Nuestra Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) es un lujo artístico y cultural que se da nuestro país. Por ello debemos los dominicanos estar muy orgullosos.
Indudablemente ha habido logros transcendentes alcanzados por nuestra primera institución musical ha través de su historia, que comienza en noviembre del 1904.
También ha habido sinsabores, cuestionamientos, retrocesos, de repente avances espectaculares, conflictos, protestas, huelgas, reclamos, disgustos, espionajes a músicos y muchos truños.
Sin embargo, con altas y bajas, la OSN se ha mantenido con el brillo que le conocemos, aunque mermada, con el tiempo, en cuando la cantidad de integrantes.
Pues hace unos días que las autoridades del Ministerio de Cultura lograron nombrar frente a la OSN al experimentado y laureado maestro José Antonio Molina (Chicho); quien se había resistido durante dos años a ocupar el cargo por múltiples razones, que ahora no vienen al caso mencionar.
Para aceptar, según informaciones fidedignas, el amigo José Antonio, puso varias condiciones, las cuales parece estar ya poniendo en práctica: Carta blanca para disciplinar la Orquesta, dignificar el salario de los músicos (que ya era el mejor de los artistas que laboran en Bellas Artes), retirar a aquellos músicos que ya no pueden rendir lo demandado, re-audicionar a aquellos que se supone pueden hacerlo, aumentar el número de integrantes, “masificar” la orquesta a través de conciertos populares (¿Igual que los injustificadamente abandonados conciertos en “Mangas de Camisas”?) y seguramente otras conquistas y exigencias que son de estilo en este tipo de institución artística.
¡Bien por José Antonio! Ya era hora. ¡Y él es de aquí! No fue necesario importar soluciones y/o solucionadores.
Le deseamos éxitos a tan prestigioso y querido amigo. Conociendo su capacidad, su temperamento y tenacidad sabemos que llegará a sus metas con la OSN. Además, el ministro Lantigua está decidido a dotar la Orquesta del esplendor de rigor.
Pero ¿qué hacemos con la Compañía Nacional de Teatro (CNT)?
Dicha institución teatral ha tenido pocos momentos de verdadera gloria en su historia, honesto es reconocerlo. Nunca se ha logrado allí una mínima parte del prestigio y calidad que ha alcanzado nuestra Sinfónica.
Por diferentes motivos la capacidad de trabajo de dicha Compañía teatral no ha sido ejemplarizadora. Hasta la llegada de María Castillo como directora la visión que se tenía en los últimos tiempos de sus integrantes (quizás un poco exagerada.), es de que eran unos perfectos vagos.
Injustificado o no, lo cierto es que la mayoría de los actores y actrices nombrados en esa institución, salvo honrosos momentos, pasaban años cobrando sin trabajar.
En la presente administración, justo es decirlo, por lo menos se ha mejorado el sueldo de los actores y actrices de la Compañía y se han hecho serios esfuerzos para aumentar, o por lo menos mantener, el ritmo de trabajo que le imprimió la Castillo a nuestro Teatro oficial. No han sido precisamente felices todos los resultados.
Se han nombrado nuevos artistas en la CNT. Pero no todos los nombrados tienen el nivel para estar allí. Por más que me esfuerzo no logro precisar bien el criterio conque se nombran los actores de Bellas Artes. Debería ser, solamente, por méritos y talento acumulados; sin que importen simpatías, empatías o antipatías.
Además, y en otro sentido, al suscrito le resulta un contrasentido que existiendo una Escuela Nacional de Teatro (O Arte Escénico), frecuentemente se nombren en Bellas Artes (Ni María pudo librarse de esta detestable práctica.) a personas que no se han graduado en esa escuela o una similar. Esto sólo se podría justificar con la ausencia de taltentos o el surgimiento de una figura que sea un fenómeno teatral. ¿Ha sido el caso?
Lo correcto y coherente sería que los mejores egresados de la Escuela Nacional de Teatro, después de una pasantía de algunos años en el Teatro Rodante de Bellas Artes (que sí está funcionando muy bien, como se propusieron el ministro Lantigua y la actriz Carlota Carretero), sean quienes pasen a integrar el elenco de la Compañía Nacional de Teatro.
Después de la mala y vergonzosa experiencia que resultó la participación del llamado Teatro de Bellas Artes con su "Yo, Bertolt Brecht" en el último Festival Internacional de Teatro, lo mejor que puede hacerse allí es cerrar por un tiempo la CNT, revaluar el personal artístico, contratar la creme de la creme del teatro criollo que aún no labore en la CNT, dignificar los salarios para que sus actores puedan trabajar dentro del grupo a tiempo completo, planificar producciones dentro del Presupuesto Nacional del Ministerio de Cultura, obligar a los actores y actrices a trabajar exclusivamente para la Compañía (por lo menos nueve meses del año), exigir a quien sea su director titular que se exima de realizar nuevas producciones teatrales de índoles privadas, ya que estas generan celos, competencias, cuestionamientos y desatenciones de la funciones asumidas; etcétera.
Nuestra Compañía Nacional de Teatro, hoy luce desorientada y sumergida en chismes denigrantes. Requiere ser sacudida desde arriba hasta sus cimientos. Es imperativo dotarla de un prestigio y una mística que indubitablemente no posee. No posterguen más la operación al tejido tumefacto, antes que el cáncer sea incurable. La enfermedad tiene ya algunas décadas sin que se le ponga al fin el medicamente efectivo y duradero.
He soltado algunas ideas; pero es más, mucho más de mis sugerencias, lo que debe hacerse en ese grupo teatral, llamado a ser el primero del país. (actualmente es uno de los últimos.)
Tengo amigos entrañables y/o ex discípulos dentro de la esa Compañía Teatral. Algunos, me consta, comparten estas graves preocupaciones. Otros, imagino, se ofenderán con algunas de las propuestas que hace el firmante, con intenciones únicamente teatrales. Pero ni modo. Escribo estos asuntos “no porque no amo a César... sino porque amo más a Roma”.
¡Telón!
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