Tal y como prometí fui al Panteón Nacional donde declartaron al coronel Caamaño oficialmente Inmortal Dominicano. Allí estaban muchos de sus compañeros combatientes en aquel glorioso Abril del 1965. Confieso que me emocioné varias veces con el solemne acto, presidido por el presidente Medina, el Ministro de Cultura y con la participación de algunos de los hijos del héroe. El elegante discurso de estilo correspondió a Juan Daniel Balcácer.
Correcta la actitud del Estado de esperar el resultado del experticio antes de depositar en el Panteón Nacional los supuestos restos encontrados del Coronel de Abril. Insisto, que no sería justo que profanemos la memoria de Caamaño exaltando unos despojos mortuorios que no son los suyos. Total, lo que importa del Ser son su memoria digna y su alma incorruptible. Y ambas ya están en el Mausoleo mas alto del país.
Dos asuntos, en algún momento, me dieron "esteriquitos": ver por lo menos a una persona que posteriormente traicionó a Caamaño y leer que hay una urna cerrada con los restos del traídor y asesino de Pedro Santana, depositado allí como una irreverencia mas contra este pueblo del siempre nefasto Joaquín Balaguer.
¡Francisco Alberto Caamaño, devolviste la dignidad antes mancillada a nuestro pueblo! ¡Entendiste que no podíamos aceptar que la caverna siguiera tranquila señoreando en este país! ¡Tu ejemplo y martirio son hoy un Norte para quienes amamos la Patria y una condena a los retrógradas que la tradicionalmente la mancillan, cuyos reductos, aunque muy menguados, todavía pululan por ahí! ¡Cuidado con ellos!
"Por la Patria, por la cruz y su gloria
denodados al campo marchemos;
si nos niega el laurel la victoria
del martirio la palma alcancemos"
(Juan Pablo Duarte)
¡Qué viva Caamaño, carajo!
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