“Big Little Lies”; televisión de calidad en HBO
Por Giovanny Cruz Durán.
Sin dudas que la gran garantía artística en “Big Little Lies”, está constituida por las magníficas
actuaciones de Nicole
Kidman, Shailene Woodley, Reese Witherspoon y Laura Dern. Y las no menos
impactantes caracterizaciones de Zoé Kraviz, Alexander Shasgard (excelente en
su rol de marido abusador), Adam Scott, Katrhyn Newton, James Tuper, Santiago
Cabrera, Joseph Cross y hasta la del niño (al suscrito pocas actuaciones de
infantes les parecen realmente buenas en el rigor profesional) Lain Armitage,
como Ziggy. Todos conducidos por las expertas manos direccionales de Jean-Marc
Vallée, con un guion muy bien llevado por David E. Kelley.
El
punto de partida de la trama, con un estilo llamado ahora comedia dramática
oscura, nos llega con un estigma: está basado en un best seller
(justamente definido en mi presencia por Vargas Llosa como… “libros para los
cuales no debemos esforzar mucho el cerebro para leerlos”) de Liane Moriarty. No obstante, el tratamiento
cinematográfico y su adaptación nos hacen llegar un buen producto, definitivamente
superior al libro original.
Aunque
el artista no tiene que ser “mensajero” de nada ni de nadie, en este caso hasta
el tratamiento temático nos resulta aleccionador. Estoy seguro de que no pocas
mujeres se sentirán reivindicadas, o al menos reflejadas, al ver esta serie de
siete intensos e inteligentes capítulos.
Las
cuatro actrices principales de la serie luce que se tomaron muy en serio sus respectivos
trabajos de construcción de personajes. Las he visto en otras muy bien llevadas
actuaciones; pero en estas, logran desconectarse absolutamente y presentarnos
productos de otra muy distinta factura actoral.
Un
detalle a resaltar, es que en “Big Litlle Lies” no juegan al maniqueísmo,
tan usual en la televisión norteamericana. Para nada. Con los arquetipos de las
mujeres de esta historia, y realmente ellas llevan la voz fuerte de la serie, los
realizadores no han hecho concesiones. Ninguna, francamente, es heroína. Ellas,
en su dialéctica, son contradictorias, no lineales y casi anti heroínas. Cuando
un maestro actoral ve actuaciones como estas, sabe que en el proceso creativo las
actrices y actores, estéticamente, se han divertido.
El argumento, y desde luego que
no seré tan necio para abundar más de la cuenta en sus detalles, es la historia
principal de tres mujeres: Madeline Mackenzie, Celeste Wright y Jane Chapman.
Madeleine (Reese Witherspoon) es una mujer fuerte, divertida y apasionada; de
esas que no dejan pasar una y que convierten su existencia en una lucha feroz
por lo que ellas interpretan como justo. De aplauso para el guionista es la
tirante relación del personaje con su hija mayor (Katrhyn Newton). La hiperactividad del personaje y su
absolutismo desbordado, casi insoportable, lo convierten en lo que llamo... un personaje
con garras. Son esos que dan al actor o actriz la tremenda oportunidad de lucirse.
Es el caso.
Celeste (Nicole Kidman) es una
mujer hermosa, inteligente y con un matrimonio perfecto… aparentemente. Pero
cuando la cámara entra en su intimidad, descubre extraños comportamientos
sexuales (con desnudos incluidos) y abusos infligidos por el esposo, que ambos
intentan ocultar. Me parece que la Kidman rompe en esta actuación con una tendencia
que le habíamos observado en sus últimas interpretaciones y se aleja de cierta
frialdad académica.
Si los amigos lectores, que como
tales son cómplices de este artista y escritor, se comprometen a no divulgarlo
por ahí, me atrevería a confesar que su actuación es la mejor de toda la serie;
sin que esto demerite, en ningún sentido, las demás interpretaciones.
La tercera sub historia dibuja
a Jane (Shailene
Woodley), una madre soltera, joven y
de una clase económica y social muy diferente a la de las dos primeras; con un
hijo producto de una terrible experiencia sexual, la cual nos es contacta en
efectivos flashbacks que, en este caso, no rompen el ritmo cinematográfico,
como suele suceder tantas veces en el Cine universal. La Woodley tiene el personaje
emocional e interiormente más intenso. En el desarrollo parecen querer inducirnos
a pensar en un desenlace en el cual ella cometerá la acción criminal
fundamental de la serie. Sólo en los minutos finales sabremos cuál ha sido el verdadero
asunto.
En la original trama de la
serie sabemos desde el principio que se ha cometido un crimen. Pero no sabremos
hasta el muy original desenlace, quién ha sido el asesinado, como tampoco quién
o quiénes lo han ejecutado. Esto constituye un buen recurso, porque como
espectadores tendremos que esperar hasta el final, nada de manual, para enterarnos
de lo acontecido y las circunstancias que determinaron los hechos
fundamentales.
El manejo de los llamados puntos de giros o hechos fundamentales, es extraordinario. Por eso el suspenso y las expectativas
jamás decaen en el desarrollo argumental o línea ininterrumpida.
Estando en el Festival
Internacional de Cannes de este año, fui testigo de la polémica desatada allá
por el presidente del jurado, Pedro Almodóvar, al declarar (en un mensaje muy
directo a Netflix) de que no premiaría una película cuyo destino no hubiese claramente
sido la gran pantalla. Me parece que la tendencia de la televisión de estos tiempos,
apuntala a que tendremos que revisar muchas antiguas teorías y prejuicios. Me
confieso en ese grupo. "Big Little Lies", argumenta bien en ese sentido.
Empero, mientras tanto y por si
acaso, me he comprado una pantalla gigante para ver… ¿televisión? como si fuera
Cine. Así he logrado disfrutar y aplaudir “Big
Little Lies”. Pero, y antes de que Almodóvar llame a mi teléfono móvil para tardíamente
abochornarme por lo que acabo de escribir, pediré que…