuadras, cuando el edificio Copello se convirtió no solamente en mi lugar de trabajo, sino en el techo bajo el cual comía y dormía durante los casi cinco meses que duró el asunto.
Para mí, mas que una arteria, es un monumento de dulce y gloriosa recordación.  Esperaré ansioso tu nuevo trabajo...

Iván

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