lunes, 13 de enero de 2014

A ovidiaso limpio...

 
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En asunto de salud nunca salgo de una. Ahora que estoy totalmente recuperado de la alergia y de su secuela la gastritis; vengo padeciendo de un mal un tanto peligroso.

¿Síntomas? Inquietud, desasosiego, brincos en el pecho, falta de apetito, un frío en el estómago, romanticismo desbordado y poesititis aguada.

¿El nombre del temible malestar? ¡Corazón ocupado... creo que le llaman! O algo así.

Sanarme inmediatamente he procurado. Soy un hombre de letras, por lo tanto sólo entre ellas encontraré la cura. En mi biblioteca he revisado textos antiguos, por habitar en ellos la Sabiduría, buscando las pócimas requeridas para mis dolencias. Creo haber encontrado buenos recursos en dos libros de Ovidio: "El arte de amar" y "Remedia amoris". Releyendo este último he descubierto la solución... presumo. En el siguiente fragmento hay una pista:

"ESTROFA IPronto se cura un mal en su principio

Si al principio en los leves movimientos
De tu amor ya adivinas las desgracias,
Haz alto allí; sofoca el germen malo
De enfermedad mortal desde la entrada;

Que siempre la demora le dá fuerzas;
La demora madura la uva amarga,
Y la demora vuelve mieses pingües,
Las que antes fueron yerbas poco alzadas;

El árbol corpulento, que hoy ofrece
Extensa sombra, ayer era una vara;
Pudo ayer con dos dedos arrancarse.
Mas hoy su resistencia ¿quién contrasta?

Examina sagaz, lo que amar quieres,
Y si es yugo pesado, el cuello aparta;

Cura al principio; tarde va el remedio
Si el mal se reforzó con la tardanza;

Sé pronto; no difieras de hora en hora;
El que hoy no quiere, no podrá mañana,

Amor engaña y el tardar le nutre:
El más próximo día es la más apta
Ocasión de librarse; pocos ríos
De grandes fuentes se verá que nazcan,
Los más se juntan de arroyuelos pobres.

¡Ah! Si vieses los yerros en que entrabas,
No te mudaras, Mirra, en triste leño.

He visto heridas que al principio estaban
Fáciles de curar, y la demora
Llegó a hacerlas por fin mortales llagas:

Nos agrada tomar flores de Venus,
Y decimos: remedio habrá mañana;

En tanto extiende el árbol sus raíces,
Y el fuego oculto filtra en las entrañas.

ESTROFA IIHuye el ocioso amor del que trabaja

Pero si pasó el tiempo de este auxilio,
Y envejecido amor domina el alma,
Ya es obra grande: sin embargo debo
Acudir aunque tarde se me llama.

Filoctetes el héroe debía
Cortar luego su pierna envenenada;

Bien; pero al cabo de años fué curado
Y puso el colmo a la honra de sus armas;

Yo pues, que curé pronto heridas nuevas,
Daré a mal viejo medicina tarda;

Para que apagues el reciente incendio,
Y el que durando, dilató sus llamas.

Cuando el furor de amar está en su lleno
Es forzoso ceder. A toda entrada
Resiste siempre un ímpetu violento.

Necio aquel que cortar pudiendo el agua
Con ceder un tanto a su corriente.
La fuerza arrostra, y al contrario nada.

Pero sufrido el ánimo se altera,
Si le dan documentos, y con rabia
Mira el aviso de quien le aconseja.

Mejor es empezar, cuando su llaga
Deja tocar, y está para escucharnos.

¿Quién si no un loco reprimir tentara
Entre los funerales de algún hijo
El llanto de su madre? ¡No! Dejadla;

Que campo habrá de moderar su pena,
Cuando quede llorando desahogada.

Arte del tiempo sólo es a mi juicio
La medicina: a tiempo, el vino sana;
Y tomado a mal tiempo mata el vino.

Hay más, que si a un tiempo no se aguarda,
Con la prohibición se irrita el vicio.

Llegando, pues, el día en que ya el alma
Pueda seguir mis reglas, lo primero
Sea del ocio huir con vigilancia:

El ocio cría amor, y lo conserva,
El causa y él fomenta un mal que agrada;

Quítese el ocio, y luego de Cupido
Perecerán los arcos, y apagadas
Sus teas quedarán sin precio alguno.

Cuanto al plátano alegran los arroyos,
Cuanto el álamo vive por el agua,
Y cuanto el cieno a la palustre caña,

Tanto a Venus agrada la pereza,
Trabaja siempre, si olvidar tu tratas,
Que el amor cede el puesto a los negocios.

El tiempo que en beber todo se pasa,
El juego y el dormir a pierna suelta,
Aun al alma que esté menos dañada
Quitan las fuerzas, y Cupido artero
Se cuela sin sentir a las entrañas:

El niño ciego busca la desidia,
Y tiene odio jurado al que trabaja.
Toma una ocupación, entra en el foro,

Hay leyes, hay clientes, cuyas causas
Penden de tí: debieras emplearte
En ganar honra, no en conquistar gracias.

Entra al campo de Marte, que eres joven,
Y los placeres volverán la espalda:

Ahora es tiempo: el ambulante Parto
Vé las tropas del César en su casa,
Y presenta ocasión a muchos triunfos:

Vence á un tiempo las flechas de su aljaba
Y las del cruel Cupido, y dos trofeos
Juntos trae a los dioses de la patria.

Al pronto, que por Diómedes fué herida
La Diosa del placer en su batalla,
A Marte sólo abandonó las guerras,
Y no quiso entrar más en las campañas.

Sabes por qué en adúltero dio Egisto
Bien claro está, su vida era holgazana.

Seguían otros dilatada guerra
En Troya; al rededor de sus murallas
Todas las fuerzas griegas se apostaron:

Y aunque Egisto quisiera tomar armas
No había contra quién; ni en Argos hubo.
Para ocupar el foro alguna causa.

Con que hizo aquello sólo, que podía,
Se dedicó a querer, por no hacer nada,
Que así amor nace, y así amor crece.

También el campo y su cultivo halagan,
Cualquier cuidado cede a este cuidado.

Anda, pues, a tu campo, y uncir manda
Los avezados bueyes, y que corten
Con el arado corvo la campaña.

En los surcos entierra el don de Ceres,
Y saca con usura tu ganancia.

Mira el ramo vencido con los frutos,
Que el cebo que ha nutrido apenas carga..."


¡Sin embargo... —ay— este amor desespera por decir su nombre! ¿Acaso habré sido ya irremediablemente envenenado? Terminaré de leer los libros citados y luego, con ellos, al malestar reciente caeré a ovidiaso limpio.

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