ÁNGEL HACHÉ
Por Augusto Feria
Durante 1962 y parte del ’63, una de mis rutinas era sintonizar “Radio Santo Domingo TV” los domingos a las 8:00 PM. No podía perderme el refrescante programa “Cita con la Juventud”. En él trabajaba un joven actor que era uno de mis favoritos: Ángel Haché.
Como me llamaba la atención el teatro, cada vez que me enteraba de alguna presentación buscaba la manera de ir a verla. El “Grupo Artístico Cita con la Juventud” presentó “Abajo los Curas” de Freddy Ginebra, en el Colegio De la Salle donde estudiaba. Allí pude volver a admirar aquel actor delgaducho, con la cara llena de cicatrices causadas por el acné, que se destacaba con esa incipiente fuerza interior. Luego fui espectador de “En la Ardiente Oscuridad” de Antonio Buero Vallejo dirigida por Luis José Germán (Niní). La calidad del equipo esta vez era obvia, una dirección profesional, unos actores con mejores posibilidades, un nuevo grupo: “La Máscara”. Ese día, el espectáculo, las actuaciones, marcaron mi inclinación; la trocaron en algo más palmario.
Finalmente lo conocí de manera personal en la vanguardia del movimiento teatral, de él fue la idea de “Casa de Teatro”, la comunicó al director teatral Rafael Villalona, otro visionario sin faltriquera de dónde echar manos; luego aparecería Freddy Ginebra, quién saltó al vacío, endeudándose hasta el cuello. Así se inauguran en 1974, “Casa de Teatro” y nuestra primera pugna escénica; salimos bien librados, frente a las duras exigencias de Villalona, quien contribuyó purificando la alquimia que apenas nacía entre los dos. A partir de ese momento, los encontronazos se repetirían por años.
En 1980, trabajamos en “La Cruz de Tiza” una de las obras breves de “Terror y Miserias del III Reich” de Bertoldo Brecht, como la dirección respondía a otra escuela de actuación, como polos contrarios de un imán formamos un equipo; nuestro trabajo en la búsqueda de los objetivos, las condiciones dadas, el necio ejercicio de hallar dentro del texto su verdad, la investigación histórica, incluso más allá de los ensayos, imponiéndonos tareas fuera del propio entorno, dieron sus resultados: “…no hay duda de que la yuxta entre el soldado alemán… y la impotente ironía del obrero – Ángel Haché – comunicó a la escena los acentos de mayor dramatismo.”
De nuevo con Rafael Villalona en 1993, en “La Secreta Obscenidad de Cada Día” de Marco Antonio de la Parra. Esta vez la experiencia fue todavía más completa, habida cuenta de que contábamos con un director acucioso, de claros objetivos, que maneja los hilos de su profesión a la perfección, quien permite la unificación de criterios, donde los modos de ver se discuten, para obtener resultados acabados: “… Juntos… forman un espectáculo delicioso, una pareja que aúna patetismo y dramatismo, ironía, nostalgia y ácido humor”. “…Y Sigmund - Ángel Haché sorprende tal vez aun más. Aclaremos que no se trata de una comparación cualitativa entre dos interpretaciones excelentes. Es que asistimos a una auténtica metamorfosis, a la (re) presentación de un personaje antítesis de su intérprete… que lo hace tan verosímil”. (Marianne Tolentino) Pudimos manejar nuestros personajes, moldeándolos a la perfección, escrutándonos, para ver que había de nosotros que encajara con ellos, entrelazando nuestros caracteres…. Él se siente orgulloso de haber podido cantar un pequeño dúo a capela. Este actor que no entona nada, quién había tenido que abandonar varios papeles importantes por ésta dificultad, ese breve momento, es para él estelar.
En el 2006 presentamos “Un Enemigo del Pueblo” de Enrique Ibsen, una experiencia totalmente nueva en nuestra relación, donde conozco a un Ángel, esta vez director y actor, colérico, airado – le decía el Gugu Furioso – donde la impotencia, lo lleva a explotar constantemente, cuando ve la falta de apoyo hacia nuestra profesión, desde los sectores oficial y privado, incluso hasta la mano solidaria de amigos; cuando tiene que lidiar con actores nóveles que difieren en grado de preparación, talento, disciplina, cultura. Donde el de mayor posibilidades, cambia su pobreza de espíritu, por señales visibles de que se le habían subido los desperdicios a la cabeza, sin comprender el método, buscando encontrar el camino hacia la interpretación correcta, por los vericuetos más disparatados y ajenos; que en lugar de ser humilde, ordenado, es irrespetuoso, arrogante; luego de un nuevo percance, ¡en escena delante del público! Ángel cortó por lo sano. Adaptó el texto en cuestión de horas, sacando del reparto al presuntuoso actor, ¡borró el personaje! Como el público no se entera de lo que pasa en escena, los resultados fueron los esperados: “Un Enemigo del Pueblo” es una obra de teatro bien hecha, por su composición dramática y su planteamiento dialéctico entre la razón y la fuerza, la honestidad y la hipocresía. Trasciende en el tiempo y se convierte en un clásico, sus postulados son tan válidos hoy como ayer…. Haché asume en su ánimo el estado del personaje, adoptando gestos, movimientos y entonación que convencen, como convencido está de su verdad, la defiende hasta las últimas consecuencias”. (Carrmen Herdedia)
Puedo hablar eternamente de este artista profesional, disciplinado, talentoso… pero quisiera decir algunas cosas del hombre: serio, de una sola pieza,… una sola mujer; sobrio, terco; turco, cuadrado, difícil de doblegar, necio unas veces, otras, impertinente. Defiende sus ideas con pasión, con estoicismo. Por su actitud indomable, ha tenido varios inconvenientes con políticos de todos los colores y de todos los tiempos, quizás el más notorio por el resultado, fue la encerrona que le armó un ejecutivo cultural. Llevándole como si fuese al patíbulo; la habitación llena de gente, por aquello del bulto, él flamante, estoico, erecto, rodeado de escoberos, pletórico de altanería y macroglosia politiquera; para terminar demacrado, queriéndose ir a los puños, por la férrea actitud de un ángel impoluto.
Me ha enseñado mucho, con su filosofía de vida. Hace poco lo llamé por teléfono, Elsa me dijo que estaban pasando por un momento muy difícil, a poco, en medio de un caos y traspasos de mano, lo escuché decir con jipíos, llorando a mares, que había muerto esa mañana,… su gatico…. En otros tiempos, se me habrían abierto los esfínteres de la risa. Como artista, con todo se interrelaciona, lo estudia profundamente, hasta conocer lo más mínimo, lograr ser el alma gemela. ¡Ha conseguido ser el hombre de Vitrubio!.... He intentado seguirlo, aunque confieso que no he podido acercarme. Por ejemplo, he tratado de comunicarme con los animales como él lo hace, lo he logrado a medias, a mi perro cuando le hablo, ya me entiende perfectamente, me obedece, hace lo que le digo, ¡pero no he podido conseguir lo que Ángel Haché ya ha logrado!, puesto que cuando el perro me habla a mí… ¡les puedo jurar, que yo no lo entiendo nada!
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