miércoles, 17 de marzo de 2010

Los fuñidos quince



Hemos escrito en este blog que no pocosdefinen la comedia como una casi tragedia. Algo así como aquello deque los arquitectos son honorables individuos a quienes les faltarontestículos para ser ingenieros y plumas para ser decoradores.

Entendiendo que la narración de hoypuede ayudar a comprender estas aseveraciones, recomiendo leerla concuidado y prestar atención a los detalles. En ellos están lasformúlas necesarias para la lectura comprensiva. No olviden lo quesiempre nos han recomendado: mirar las oraciones y leer los espaciosen blanco.

Hace unos días una amiga me contó unahistoria que, lo juro por madres lejos de la mía, es verdadera. Mi amiga es, presento disculpa poresconder su nombre (¡Si, yo que he proclamado no ser baúl de nadie!),una conocido organizadora, participadora, animadora, presentadora yamenizadora de fiestas. 

Dicen que en esos asuntos es de las mejores.Una de sus grandes estrategias, para su dionisíaco oficio, es ablandara los invitados con un fino trago introductorio, para luego seguircon los tragos menos agraciados (a los que sirve en recipientes debacará, o sus semejantes colombianos). Otro truco que utiliza en losbanquetes, es poner las ensaladas, el pan y el puré al inicio de la mesa para que los siempre apresurados en comer, seharten con esos entretenedores estomacales.

Mi amiga habilidosa acostumbra procurarque haya siempre un alma de fiesta. Cuando no encuentra elapropiado ella misma se disfraza para la ocasión. Pero su estrategiacumbre, aquella que engalana la noche, es invitar la contradicción.Es decir, una persona que generalmente lleve la contraria para queasegure ritmo en la conversación. Desde luego que esa persona debecomenzar a hacer su labor un poco pasado de las once.

Dado todo esto es natural que tambiénla inviten a actividades cónsonas con las que hace. Casi nunca seextraña, desde luego, que la inviten a fiestas, aún con disímiles formas uobjetivos. En verdad poco disfruta de estas,porque resulta que entre bomberos no se pisan la manguera. Siendoella el truco en persona no pueden hacerle truco a ella. Pero almejor cazador se le va... un elefante.

Me contó esta mañana que en díaspasados la invitaron a unos quince, que se celebrarían... anoche.
     —¿A unos quince? ¿A mi? ¿Estáusted seguro?— Preguntó al mensajero que llevó la invitación.
     —Si— Respondió con enterezaespartana el mensajero.
     —¿Si a qué?—Preguntó mi amiga.
     —Si... son unos quince, sí... es austed y sí... estoy seguro. Adiós—. El mensajero subió a sumotor y arrancó dejando a mi amiga bastante perturbada.
    —¿Asistir a unos quince siendo ella unaprofesional de las fiestas?— Ella que ni bebía en diciembre porque es un espacio para los aficionados. Ella que era convocadaa las fiestas de los dioses. 
    —¡Invitada a unos quince! Vamos a ver.

Lo primero que hizo fue investigarlugar, hora, fecha y condiciones.

El lugar parecía impresionante. Ahíno tenía importantes objeciones. Suponíase el glamour.

Había que comenzar a llegar a lassiete de la noche. Demasiado temprano; pero ni modo... como es unafiesta de carajitos.

Sería el tercer martes de marzo. 
    —¿Unmartes? ¡Pero al día siguiente hay trabajo! Este bonche tá raro.

Las condiciones estaban claras: Debíairse con traje formal. Como era una fiesta a todo dar seaconsejaba, para asegurar buen trato, preparar un sobrecito conpropinas, por si acaso.

Desde luego que mi amiga no pensóasistir. Hasta los amigos recomendaron no ir a aquella fiesta muyalejada de su liga profesional. Le dijeron que era sospechoso que la invitaran a ese evento singular. Pero los organizadores de losquince, contratados por los dueños de la fiesta, lallamaron y convencieron aún no se sabe con cuáles aborreciblesargumentos.

Decidió hacerse un traje nuevo. Ellugar de la fiesta parecía demandarlo. Compró una tela sin igualencargada en Venecia a una fábrica que la hacían casi a mano. Sebuscó un diseñador afeminado y una modista blanca y gorda para quediseñaran y confeccionaran, respectivamente, el vestido de rigor. 

Pero descubrió que sus prendas estaban ya quemadas (Es decir: vistasen otra fiestas). Por ello contrató otro diseñador que hizo suagosto (Sin Figueroa) con lo que ella le pagó. 

Le ofrecieronprestarle unos zapatos. Dijo que no. Obligó a una prima azafata acomprarle unos en Francia que había visto en una revistaespecializada. 

Pasó semanas en Internet bajando fotografías conpeinados y maquillajes de grandes divas cuando asisten a fiestas delJet Set. Y contrató un maquillista en Miami que solía vestirse demujer. 

Con los panties no habría problemas… nunca se ven.
—¿Qué no? Nunca se sabe—. Compró entonces uno de un diseñadorarchiconocido.

Luego que le hicieron el vestido loencontró muy simple y ordenó incrustarle finas pedrerías. El resto estaba bien. Excepto elmaquillista que al llegar al país le comunicó que una semana antesse había enamorado... de una mujer; por lo que ahora no era gay.Algo terrible en un maquillista que se respete.
     —Bueno... el palo está dado.

Ciertamente el pájaro arrepentido hizobuen maquillaje. La peluquera, como era del patio, elaboró un moñomuy estrambótico que no obstante podría pasar. Mi amiga se vistió y salió al finpara la fiesta, puntual como un inglés. Ahí mismo comenzó su grandecepción.

Prácticamente fue la primera enllegar. Cuando lo hicieron los demás convidados llegaron malvestidos. Algunas mujeres hasta con cretonas (¡Qué parigüayas!).Las había también con moaré barato, algodón playero, ropasprestadas o alquiladas (Con desagradable olor a naftalina), baratijascolgando en cuellos y muñecas, hombres con tenis imitación de Puma,pelo engomado y mascando chicle, maquillaje hecho a la carrera ycometiendo horrores gramaticales al hablar.
    —¡Terrible el panorama!

Cuando comenzó la dilatadafiesta descubrió que no era la fiesta de una quinceañera. —¡No!— Erala fiesta de un montón de quinceañeras que pasaban de los 18. Hastaa una muerta le celebraron la fecha natalicia.

La bebida era ron del malo, güisquicriollo, cidra de setenta pesos, cerveza caliente y mabí abombado. La comida, en cambio, no estaba tanmala. Sólo que los dueños, un poco más de cien, las tomaban consus manos esmaltadas, hacían chistes asqueantes, escupían, erutabany entre ellos se lanzaban trapisondas.
    —¡Qué fracaso tan grande!

Desde luego que decidió marcharse deallí. Pero, como experta en eventos similares, había decidido ir entaxi para evitar el entaponamiento. Tendría, pues, que pedir uno porteléfono. Llamó de su móvil. Prometieron que en cinco minutosestarían en la puerta del lugar de la dichosa fiesta. Sin embargo,media hora después el taxista la llamó para decirle que no ledejaban entrar unos gorilas uniformados que cuidaban los jardines. Miamiga se vio forzada a caminar unas cinco cuadras con aquel vestidoque pesaba más que un matrimonio y sus zapatos franceses y de tacos altos. 
    —¡Qué castigo! 

Para colmo tuvo que orinar paradadetrás de unos arbusto. Finalmente se montó en el taxi, que notenía aire acondicionado por supuesto, y arrancó muy disgustada poresas calles de Dios. 

Pero tenía hambre y decidió ir a cenar. Dio enese sentido instrucciones al taxista sin recordar que era martes yFranklin Almeida la vida nocturna, luego de las doce, ha conseguidofastidiar. No encontró un lugar para llevar a cenar a su costosovestido. Tuvo que conformarse y pedir discretamente un emparedado enla Payán.

Cuando se desmontó vestida en la formaen que se encontraba, un moreno con la boca llena a punto de rajar, levoceó:
—¡Cuánto trapo, nalgüa!¿Te lo mandaron de Nueva York?— Ni lo miró, aunque se prometióoperar dentro de un mes las nalgas de langosta que tenía. 

Le pasaron el emparedado. Pagó. Volvióa su taxi, que la dejó frente a la casa luego de abusar con latarifa. 
 —¡Qué noche aquella!

Abrió la puerta y la bolsa delemparedado esperando que ocurriera lo peor. No fue así. Comió todosu emparedo y tomó agua. Entonces descubrió que a su largo vestido alguien, seguramente por maldad, le había hecho un orifico conun cigarrillo. Ahora, desconsolada, si lloró.

¿Tengo o no razón? ¿No es la semi tragedialo más parecido a una comedia?

Nota: Sabiendo yo lo chismosos que sonalgunos de los Pasionarios, supongo que ya se empezó a sacarle punta allápiz y afilar lenguas. 
Por eso me adelanto en solicitar(dada la coincidencia en hora, fecha y el mal gusto de unos premiosque algunos “reparten” por ahí.) que nadie diga que estos quincetienen zurrapa y mucha relación con los dichosos premios que me cuido mucho enmencionar. —¡No!  La semejanza, si es que existe, es puramente coincidencial.

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