lunes, 5 de octubre de 2009

La cabeza de Waddys

Por Giovanny Cruz Durán


Nota: Aclarando que ninguna crítica es absoluta y otorgando a los demás el derecho a hacer la suya (Hasta en esta misma Pasión Cultural.) , publico estos apuntes sobre el último trabajo de Waddys Jáquez.



Lo general:

Había escuchado contradictorias opiniones sobre la puesta en escena del musical teatral “La cabeza de Rey”, con actuación, dirección y dramaturgia de Waddys Jáquez. Como es natural en producciones escénicas tan polémicas los juicios emitidos resultan radicalmente contrapuestos. Mientras algunos decían que la realización no pasaba de “obrita”, otros afirmaban convencidos que era algo “muy ingenioso y de mucha calidad” lo que el ya famoso Waddys presentaba en Casa de Teatro, durante dos fines de semana.

En mi opinión se trata de un divertimiento crítico que pone en manifiesto la gran creatividad de Waddys y que no adolece de algunas fallas, como toda presentación teatral.

Para mi, que procuro desde hace años un lenguaje territorial, la nota principal del montaje de Jáquez es la correcta intención estética caribeña. Ahí hay un verdadero aporte.

Los países realmente avanzan en la actividad teatral cuando logran su singular lenguaje escénico. Por eso respaldaré siempre aquellas propuestas teatrales que persigan o den señales de caminar por ese senda.

Probablemente al espectáculo teatral que he visto le falte un poco de profundidad literaria (la dramaturgia requiere madurar todavía un poco más en el creativo artista que nos ocupa); empero la ingeniosidad expuesta en el escenario suple las carencias.

El evento está construido en una plataforma de hojas sueltas. Efecto que resulta en este caso sumamente válido, porque da un excelente ritmo interno al trabajo y no se compromete a tejer una historia con los parámetros de una demandante dramaturgia teatral.

Cuando Brígida sentencia el final destinado a los tiranos, cuando vemos la soledad progresiva que va cercando a Perfectus, cuando la desesperación une al pueblo procurando un único objetivo, cuando la traición le hace justicia al traidor, cuando el poder conquistado se corrompe en sus propios actuantes conspirativos; descubrimos en la obra ciertas riquezas temáticas. Desde luego que están colocadas dentro de un musical cuyas especificaciones y pretenciones nunca serán las del drama propiamente dicho.

En este evento aprecié y disfruté por momentos, (en movimientos, vestuarios y concepto) una cercanía brechtiana. ¡Muy interesante!

Encuentro en el trabajo una acertada búsqueda de la africanía caribeña. La “negritud” crítica que nos propone Waddys está presente en el comportamiento de los personajes, en la forma como visten y se expresan; pero también en escenas fundamentales de “La cabeza del Rey”. Aunque el evento recurre a nombres y episodios puramente dominicanos, lo situacional es indiscutiblemente regional. Otro logro.

Vimos la representación de “La cabeza del Rey” a casa llena y con un público bien conectado con lo que se desarrollaba frente a sus ojos. Un triunfo para nuestro teatro. Desde luego que se trata de unos espectadores que procuraban más el espectáculo que el contenido. Bueno, en la “fórmula Waddys” (No fue así en “Cero”.) esa ha sido la tónica. A veces ocurre que el buscado y apreciado éxito cuando finalmente llega nos aprisiona.

Alguna gente de teatro cuestiona por ello la validez teatral de estos eventos. Yo no. Porque ciertamente no hay ausencia de cuestionamientos serios en ellos. Además, en el teatro siempre ha habido, y habrá, tendencias para todos los gustos. El espectador debe decidir sus preferidas. Es su derecho. Trabajos de este tipo nunca se parecerán a las insulsas e irreventes creaciones de unos idiotas que hacen mala televisión y peor teatro.

Cuando enjuicio un trabajo escénico no parto de mis premisas y gustos particulares. Siempre he dicho que a los directores teatrales no se les dirige. Cuando se juzgan sus trabajos hay que hacerlo partiendo de las concepciones de ese director. Nunca de las pretensiones y preferencias artísticas del crítico. Un mal que tendencia a algunos de los que aquí critican.

Lo cuestionable sería que se opte por un teatro de simple evasión. El grado de profundidad o compromiso lo determinará siempre, en nuestro arte, el artista que lo practica.

Lograr la conexión entre espectadores y una pieza de teatro musical que tiene las características que he mencionado es altamente agradable. ¡Y nunca desdeñemos al público! Aunque algunas veces tengamos que halarle las orejas.

Ante las desacertadas presentaciones de unos idiotas que hacen mala televisión y peor teatro y la andanada de musicales foráneos que nada tienen que ver con nuestra estética, con nuestro arte y mucho menos con nuestra historia; la propuesta de Waddys es un oasis... y hasta una esperanza. (Desgraciadamente lo sé involucrado en otro de esos inventos brodweyanos que nada aportan al arte y a la cultura del país.)

Las actuaciones:

En términos generales la participación del elenco es buena y efectiva. Construyen y visten sus personajes con las características de la novelistíca latinoamericana que una vez fue llamada "realismo mágico".

Me hubiera gustado que la caracterización de la vieja que hiciera Ruth Alfonsina hubiese sido construida menos en el siempre descartable clisé; empero le reconozco talento y futuro teatral.

Joel Genao debe aprender más a concentrar su atención. Su Enana es divertida.

En Judih Rodríguez y Cindy Galán tenemos dos interesantes promesas teatrales. Ambas, con inusitada fuerza escénica, mucha presencia, buena voz y entrega total sobre el escenario nos convencieron. Aunque un día debemos verla sin los micrófonos para creerle totalmente. Esa será su prueba de fuego indiscutible.

Rafael Morales y Benny Pérez estuvieron efectivos, pero para mi exigente juicio, les falta todavía creer en lo que hacen sobre las tablas. Talento tienen.

El buen actor Vicente Santos que había perdido, arriesgándose en producciones inadecuadas, el empuje que demostró hace un tiempo, se reencuentra consigo mismo y nos ofrece una deliciosa creación teatral. Buen dominio del cuerpo, de la voz y la gestualidad. Su personaje, matón y servil de Pefectus, se proyeca muy bien entre los espectadores del musical. Fuerza escénica nunca la ha faltado. Aquí parece un pez en aguas claras.

Waddys Jáquez como intérprete de dos personajes no tiene desperdicio. Su cuerpo siempre se adecua a los personajes que interpreta. En su último montaje (“Cero”) le habíamos señalado ciertas debilidades, algunas de las cuales indudablemente ha superado. Él construye el personaje de Perfectus, procurando naturalidad, sin mucha espectacularidad. Sin embargo, esto parece entrar en contradicción con el vestuario que utiliza. Este servía más al “divo” que a su propuesta de personaje. Admito que esto es discutible. Su caracterización de Idónea es muy buena. La escena cuando Perfectus le lleva a la hija una alegórica cabeza de la madre es de aplausos.

Ahora, lo de Carlota Carretero es tema aparte. Siempre he dicho que la madurez estética y maestría teatral solamente llega con el tiempo y trabajos sostenidos, algo que la desesperada juventud teatral nunca entiende. Su Brígida La Loca es una lección de actuación. ¡Abusadora! El manejo de la voz, el cuerpo al servicio del personaje (libre de una exaltación en las tablas que muchos creen avanzada.), la gestualidad y el equilibrio que logra entre acciones internas y externas son de antología. Sólo verla vale el dinero que paga el espectador. ¡Cierren las escuelas de Teatro un mes y envíen los estudiantes a ver esta actriz dominicana en el escenario! La fuerza escénica es una gran aliada de cualquier actor o actriz; pero solamente cuando sabemos realmente administrarla esta se convierte en una obra de arte. Es el caso.

Otros aspectos:

La música es muy buena. La coreografía solamente aceptable. Igual me pareció la escenografía. Excelentes las luces de Ernesto López. El vestuario fue ingenioso y adecuado.

Concluyendo:

Recomiendo ver “La cabeza del Rey” cuando se reponga. Se van a divertir y reconocerán muchos episodios de nuestra historia reciente que obligan al espectador a subir con Waddys al escenario. Yo, aunque no estaba en la nómina de actores pagados, no pude evitar que mi cuerpo actoral deambulara un poco por los espacios visibles, y otros que no lo eran tanto, aunque estaban atrapados dentro de la isla que construyen los espejos de la pieza teatral.

¡Telón!


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